Los mercaderes de la estadidad y la Universidad de Puerto Rico

A juzgar por la cantidad de columnas aparecidas en la prensa durante las últimas semanas, la UPR parece ser un motivo de amplia preocupación. Sin embargo, hay mucho ruido en muchas de ellas, mucha hojarasca, pero sobre todo mucho espejismo para desviar la atención de los verdaderos problemas. La discusión se ha centrado en un dato difícil de evadir. Entre 2010-2022 la cantidad de estudiantes se ha reducido en 32.44 %: de 64,138 descendió a 43,333, lo que significa una reducción de 20,805 estudiantes. La explicación más fácil ante datos tan significativos, para soslayar la complejidad del problema, es recurrir a una sola causa suficiente: la reducción demográfica. Para Díaz Olivo es obvio el motivo del descenso: en los últimos 40 años Puerto Rico ha perdido, nos dice, un millón de personas. El problema de su argumentación es que la merma estudiantil señalada ocurre entre 2010-2022. No ocurrió entre 1980-2020. Además, el descenso aumentó marcadamente a partir de 2017, como resultado de la aprobación del primer plan fiscal que la Junta de Control Fiscal le impuso a la UPR.

Menos mal que de vez en cuando surge algún columnista que dice abiertamente lo que piensa de la UPR. Ahí está la columna de Quique Cruz, “El fracaso de la Universidad de Puerto Rico”. (END, 7/9/22, 38) Cruz no cree que la causa sea el factor demográfico. Su explicación, también mono causal, destaca la pérdida de tiempo, los paros y las huelgas que una supuesta minoría de estudiantes le impone a la mayoría, con el apoyo de “algunos profesores y personal no docente” que disfrutan de “estas vacaciones pagadas”. La destrucción de la UPR viene desde hace décadas. El razonamiento burdo y directo de Quique Cruz tiene un mérito innegable: dice sin ornamento lo que piensa. Y lo que piensa Quique Cruz, a su vez, no se reduce a una opinión personal. Por el contrario, recoge el pensar y el sentir sobre la UPR de un amplio sector del llamado movimiento estadista en Puerto Rico. No se trata de un pensar-sentir que flota en el aire. Tiene profundas raíces materiales.

Con la victoria electoral de Luis Fortuño en 2008, la política neoliberal del PNP se hizo mucho más agresiva y sufrió un viraje significativo. No se puede olvidar la Ley 7- 2009 y el despido de decenas de miles de empleado(a)s públicos. Aquello no fue resultado de una política de austeridad para reducir el tamaño del gobierno y pagar un deuda pública incontrolable. Fue un ataque al pueblo trabajador para trasladar dinero del bolsillo de miles de trabajadores y trabajadoras y convertirlos en ganancias de un grupo de contratistas y cabilderos, empresarios políticos anidados en el partido gobernante. En manos de la claque organizada por el gobierno  de Fortuño, se intensificó la transformación de la estadidad en el negocio lucrativo de una minoría. Pedro Rosselló, en su libro A mi manera, Vol. 2, primer tomo, destacó el cambio: “El PNP se reubicó en el ámbito conservador del status quo, de una visión corporativa, de abandonar a nuestros más vulnerables; dejó de ser el partido del pueblo para convertirse en el portavoz del desarrollo por “trickle down”, la visión conservadora económica que obvia la justicia social”. (256)

Fortuño quiso imponerle su política corporativa a la UPR y se encontró con la piedra que llevó a su gobierno a la derrota después de su majestuosa victoria de 2008. Dos masivas huelgas estudiantiles lo enfrentaron en 2010-2011. La actitud violenta y represiva de su gobierno encontró en la resistencia estudiantil una fuerza inesperada. Como dice Pedro Rosselló en su libro, su récord de votos en 2008 se desvaneció en apenas cuatro años. La inesperada derrota de Luis Fortuño, quien intentó evitarla introduciendo en el proceso electoral un plebiscito, no se puede entender sin incluir la resistencia estudiantil contra su política neoliberal en la UPR. Si a los dos procesos de lucha de 2010-2011 se le añade la enorme huelga de 2017 contra el gobierno de Ricardo Rosselló y la JCF, tenemos el cuadro completo que da pie a la argumentación neo-estadista de Quique Cruz. Según la nueva cepa de estadistas neoliberales, la UPR se ha convertido en un estorbo para el negocio de la estadidad. Hay que menoscabarla, reducirla y desmantelarla. Así se explica la conducta de los mercaderes de la estadidad que han operado en el interior de la UPR: Walter Alomar, Zoraida Buxó, Emilio Colón, Mayda Velasco, Ricardo Dalmau, etc., etc. El caso de Zoraida Buxó es todavía más ejemplar: pasó de la Junta de Gobierno de la UPR a ser cabildera de la estadidad en la nueva versión del estadista neo-liberal.

Pero la cocina neoliberal no se reduce a la nueva cepa de mercaderes de la estadidad. También en la otra pieza del bipartidismo brillan algunos ejemplares. Eduardo Bhatia Gautier, por ejemplo, escribió una columna representativa: “La oportunidad de oro de la Universidad” (END, 9/9/2022, 35) Imagínese el lector(a) a un individuo atrapado por cuatro maleantes en un callejón, que lo golpean quebrándole los huesos de todo el cuerpo y luego le dicen: ahí tienes una hermosa oportunidad de oro para reinventarte, hacer una reingeniería de tu osamenta y tener vida próspera. Bhatia no conoce a nadie que quiera abrir una conversación sobre el futuro digno y estable de la UPR. Es decir, no tiene ninguna validez el intenso diálogo intersectorial, con varios años de duración, de la comunidad universitaria para elaborar un plan de reforma, convertido en proyecto de ley, que se ha discutido en la Legislatura.

Sin embargo Bhatia afirma, sin mostrar ninguna evidencia, que “la UPR tiene más empleados no docentes por número de estudiantes matriculados que ninguna universidad pública de Estados Unidos”. No sé si se da cuenta de que está repitiendo, en escala menor, la trillada fórmula ideológica sobre el gigantismo gubernamental. Solamente el desconocimiento puede alegar hoy día que sobran los empleados no docentes en la UPR. Al considerar que el cuerpo no docente puede asociarse con un refugio, distorsiona e invierte los hechos: el único refugio existente lo ha creado el bipartidismo colocando su gente, incluyendo batatas políticas derrotadas, que todavía vienen a chupar del mermado presupuesto de la universidad pública.

Sería injusto no reconocer las excelentes columnas que se han publicado sobre la UPR. Recientemente Catherine Marsh Kennerley publicó una muy significativa: “La Universidad de Puerto Rico se debe a la juventud”. Con valentía menciona los males que han caído sobre la Universidad: las medidas de austeridad de la JCF, “con la anuencia de los dos partidos políticos que han gobernado”. También menciona décadas de política neoliberal que han debilitado los servicios sociales y contribuido a la marginación comunitaria. Denuncia el ataque a la universidad por “hacerse cómplice de la gobernanza necropolítica, es decir, dejar morir a los jóvenes”.

Ileana M. Ayala Fontánez, Coordinadora de Reclutamiento del Recinto de Ciencias Médicas, también publicó una columna excelente: “Merma de alumnos y otros fenómenos en el Universidad”. Aunque destaca los recortes presupuestarios, Ayala Fontánez comienza con los años de “malas prácticas administrativas” advertidas por diferentes voces: los consejos de estudiantes, la Asociación de Profesores y la Hermandad de Empleados. Ninguna de estas múltiples voces fueron oídas por Bhatia en medio siglo. Pero estuvieron ahí, con fuerza vocal, señalando las causas plurales que afectan la UPR. Ayala Fontánez enumera varias: los altos costos de la matrícula, la reducción de ayudas estudiantiles, el descuido a los músicos y atletas, y las deficiencias infraestructurales. Sería una irresponsabilidad, afirma, recurrir al giro demográfico como el único fenómeno causal.

Sin embargo, la mono causalidad tiende a predominar entre los mercaderes de la estadidad. El último plebiscito de noviembre 2020 puso al descubierto que decenas de miles de estadistas repudian a estos traficantes vulgares de la estadidad y han dejado de votar por el PNP. El país tendrá que escoger entre apoyar el bipartidismo neoliberal, acompañado de la corrupción, o defender la universidad pública expulsando a los mercaderes de su recinto.

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