En estos días en que se agudizan las complicidades coloniales nos hace falta el espíritu de Canales. Pocos en nuestra historia fueron tan indomables e ingeniosos como él. Y pocos emprendieron tantos proyectos, al punto que, por no dejar de hacer, hasta empresario del teatro Venus de Ponce fue, responsabilidad para él “más codiciada . . . que la de gobernador de Puerto Rico o presidente del Tribunal Supremo”. (“Arenga de empresario”, 1913)
Gracias a la labor del profesor Servando Montaña Peláez, quien ha publicado sus escritos, podemos conocer más de este indómito ser.
Nació Nemesio en 1878 en Jayuya, estudió leyes en España y en Estados Unidos. Tan pronto regresó a Puerto Rico organizó su oficina de abogado e incursionó en la política a través del Partido Unión. Fue electo delegado a la Cámara. Como legislador presentó un proyecto para concederle a la mujer la plena igualdad que al hombre. (Por supuesto, fue derrotado por los “prohombres” de la política.)
No se sentía del todo a gusto con su profesión, prefería la lucha de ideas y la belleza artística. Asimismo fue crítico y divulgador de las nuevas tendencias artísticas y literarias. Necesitaba la palabra para decir ideas que anunciaran un tiempo mejor. Por eso fundó y colaboró con varios proyectos editoriales.
Publicó la serie Palique en el periódico El día de Ponce. Escribió Vendimia literaria para la Revista de las Antillas. Colaboró con el semanario Juan Bobo. Fundó la revista Cuasimodo. Dirigió el semanario La Semana. Pero lo pequeño y mezquino del país le asfixiaba.
Por eso mismo se ausentó, y se fue a ampliar su lucha. Se entregó en cuerpo y alma al proyecto de lanzar la revista Idearium, desde fuera del país, y con proyección internacional.
En agosto de 1921, Canales regresó a Puerto Rico. Poco antes, el 30 de julio de ese mismo año, el gobernador E. Montgomery Reily, mejor conocido como Moncho Reyes, había dado su discurso de toma de posesión. En este declaró que ningún independentista podría formar parte del gobierno y declaró proscrita la bandera de Puerto Rico. Esto revolcó el avispero y se generó una campaña para su destitución. En el 1922 Canales tenía a su cargo la dirección de La Semana y publicó, pues, el artículo, Yo acuso, de su amigo Alfonso Lastra Charriez. El escrito era una crítica a Reily. Las consecuencias no se hicieron esperar. A Canales le solicitaron la renuncia en el Departamento de Justicia, donde trabajaba. Pero también participó en la polémica pública censurando al gobernador. En su artículo ¡Dios y hormiga! (publicado en La Semana en septiembre de 1922) contesta el escrito, Los responsables, de Capó Rodríguez, que critica la posición desafiante de Barceló (del Partido Unión) ante el nuevo gobernador. Escribe Canales: “¿De modo, señor [. . .], que en opinión de usted el señor Barceló hizo mal en no ponerse boca abajo y aceptarle al Gobernador sus dos famosos cánones? ¿Pero se ha dado usted bien cuenta de lo que dice? Porque lo que dice usted . . . es enorme. Es lo más antidemocrático que yo he oído en mi vida. Es pedirle a un pueblo que renuncie de buen grado a su libertad de opinión. Es sancionar el atropello más brutal, más incalificable que se le puede hacer a una comunidad: despojarla de su derecho a pensar de distinta manera que sus gobernantes.”
Criticó la economía mundial basada en la competencia y propugnó un sistema fundado en el principio de la cooperación. En un texto de 1919 titulado “La situación” en el que analiza las circunstancias internacionales escribió: “Una de dos: o salto resuelto hacia atrás, y se le cortan las alas al obrero [. . .] y se echan abajo en masa los derechos individuales y las constituciones . . .; o salto resuelto hacia delante, procediéndose, serena e inteligentemente, a la sustitución del sistema individualista de la competencia y del beneficio privado, que no ha dejado jamás pasar diez años sin una guerra ni un día sin un nuevo cuadro de miseria y degeneración, por el sistema colectivista de la cooperación . . .”
Pero si pensó y actuó en el drama de lo histórico humano también supo captar con mirada más amplia la condición humana. Supo ver la grandeza de la que el ser humano forma parte y meditó sobre la “Vida”, con mayúsculas, viendo la maravillosa pequeñez del individuo. Por lo mismo, asumió una actitud filosófica que era toda una visión del cosmos. Escribió en su ensayo, “Vislumbres del enigma” (1918): “Somos una condensación de la masa cósmica universal, condensación que en cada individuo se tiñe de un color, de un matiz, de una luz especial, y aspiramos a vivir, porque aspiramos a arder hasta el fin, quemar hasta el fin todo el gas de misterio, todo el fluido de infinito que hemos recibido.”
Dentro de esta concepción el yo se le hace una ilusión: “Todo lo que hay de individualidad en nosotros es tan ilusorio como lo que hay de individualidad en la sombra con relación a los cuerpos y en la espuma con relación a la ola. Sombra y espuma no son más que aspectos, ilusiones ópticas del cuerpo y del agua respectivamente. No existe el hombre A, el hombre B, el hombre C, pues todos no somos otra cosa que la fuerza o energía universal y eterna que llamamos la Vida y que las religiones designan con el nombre de Dios.”
Vemos en Nemesio a un ser humano que actuó críticamente sobre lo histórico con una gran conciencia de su lugar dentro de la realidad total del universo. ¿Quién logra tal intensidad?
Lamentablemente para el país, el 14 de septiembre de 1923 ardió hasta el final, muy temprano, a los 45 años, el fluido de su infinito.
Ay, Nemesio, qué falta nos hace tu espíritu.
El autor es profesor de la UPR en Río Piedras.