Mala Muerte de Obed Betancourt

Tengo en mis manos el libro Mala Muerte. Crónicas de una isla salvaje, de Obed Betancout. Al escritor lo conocimos como poeta con un libro que, si mi memoria no me falla, es de 1978: Sacrificio al Sacerdote del Abismo, que tenía una portada roja con letras negras y que fue bien recibido por el crítico Joserramón Melendes.

Han pasado muchos años y Betancourt, ya un veterano periodista, ha escrito varios libros que van desde la novela, par de poemarios, los relatos criminales y la crónica investigativa.

Este libro que reseñamos, Mala Muerte, incluye un prólogo que sirve como una aclaración de términos, estudio y etiquetado de género: periodismo literario, periodismo narrativo, nuevo periodismo, interpretativo, reportaje de no ficción y otros. Desde el “ornitorrinco” de Juan Villoro hasta las publicaciones de Rushdie, Kundera o Hemingway, el prólogo se explaya en una reflexión sobre el género de la crónica.

No pienso resumir, pero se señalan aquí -con ejemplos y con autoridades citadas sin llegar a abrumarnos- las características principales del género en cuestión.  Digamos que se cuenta una historia de la mejor manera posible, recurriéndose a una cierta densidad tropológica leve que capta la atención del lector. Por algo, se dice, la no ficción compite hoy con la novela.

Otro pilar es la investigación rigurosa. La recopilación de información a partir de diferentes fuentes que le imparten veracidad a lo escrito. Se puede pensar aquí también en lo que habría planteado ya hace unos años Hayden White sobre la historiografía: uno no puede escapar de la ficción en cuanto se lleva a cabo selección de materiales, y desecho de algunos otros. Al ser la crónica investigativa un tratamiento del pasado se propone interrogar la verdad comúnmente aceptada y es posible recuperar una otra verdad oculta.

Es esa rigurosidad la que los lectores exigimos en cualquier obra literaria. Dice Betancourt: “Una entrevista, una crónica, un relato o reportaje periodístico, sin que importe el tema, debe provocar la misma satisfaciión que una buena obra de ficción”.

Sin embargo, se plantean algunas diferencias con críticos que también han tratado el asunto de la definición de los géneros. Por ejemplo, citando a Jaramillo – Antología de crónica latinoamericana actual -“los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada”- Betancourt afirma que, por el contrario, hay creatividad, hay invención y novedad, y se va más allá de ir “simplemente contando en primera persona”. El cronista, nos dice, debe desarrollar una voz narrativa, contar con arte una historia, trabajar un estilo. Crear tensión dramática, un tono, colocar diálogos en su sitio, dar coherencia, y otras argucias.

Y entonces la crónica.

Mala Muerte es la narración que tiene como núcleo significativo a Eliezer Santana Báez. Éste fue sentenciado el 26 de abril de 2004 a cumplir una pena consecutiva de 119 años, tras ser hallado culpable por los delitos de asesinato en primer grado y violación a la Ley de Armas.

Asistimos a su nacimiento “amarillo y con la cabeza alargada”.  La familia -las condiciones del padre-, las condiciones relacionadas con la salud del niño -“amarillo”- , el amor suficiente de la madre, nos van dando una idea de la dura realidad.

Desde ahí asistimos al desarrollo del brutal caso -y a la negligente investigación policial- que los medios bautizaron como “El caso Barbarita”: en 1997, la niña Lilliana Bárbara Cepeda Casado desapareció en la playa de El Escambrón. A la mañana siguiente fue encontrado su cuerpo en el área de los filtros de la abandonada piscina olímpica, demolida poco después.

La descripción de la escena del “crimen” se extiende a la visión panorámica de la Playa del Escambrón. Santana Báez presta varias declaraciones y son esas las que dan forma a una madeja de versiones y testimonios que Betancourt hilvana con coherencia. Se trata de una narración detectivesca sin abandonar los datos, los documentos y la cobertura noticiosa de aquellos años. Además, el relato se ve enriquecido por adicionales reflexiones sobre el género de la crónica y por alusiones literarias o filosóficas pertinentes. Esa es una crónica.

Cómo se entrelaza el Caso Barbarita con Mala Muerte es un asunto que dejo a los lectores descubrir.  Es este un buen libro de un periodista que hemos seguido en sus publicaciones de reportajes investigativos desde hace una década. Así, por ejemplo, su investigación sobre el Caso de la Viuda Negra -Aurea Vázquez Rijos- que fue condenada por mandar a matar a su esposo, el canadiense Adam Joel Anhang, culminó en el libro Las sangres que lloran, con la editorial Tinta Roja.

Mala Muerte. Crónicas de una isla salvaje, forma parte de los proyectos de un nuevo proyecto editorial, 14 Segundos, que anuncia ya relatos del propio Betancourt y de Josué Montijo.

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