El pasado 15 de mayo se conmemoraron 77 años desde la creación del Estado de Israel, lo que significó el desplazamiento masivo, el exilio y la muerte de cientos de miles de palestinos del territorio que siempre había sido su patria. Con ello, comenzó la gran catástrofe, la Nakba, que ha simbolizado el lento martirio de la Nación Palestina a manos del ejército de ocupación y dominación de Israel. Hoy, más de tres cuartos de siglo después, una Palestina ocupada, herida y devastada aún lucha y resiste por su existencia, ante un estado de Israel forajido y descontrolado, que no se siente obligado a cumplir con las convenciones sobre derechos humanos establecidas por las naciones del mundo, porque está amparado, protegido e impune ante cualquier reclamo, proceso judicial o sanción.
Aunque hace 77 años el estado de Israel no existía- y si existe es porque fue creado e impuesto en aquel momento y lugar por Gran Bretaña, Estados Unidos y Europa-hoy, en pleno siglo 21, se ha convertido en el gran perpetrador de un genocidio, de un plan perverso de desplazamiento y exterminio que tiene como objetivo borrar a Palestina del mapa del planeta.
La creación de Israel y su ubicación geográfica en el territorio que ahora ocupa fue la salida rápida que los grandes imperios de la época dieron al llamado «problema judío». La Segunda Guerra Mundial había sido escenario del exterminio por los Nazis de millones de judíos europeos en campos de concentración, y había muchos otros millones esparcidos por Europa y el Nuevo Mundo que, según los poderosos, estarían mejor en un territorio y estado propio, lo cual había sido la gran aspiración de los judíos sionistas. Pero, tras el traslado y la formalidad protocolar, los imperios » se lavaron las manos» y dieron rienda suelta a un estado de Israel con autoridad para crecer y expandirse a su antojo, lo que ha representado la tragedia de las poblaciones y asentamientos palestinos que comparten dicho territorio. El control y las continuas tropelías del estado de Israel contra sus vecinos inmediatos son facilitadas y subvencionadas por Estados Unidos y las potencias europeas mediante tratados, anuencias y asistencia militar sin límites ni precedentes en la historia moderna, dejando al pueblo palestino sin opciones más allá de su propia lucha y resistencia ante el poderío del usurpador.
Así, Palestina ha librado durante casi ocho décadas una lucha heroica y absolutamente desigual por su derecho a la liberación y autodeterminación, utilizando todos los métodos de lucha a su alcance para garantizar la supervivencia de su identidad y nacionalidad, y el ejercicio pleno de los derechos civiles y humanos para su gente. Todos los intentos de la comunidad internacional por encontrar una solución negociada al conflicto entre Israel y Palestina han terminado en fracaso porque, en el fondo, Israel no quiere reconocer la igualdad de derechos al pueblo palestino, ni la existencia de otro estado en el territorio que consideran suyo. Un pueblo judío que hace 75 años fue víctima del horror del Holocausto, hoy, como estado de Israel, lo replica impunemente contra la población de los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania. Desde que comenzó la más reciente y cruenta ofensiva israelí en Gaza, en octubre de 2023, más de 53,000 palestinos han sido asesinados a mansalva, principalmente niños,niñas, mujeres y ancianos, en un espiral de violencia sin parámetros ni límites. Vecindarios residenciales, hospitales, escuelas, mezquitas, iglesias, cualquier edificio o persona, quieto o en movimiento, ha sido blanco abierto de los bombardeos masivos o de las redadas furiosas de efectivos israelíes con odio y saña en sus corazones. Una campaña militar despiadada que ha conmocionado al mundo por su alcance y brutalidad, y por el nivel de devastación, miseria y hambruna que ha ocasionado.
En este momento, y aún después de un cese al fuego temporal, de un intercambio de rehenes, de Israel haber declarado muertos a todos los altos líderes de la organización palestina Hamás, y de haber cerrado la entrada a toda ayuda humanitaria, inclusive medicinas y alimentos al enclave de Gaza, las milicias israelíes continúan las matanzas de palestinos con total impunidad. Si eso no es un genocidio, no sabemos qué otra cosa puede serlo.
Pero, la agenda de dominio de Israel, junto a las ínfulas de conquista del gobierno de Estados Unidos bajo Donald Trump, aspiran a ir más lejos, como, por ejemplo, desalojar completamente la franja de Gaza, relocalizar lo que quede de su población en «shanty towns» en tierras de Jordania y Egipto, y pagar por todo el proceso de una «reconstrucción» de la que nunca disfrutarán los palestinos. Hasta ahora, esa pretensión enfrenta la férrea oposición no solo de ambos gobiernos vecinos sino también de los países que conforman la Liga Árabe, de las poderosas monarquías de Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos, así como una gran parte de la comunidad internacional. En días recientes, las continuas matanzas de palestinos por parte de la milicia de Israel en Gaza y Cisjordania han generado el fuerte repudio de los aliados más consecuentes del estado israelí, como Gran Bretaña y la Unión Europea. Hasta Donald Trump ignoró a su gran «aliado estratégico» evitando visitarlo, y sin siquiera mencionarlo, en su reciente viaje al Medio Oriente ni durante sus visitas a Arabia Saudita, Qatar y los Emiratos Árabes. Tal parece que, por ahora, y ante el encandilamiento del presidente imperial con los lujos, magnificencias y promesas de sus reales anfitriones de las monarquías árabes, y la oposición férrea de muchos países a la agenda de exterminio y desplazamiento de la población palestina, la pretensión de Israel de borrar a Palestina del mapa del mundo no avanzará.
Ahora mismo, Palestina necesita una tregua real de la guerra y los bombardeos. Un cese al fuego de verdad, que obligue a Israel a detener sus matanzas y a permitir la imprescindible ayuda humanitaria.
Solo así, se levantarán nuevamente el espíritu laborioso y la voluntad de hierro del pueblo palestino y se pondrán de pie, entre los escombros, la devastación y el luto para reconstruir sus vidas, sus familias y seguir reclamando justicia, libertad y un gobierno propio que les reconozca sus derechos civiles y humanos. El futuro de Palestina es nuestro futuro y el de todos los pueblos en lucha y resistencia por un mundo más justo, equitativo y solidario. Seguiremos luchando para que ningún pueblo jamás enfrente la amenaza de ser borrado del mapa por medio del desplazamiento, el exterminio y el genocidio.