Primarias PNP-PPD : el bipartidismo pequeño y desgastado 

 

Las primarias del domingo pasado para las candidaturas a la gobernación de Puerto Rico y otros altos cargos electivos, de los partidos Nuevo Progresista (PNP) y Popular Democrático (PPD) echaron por el suelo el mito de la supuesta invencibilidad de los dos partidos políticos que se han turnado el gobierno en Puerto Rico durante los pasados 60 años.

Sencillamente, el hastiado electorado puertorriqueño les hizo un tremendo desplante. Los políticos que medían sus fuerzas a lo interno de ambos partidos vieron reducirse a números irrisorios sus respectivas huestes del «corazón del rollo». Con más del 85 por ciento de las unidades electorales escrutadas, las cifras para las candidaturas a gobernador ofrecidas por la. Comisión Estatal de Elecciones (CEE) al cierre de esta edición de CLARIDAD, arrojaban un total de 248, 875 votos para el PNP y 134, 554 para el PPD, muy lejos de las proyecciones conservadoras que se  habían hecho en ambos partidos de 400,000 votos  para el PNP y 200,000 para el PPD.

El que partidos que una vez fueron fuerzas formidables, y que aún controlan ambas cámaras legislativas y las alcaldías de los 78 municipios del país, hayan realizado una movilización tan pobre, es indicativo del dramático desgaste por el que atraviesan y del hastío de un pueblo y un electorado que ya no les responde porque no les tiene confianza

Desde el inicio de la transmisión de resultados, ya se sabía que la participación había sido pobre. Por eso, cuando se conocieron los totales del 85 por ciento de los votos, el «consuelo» de que en las «democracias» ganan los que votan no fue suficiente para esconder el evidente fracaso. La sosera, las sonrisas plásticas y las frases trilladas de ganadores y perdedores dejaron escapar la decepción profunda que se filtraba en las expresiones de unos y otros. Un mal augurio para lo que les aguarda de aquí en adelante hasta las elecciones generales del próximo mes de noviembre de 2024.

El gran perdedor de la jornada fue el gobernador Pedro Pierluisi, a quien su partido derrotó aplastantemente, quizá en un intento por separar al partido de su mal gobierno y tratar de evitar una debacle mayor en las elecciones generales. La campaña primarista de Pierluisi se hizo a espaldas de la realidad que vive el país. Además, por tres años y medio ha gobernado para sí mismo y los suyos, para el grupito de familiares, amigos, socios y empresarios (principalmente extranjeros) que en sus cálculos podrían garantizarle el futuro al que aspira cuando eventualmente termine su mandato. Tampoco consideró que también al interior de su propio partido, la mayoría de la gente  la está pasando muy mal, y por eso fue castigado, lo cual aprovechó muy bien su opositora para » quitarle la alfombra de debajo de los pies», casi sin que él se diera cuenta.

Pero el desgaste en el PNP empezó antes y seguirá después del gobierno de Pedro Pierluisi, porque no tiene un plan  que le ofrezca algo nuevo al electorado puertorriqueño. Continuar alimentando la  fantasía de una estadidad que nunca llegará ya no les va a funcionar, ni tampoco será opción seguir hundiéndose en la dependencia de fondos del.gobierno de Estados Unidos, que pueden o no llegar, y que nunca serán la solución para la creciente pobreza y falta de oportunidades que enfrenta nuestro pueblo. Tampoco pueden descansar en la promesa de un buen gobierno porque la trayectoria nefasta de su partido y administraciones con la corrupción los deja desnudos.

Lo mismo ocurre con el PPD, que una vez tuvo ímpetu y hoy es un partido carcomido por el peso de un liderato incompetente, y de su creciente  indiferencia y actitud de brazos caidos en la gestión pública. No es una oferta seria esa de ir a Washington con la «machaca» de la llamada «paridad», ni tampoco la «cantaleta» del ELA que perpetúa la indignidad de nuestra relación colonial bajo Estados Unidos.

Si algo han demostrado estas primarias, no es solo el desgaste del binomio PNP-PPD- responsables del endeudamiento, de la corrupción y del colapso de los servicios y las instituciones públicas- sino también las muestras de desencanto, y de  búsqueda, por parte de un pueblo y un electorado capaces, de un rumbo nuevo de buena gobernanza y verdadera  participación ciudadana, y una apertura a explorar un horizonte de posibilidades diversas para el desarrollo económico y social de Puerto Rico.

 

 

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