Especial para En Rojo
La literatura LGBTQ+ ha sido un vehículo poderoso para la expresión y la visibilidad de las comunidades en Puerto Rico, reflejando tanto los avances como los desafíos en la aceptación social. A lo largo de las décadas, la literatura ha servido como un espejo de la sociedad puertorriqueña, capturando las tensiones entre la tradición y el cambio. En los años 50 y 60, los escritores LGBTQ+ enfrentaron discriminación y censura por parte de la academia y editoriales, pero persistieron en su lucha por la expresión auténtica desde la diáspora forzada. El cuento “¡Jum!”, del autor Luis Rafael Sánchez, publicado en 1966, constituye un emblemático ejemplo de la homofobia y la violencia antihomosexual colectiva previas a los movimientos de liberación. Con el tiempo, la literatura LGBTQ+ en Puerto Rico ha ganado prominencia y aceptación, como se evidencia en la antología pionera «Los Otros Cuerpos» (2009), la reedición y estudio de la obra de figuras literarias como Manuel Ramos Otero y Abniel Marat, y la visibilidad local y en el exterior de importantes autoras y autores queer en diferentes géneros literarios.
La censura y la reacción pública a esta literatura siempre han sido complejas en nuestra sociedad colonial. La literatura LGBTQ+ puertorriqueña no solo se enfrenta al rechazo de los lectores conservadores, sino que también le afectan los problemas sociales adyacentes al colonialismo, como el elitismo académico y literario, el clasismo, el machismo y el eurocentrismo que han predominado en el ambiente literario creando un canon constituido por escritores de género masculino, cristiano, blanco, de alcurnia, que gira alrededor de un imaginario patriótico y nostálgico que dejó poco espacio para otros sectores como las mujeres, afrodescendientes, la clase obrera y otras marginalidades.
Ya para la década de los setenta hay voces muy fuertes que simplemente no pueden ser ahogadas. “Concierto de metal para un recuerdo y otras orgías de soledad” (1971) de Manuel Ramos Otero abre un periodo fundacional que continúa hasta los años noventa: “Las mujeres no hablan así” (1981) de Nemir Matos Cintrón; “Las voces del asedio” (1988) de Armindo Núñez Miranda; “Poemas de lógica inmune” (1991) de Joey Pons y Moisés Agosto Rosario; “Cabronerías: historia de tres cuerpos” (1995) de Daniel Torres; “La patografía” (1996) de Ángel Lozada; “Sirena Serena vestida de pena” (2000) de Mayra Santos Febres y “De buena tinta” (2000) de Osvaldo Luis Cintrón.
El “Boom” de la literatura LGBTQ+ puertorriqueña se dio tardío, si lo comparamos con el resto de Hispanoamérica, en la segunda década del siglo veintiuno, como consecuencia de la publicación de la antología “Los otros cuerpos” (2009), el proceso de liberación de la literatura fuera de los círculos literarios riopiedrenses con la creación de la Maestría en Creación Literaria en la Universidad del Sagrado Corazón y el auge de las redes sociales. Un junte de nuevas voces lideradas por los veteranos Abniel Marat, Daniel Torres y Aixa Ardín Pauneto crean el colectivo literario Homoerótica y toman por asalto la actividad literaria en la capital. Autoras como Yolanda Arroyo Pizarro, Ana María Fuster Lavín, Luis Negrón, Eirïc R Durandal Stonecrow, Carlos Vázquez Cruz, Max Chárriez y Xavier Valcárcel son un ejemplo de este movimiento que todavía sigue activo en el quehacer literario 10 años después. Como consecuencia surgen nuevas marcas editoriales y una gestión cultural sin precedente.
En términos de recepción, la literatura LGBTQ+ ha provocado una variedad de respuestas. Por un lado, hay una aceptación creciente y un reconocimiento de la riqueza cultural que aporta esta literatura. Por otro lado, persisten las actitudes conservadoras y la resistencia, en especial de la academia. En Puerto Rico, la literatura LGBTQ+ no solo es un reflejo de la lucha por la igualdad y la aceptación, sino también un catalizador para el diálogo y el cambio social, político y económico.
El panorama actual en Puerto Rico muestra una dualidad: un movimiento LGBTQ+ imparable y una sociedad que aún está aprendiendo a abrazar plenamente la diversidad. La literatura LGBTQ+ sigue siendo un campo de batalla simbólico y real para los derechos y la representación, y su evolución continuará siendo un barómetro crítico del progreso social en la isla.