No es un desastre natural…

Arelis Valentín-Pagán

Doctoranda en Historia, UPR, Río Piedras

La naturaleza tiene sus maneras de expresarse. Maneras que pocas veces comprendemos, quizá, por nuestro arraigo físico y material, inherente a nuestra existencia dual. Sin embargo, somos conscientes de que nada es permanente. Las situaciones difíciles, desde nuestro imaginario como entes sociales y culturales, no son eternas; duran el tiempo necesario o “natural”. Todo en la naturaleza está en constante cambio; en evolución. Así como nuestra existencia. Somos seres espirituales. Seres que compartimos una herencia universal que trasciende la corporeidad y un tiempo y espacio determinado. Esta herencia universal es la naturaleza misma en nosotros y nosotras. Es nuestra verdadera realidad.

Ahora bien, paralelo a esta verdadera realidad se encuentran otras realidades que el gobierno colonial de Puerto Rico nos quiere hacer creer como “verdaderas”. Una de ellas es que luego de un huracán, días y semanas después, es “natural” que todo el pueblo, o la mayoría, no tenga acceso a electricidad ni a servicio de agua. ¿Acaso no conocen de lo que ocurre en otros países del Caribe? Países en los que esto no ocurre. Y desde el poder se piensa que cada familia puertorriqueña cuenta con artefactos y “comodidades capitalistas” que en su mayoría perturban la paz de la comunidad, contaminan el entorno e, incluso, provocan la muerte; y, por otro lado, también endeudan aún más a nuestras familias. Otra realidad desde el imaginario del poder y del privilegio es que es “normal” que carreteras y puentes –algunos de reciente construcción– colapsen; cuando ello implicó cuantiosas cantidades de dinero del pueblo a “amigos del alma” del gobierno de turno. Construcciones pensadas desde el egoísmo que únicamente benefician a algún contratista, o político, y no a la calidad de vida de los ciudadanos y ciudadanas del País. Por otra parte, ¿qué nos puede decir el gobierno, tanto municipal como estatal, respecto de las urbanizaciones que se inundan en diversos pueblos de Puerto Rico? ¿Quiénes permitieron dichas construcciones, u otras edificaciones aledañas, que afectan a la región en cuestión? ¿Qué está pasando con nuestros mangles? Todos los días el gobierno, las ansias de poder y de capital, atentan contra la vida y los derechos de todos los puertorriqueños y las puertorriqueñas. ¿Por qué Salinas experimentó las inundaciones recientes? ¿Qué pasó en el barrio Borinquen de Guayama? ¿A qué se debe su estado catastrófico actual? Esta comunidad histórica de Guayama, por la que pasaba el “tren de la caña” –una historia que se remonta a finales del siglo XIX–, a través de los años en su periferia, ha sufrido las transformaciones de un supuesto desarrollo evidentemente carente de análisis alguno. ¿Y los centros comerciales que siguen proliferando sin permitirle a cada pueblo que cuente con una justa planificación de sus centros históricos? Esto es, aprovechar lo ya existente sin tener que perjudicar la sostenibilidad de otros espacios o comunidades. Actualmente, Guayama cuenta con “pequeños” centros comerciales que se han quedado vacíos y justo uno de ellos queda en las inmediaciones de la comunidad Borinquen.

Sí, el Caribe acaba de experimentar otro huracán. Fiona nos azotó. Puerto Rico lo sintió tan fuerte como el huracán María a pesar de ser de una “categoría menor”. Ello fue la naturaleza manifestándose. Y otros huracanes vendrán. Más intensos o menos intensos, no es lo importante ya. Sin importar su intensidad, el gobierno colonial actuará igual. Esto es lo único que no evoluciona en nuestro entorno: el gobierno colonial. Porque por ello existen, para no evolucionar. Su existencia es para la permanencia del poder y del capital en las manos de unos pocos y a cuestas de todo un pueblo. El Sur se desangró; otra vez. Pero si algo tiene claro la mayoría del pueblo puertorriqueño es que este desangramiento no ha sido provocado por la naturaleza. Hay otras razones para ello. La corrupción, la ineptitud, la falta de voluntad, el egoísmo, entre otros, figuran como los verdaderos autores de este desastre. No es un desastre natural, es otro tipo de desastre. ¿Cómo denominarlo? Recordemos que el escritor Rafael Rodríguez Cruz destaca, en  El huracán y la subjetividad antillana  (2022), que el huracán también es un tema político. Basta ya de tanta mediocridad por parte del gobierno. Basta ya de las expresiones que tanto se repiten desde la comodidad y nos han mantenido en la misma situación. Sí, nos “levantaremos”. Siempre lo hemos hecho. Una acción que siempre ha surgido desde la solidaridad de las mismas comunidades, desde la misma gente, no así del gobierno. Nuestra historiografía y relatos orales lo evidencian. Pero, hoy, debemos tener el coraje para denunciar y acabar con la corrupción gubernamental. Debemos unirnos y compartir el coraje y la indignación. Unirnos y mantener este coraje e indignación en la memoria individual y colectiva, así como por años se ha mantenido la corrupción en este gobierno colonial. Jamás olvidarlo. Ese esfuerzo del ánimo –ese coraje e indignación– convertido en acción, además de solidaridad, es lo que necesitamos para permitir una verdadera calidad de vida en la sociedad puertorriqueña. Miremos más de cerca las gestiones comunitarias. La organización Casa Pueblo nos da cátedra de lo qué es la voluntad. La lucha que llevan por años respecto a la protección de los recursos naturales es hartamente conocida en nuestro País. Reflexionemos de qué manera la gestión de Casa Pueblo podría extenderse a todo el archipiélago y exigir la accesibilidad a suministros de energía que provengan de fuentes más limpias y renovables.

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