Puerto Rico para todes 

 

Especial para En Rojo

En el año 1970, a la edad de 15 años, ante mi comunidad escolar, asumí mi identidad de género como hombre transmasculino. Entonces fui referido a la clínica de psiquiatría que el Departamento De Instrucción Pública mantenía en Río Piedras. Durante tres años fui sometido a tratamientos de terapias (torturas) de conversión dirigidas a suprimir mi identidad de género, consistentes en psicoterapia, narcóticos farmacológicos y exámenes físicos. A los 18 años me independicé de mi núcleo familiar y a motu proprio opté por salir de dicho tratamiento. Esto me marcó, y las secuelas del daño ocasionado a aquel niño que fui aún siguen vigentes. No obstante, soy un sobreviviente.

En el año 1989 me encontraba de vacaciones en el Estado de N.Y. Coincidió con el evento de la parada de orgullo gay a la cual asistí. Llamó mi atención ver a muchos de los presentes, desfilar con uniformes o atuendos propios de su profesión. Policías, bomberos y bomberas, profesionales de la salud y profesionales del derecho que vestían sus togas, entre otras y otros. Pero lo que más me impresionó fue notar que cuando los y las policías desfilaban, los asignados a prestar servicio de seguridad al evento intencionalmente se viraban, dándole la espalda a sus compañeros y compañeras, gais y lesbianas.  Una mezcla de dolor e indignación se apoderó de mí. Ese día también me marcó y desde entonces, decidí que desde mi humilde trinchera combatiría la discriminación, el abuso, la injusticia, y los prejuicios que derivan en desigualdad e inequidad hacia sectores en vulnerabilidad, con mayor énfasis en la comunidad LGBTTQI+ a la cual pertenezco.
Nuestra patria y la humanidad en general tiene una deuda de reparación para con los millones de personas pertenecientes a la disidencia sexual, víctimas de una violencia sistemática e institucional desde el patriarcado. Sistema diseñado para privilegiar al género masculino sobre el género femenino e invisibiliza la existencia de otros. Además, privilegia a las personas desde el constructo cis-heteronormativo.

Desde la revuelta de Stonewall el 28 de junio de 1969, cuando, cansados de redadas violentas, los gais, lesbianas y transexuales, se levantaron y decidieron combatir el abuso policial, hemos pagado con sangre, vida y libertad los avances en derechos humanos.

Es imperativo mantenernos alertas y combativos desde la resistencia, pues los derechos conquistados no están escritos en piedra y dependen del vaivén político oportunista. Hoy redirigido hacia la derecha opresora, que pretende regresarnos al Medioevo. La impunidad de los discursos tóxicos y agendas de odio desde espacios religiosos y de una política neoliberal y fascista promueven, patrocinan y menoscaban nuestro derecho a ser y existir en paz. Las redes sociales y la prensa comercial se hacen eco y cómplice de ello al sucumbir al morbo y diseminación de tales agendas discriminatorias.

En la legislatura de Puerto Rico hay políticos canallas legislando en contra de los derechos básicos de las personas de identidad Trans puertorriqueñas. Ello ha contribuido al discrimen en espacios de salud, (profesionales negando servicios a personas Trans y no-binarias), vivienda, educación y cupo laboral, lanzando a mujeres trans a la calle para dedicarse a la prestación del sexo servicio y poder sobrevivir para llevar el pan a su casa, desprovistas de leyes que protejan su vida o seguridad. En los últimos 4 años han asesinado alrededor de una docena de personas de la comunidad LGBTTQI+ y a la mayoría aún no se le ha hecho justicia. La Policía de Puerto Rico constantemente viola sus propios protocolos cuando se trata de víctimas de identidad Trans, provocando su revictimización y el desasosiego en un colectivo de por sí en estado de vulnerabilidad y riesgo.

Las leyes y políticas públicas dirigidas a facilitar y respetar el derecho de todo ciudadano independientemente de su identidad de género u orientación sexual son urgentes y necesarias en nuestra patria. Algunos de los derechos adquiridos, entre ellos el matrimonio igualitario y el cambio en el encasillado de genero de las personas Trans, han sido reconocidos a través del imperio colonizador, los cuales abrazamos desde la supervivencia y la vergüenza ajena debido a la cobardía de políticos elegidos por el pueblo.

Por otro lado, no importa quién sea ni de donde venga, no se pueden reconocer como luchadores de la libertad y los derechos humanos, a aquellos o aquellas que se expresan u ocupan espacios hostiles y de prejuicio en contra de la diversidad sexual, la misoginia, xenofobia o se proclaman trans-exclusionarias desde su privilegio cis. Por el contrario, son enemigos de la libertad.

El autor es activista por los derechos humanos.

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