Un cuento y un poema

 

 

José Buscaglia Guillermety

Siendo aún estudiante universitario sucedió que tuve que asumir temporalmente la dirección del Hispanic Club debido a que un buen amigo que ostentaba dicha posición fue puesto en probatoria debido a una acusación de plagio. Si bien recuerdo, la única actividad formal que organicé fue la de una conferencia de don Jorge Guillén, quien durante su prolongado exilio impartió cátedra en Wellesley College del 1941 al 1957.[1] Guillén fue además para aquel entonces el Eliot Norton Lecturer en Harvard en el curso académico de 1957-58.[2] Cabe destacar que, junto a Salinas y a Juan Ramón Jiménez, Guillén fue una de las tres luminarias de la literatura hispánica que laboraron y se relacionaron más directamente con nuestro Puerto Rico.

Para el 1964 mi estudio de escultura en la Universidad de Puerto Rico estaba localizado detrás y a corta distancia del Centro de Estudiantes. Fue entonces que al regresar de almorzar en el Centro me reencontré con Guillén sentado en solitario en la terraza de dicha dependencia. Los estudiantes le pasaban por el lado ignorando tal vez que se trataba de uno de los más insignes poetas y académicos del siglo 20. Me identifiqué y rememoramos los tiempos de su asociación con la Universidad de Harvard y de su larga estadía en Nueva Inglaterra.

Su hija, Teresa Guillén Cahen, fue la esposa del profesor de Literatura Hispanoamericana de Harvard, Stephen Gilman, con quien casi todos los hispanohablantes en aquellos tiempos tomábamos cursos. Desde luego, nuestro conocimiento de la lengua nos ofrecía una gran ventaja y, además, nos ayudaba a elevar nuestro índice académico. Era costumbre entonces que los profesores invitaban regularmente a té a los estudiantes a su residencia los fines de semana y así fue como conocí a doña Teresa y a la familia Gilman–Guillén. Por añadidura, Josefa Busó, la hermana del síndico de la UPR, el Dr. Roberto Busó, ejercía como correctora de pruebas de Guillén. El sobrino de doña Josefa y yo íbamos a almorzar casi todos los fines de semana a su apartamento en Commonwealth Ave. en Boston.

Durante el aludido reencuentro con Guillén en la UPR le invité a acercarse a mi taller y quedé en recogerlo al día siguiente.[3] En el 1964 en el taller se encontraban los modelos en yeso a tamaño de los cinco grupos escultóricos de La Plaza de la Herencia de las Américas, la estatua de Robert Frost y otras piezas. En la mano de Frost yo había colocado mi copia del libro Cántico, de Guillén (versión completa del 50 publicada en Buenos Aires). Guillén al entrar al estudio dijo: “Pero si este es mi amigo Frost.” Luego al acercarse se dio cuenta que Frost sostenía su Cántico en su mano derecha, y añadió: “Pero, ese no es su libro”, a lo cual yo añadí, “Pero está en muy buenas manos”. Luego examinó con detenimiento los grupos de la Plaza de la Herencia y, en particular, se interesó en el que yo en esos momentos trabajaba La Herencia de Sangre. Antes de su partida me preguntó si le podía prestar su libro y se lo llevó consigo ese día. A la mañana siguiente regresó al taller y me devolvió el libro al que había añadido de puño y letra lo siguiente:

En la página del título puso–

“A José Buscaglia

que vive ya en su ciudad del arte,

Muy cordialmente,

Jorge Guillén

Río Piedras, 28 de enero de 1964”.

En la última página del índice, añadió dos numeraciones y en las páginas en blanco al final del libro, el siguiente poema alusivo al tema de la integración de las razas representado en el grupo escultórico de La Herencia de Sangre:

De HOMENAJE

Aquella flauta

Inca Garcilaso, COMENTARIOS REALES, 2, XXVI

El Inca prodigioso Garcilaso

Lo cuenta. Recordarlo es un deleite

Que inspira amor a la figura príncipe

Donde se funden los extremos tensos.

A deshora en el Cuzco,

Majestuoso Cuzco milenario,

Ya avanzada la noche hacia un peligro

De vientecillo de selva

—Y su rumor, que ya no es de follaje—

 

A deshora una flauta,

Quizá desde un otero,

Mantenía un filo de sonido

Muy agudo, tal vez alguna súplica.

…Y un español avizoró unos pasos:

Una india a deshora.

— Déjame, ir, señor, a donde voy.

Me llama aquella flauta con ternura

Que ir allá me fuerza.

Déjame por tu vida. ¿Tú no oyes

La flauta que me arrastra con amor?

Yo seré su mujer.

Él será mi marido.

 

Durante aquella estadía en Puerto Rico, Guillén solía bajar casi todas las tardes al taller donde se sentaba en una butaca a charlar y a examinar el progreso en las obras que allí se realizaban. Yo acostumbraba tener disponible una jarra de vino y copas para los visitantes, ya que se trataba de un taller abierto al público y yo, por mi cuenta, había establecido esta costumbre.

Por coincidencia histórica, Guillén, Balseiro y otros confirman que el gran amigo de Guillén, Pedro Salinas escribió su largo poema con catorce variaciones, “El Contemplado, en la terraza del Club Afda en El Condado.[4] Señala Guillén que de hecho Salinas añade a su poema “A la Fraternidad Afda” como dedicatoria casi única en toda su obra. Mi padre, quien fue testigo presencial de esta historia me lo relató en varias ocasiones.

Aparte de toda la obra de Juan Ramón Jiménez producida en Puerto Rico y del ya referido poema de Salinas, cabe añadir “Aquella Flauta, dedicado a un grupo escultórico que hoy se encuentra junto con los otros cuatro de este conjunto al pie de la muralla en el Paseo de la Princesa en el Viejo San Juan. No lejos de este lugar, en el cementerio de Santa Magdalena Pazzis, al otro lado de la muralla, se encuentra la tumba de Salinas, quien dispuso que en ese lugar descansasen sus restos mirando desde su eternidad al mar que motivó una de sus grandes obras maestras.

El libro Cántico con el poema inédito y todas sus inscripciones se encuentra depositado, junto con todos los demás documentos de toda mi obra de más de setenta años, en El Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

José Buscaglia

Johnston, Rhode Island – 2020

  • Se anexa foto ejecutando el cincelado en bronce del aludido grupo escultórico tomada en la Fundición Hermanos Codina en Madrid (c. 1975).

Nota sobre los textos del escultor José Buscaglia

y del poeta Jorge Guillén

Orlando José Hernández

 

La Universidad de Puerto Rico ha sido en distintos momentos un lugar donde se han juntado grandes creadores. El relato del escultor puertorriqueño José Buscaglia sobre su reencuentro con el poeta español Jorge Guillén hace casi 60 años en ese campus es prácticamente desconocido, pues aún está sin publicarse la memoria de ese importante escultor. Las fascinantes exploraciones del artista sorprenderán a los lectores cuando esa memoria se publique. Acá se cuenta uno de los incidentes que la conforman.

Tras su regreso a Puerto Rico, en 1964, el joven escultor laboraba en la Universidad, donde tenía allí un taller abierto al público en un edificio cercano al Centro de Estudiantes del campus riopedrense. Quienes allí llegaban podían acercarse al proceso artístico, contemplarlo y conversar sobre este. Esa práctica permitía al espectador entrar al espacio de la creación y así participar de esta.

Los nombres que se mencionan en el relato sugieren una riqueza cultural de múltiples conexiones. La presencia en la Universidad de dos importantes poetas españoles desterrados a raíz de la Guerra Civil Española, Pedro Salinas y Juan Ramón Jiménez, incluso después de fallecidos, se había tornado legendaria.

Por otra parte, debemos a la gestión de José A. Balseiro, poeta y crítico puertorriqueño, la realización del Monumento a Hostos por el escultor español Victorio Macho Rogado. Balseiro lo había propuesto en carta pública en 1924 y se dio a la tarea de que se lograra, lo que sucedió dos años después. Ese monumento llegó a cobrar una dimensión muy particular. Primero, porque se sufragó mediante una colecta popular en la que se recaudaron los $10,000 que costó. De modo que el pueblo de Puerto Rico era su verdadero propietario. Segundo, porque en algún momento le eliminaron las bandas que identificaban las dos figuras alegóricas como “Patria” y “Sociología”, que fueron restituidas solo hace unos años. (Da a pensar que esa había sido obra de reaccionarios o de administradores que seguían las políticas represivas de la administración colonial.) Tercero, porque entre universitarios y no universitarios, todos los 11 de enero, natalicio del ilustre educador, ese Monumento a Hostos se convertiría en el lugar de reunión de educadores, estudiantes y activistas para reverenciar su memoria. En esas conmemoraciones se usaba como brújula el pensamiento hostosiano y se seleccionaba a algún distinguido conocedor de la obra del pensador —generalmente un académico— que disertaba sobre la misma y sobre las terribles repercusiones del colonialismo y otros males que aquejaban a nuestro país. Mientras era profesor del recinto, Buscaglia llevó a sus estudiantes a lustrar la patina del monumento de Macho, como lo evidencia alguna de sus fotos. Es bueno señalar que el propio Buscaglia produciría varias de las más originales creaciones sobre Hostos, tanto en bronce como sobre el lienzo.

En su breve texto, Buscaglia nos muestra cómo la sensibilidad se hace creadora por vía de la simpatía. Pero fue la casualidad la que posibilitó el encuentro con la poesía. Tanto Guillén como Buscaglia habían sido amigos del poeta estadounidense Robert Frost. De hecho, Buscaglia había trabajado la última escultura de Frost y ahora Guillén veía su importante libro Cántico, en manos de la figura de bronce de su amigo Frost y procuraba una explicación. “Pero ese no es su libro”, protestó Guillén al verlo reposando en manos de la figura del poeta estadounidense. “Pero está en muy buenas manos”, le respondió Buscaglia.

Guillén sentiría que la obra monumental en la que trabajaba Buscaglia entonces, La Herencia de Sangre, estaba vinculada al tema del mestizaje. Al sentirlo así buscó una instancia en la que el mestizaje tuviera un papel significativo: “donde se funden los extremos tensos”. Recurrió a un texto de Garcilaso el Inca para escribir el poema que le obsequiaría a Buscaglia al día siguiente. El reencuentro entre los dos artistas habría de seguir el cauce de lo originario y lo poético, amenizado por el tañer enamorado de “Aquella flauta”.

 

[1] Jorge Guillén (1893-1984) fue uno de los poetas españoles más significativos del siglo XX. Al terminar la Guerra Civil Española estuvo encarcelado y decidió exiliarse. Destaca en su obra poética el libro Cántico (1950). Fue profesor invitado en la Universidad de Puerto Rico, Río Piedras, en varias ocasiones entre 1961 y 1964.
[2] Se trata de la Cátedra de Poesía Charles Eliot Norton, auspiciada por la Universidad de Harvard desde 1925, que selecciona a un creador estadounidense o internacional de primer orden para dictar seis conferencias en esa Universidad. Entre los escritores de lengua española que han recibido ese reconocimiento cabe mencionar a Pedro Henríquez Ureña, Octavio Paz, Jorge Luis Borges y al propio Guillén.
[3] El reencuentro se da varios años después de conocerse en Harvard. Buscaglia había sido aprendiz de escultura con el Maestro catalán Enrique Monjo, en Barcelona. Había instalado su taller en la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras, y empezaba a destacarse como escultor de monumentos.
[4] La Asociación Fraternal de Amigos (AFDA) fue fundada en el 1923 y todavía tiene su sede en la calle Cervantes No. 2, del Condado, en San Juan de Puerto Rico.
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