Sera otra cosa: Cantaleta del huracán

¿Hablar más del huracán? ¿No está harta la gente de contar la aventura del huracán? ¿De quejarse de lo que ha venido después del huracán, de lo que había y pasaba desde antes del huracán?

¿Cómo hablar de esto? ¿Como nos consuelan en los medios los mismos que nos atosigan con las campañas electorales, con los gerentes de la chapucería, el amiguismo y el despilfarro? ¿Necesita la gente más de este sospechoso optimismo? ¿No será amargo para mucha gente ese echepalantismo, el notequiteo ése? Por otro lado, ¿necesita la gente más malas noticias? ¿Más desazón? ¿No tienen suficiente con este estado de mortificación constante que ya está empezando a crear hábito?

De veras, ¿hace falta hablar más del huracán? ¿Debemos olvidar el terror de aquella noche? ¿Cómo describir ese momento en el que leíamos en las pantallas sobrevivientes que lo peor estaba por venir? ¿Cómo puede ser, Dios mío, quien aguanta esto? Habremos olvidado el alivio de esa tarde, al salir de los pasillos, sentir el viento de tormenta aún y encontrarnos vivos a pesar de los destrozos?

Y aquel calor del otro día, y aquellas filas, y la conversación constante, ay, todo el mundo hablando de lo mismo, pero estamos bien, estamos bien al menos, y consolar a los de lejos, estamos bien, saldremos de ésta, no se preocupen. ¿Como hablar del huracán? Otra vez hacerle el cuento a la hermana que nos llama desde el norte, volver a la anécdota repetida, a quién le mando chavos, qué necesitas, qué indignidad, cómo ayudarte, qué coraje. ¿Quiere la gente escuchar más del huracán?

¿Quiere la gente comentar todavía más la angustia y la desesperanza de los otros, de esos que están peor, siempre peor, y que ahora están irremediablemente, visiblemente, peor? ¿Pecamos de mesianismo, de indiferencia, de ineptitud, de condescendencia? ¿Necesitamos hablar más de esto?

¿Hablar más de los ruegos, dios, que al menos le llegue la luz a mi vecino para no tragar más diesel, para no escuchar más ese rugido, que caiga al menos un aguacero para que refresque, que no llueva esta tarde para que no se inunde, que al menos esté nublado para que no me achicharre por el camino, si el colmado estuviera colmado, ay, si se pudiera llegar de aquí a un colmado, si encontrara agua, que no sea dengue lo de mi hijo, que termine esto pronto, hablar más de esto?

Puede que no, que esto no necesite decirse otra vez, de esta manera, puede que esté perdiendo el tiempo, que no valga la pena el esfuerzo, puede que no, pero acá ha llegado la luz, acaso por un rato, no se sabe, y tengo tiempo para escribirte, así que hablo del huracán, que es de lo único de lo que puedo hablar en estos días. Aquí va. Espero que sirva de algo, para calmar los ánimos, para mantenerlos, para entretenerte de la espera o de la angustia, para recordarnos, acaso, que estamos vivos y coleando, para constar que estamos aquí o allí, pero que estamos, y estamos mortificados y rabiosos, y seremos, mientras nos obstinemos en ser: gente, tribu, familia, nación, reguerete, lo que inventemos, lo que podamos, para ayudarnos a pasar, siempre, el huracán.

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