Violencia y criminalidad en Puerto Rico

 

CLARIDAD

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No es falta de valores, tampoco es que hacen falta más medidas represivas. La violencia que se manifiesta cada día en Puerto Rico es un problema estructural, coincidieron en describir dos sociólogos entrevistados por CLARIDAD.

El asesinato de cinco jóvenes (entre el 22 y 23 de julio), tres de ellos adolescentes, dos féminas de 15 y 13 años, un varón de 15 años, y los otros dos, uno de 18 y el otro de 27 años, es otro de esos episodios que provoca tristeza y consternación en la sociedad puertorriqueña y exige que hagamos esfuerzos por estudiar, explicar y entender la situación para poder plantear alternativas.

El profesor retirado de la Escuela Graduada de Trabajo Social de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Víctor García Toro, apuntó de entrada que le preocupaba la reacción inmediata de algunos políticos de plantear que hay que desarrollar una política de seguridad. “La seguridad no es meramente el asunto de la criminalidad. La criminalidad es la manifestación última de esas otras cosas que le dan seguridad al pueblo y que inciden sobre la calidad de vida de las personas”. Es decir, que la cuestión social, las circunstancias sociales, es ese caldo donde se cuecen todas las cosas que pasan en esta sociedad. Observó que no es que no haya políticas, sino que las que hay son desacertadas. Las políticas han ido dirigidas a la cuestión del crimen, no a las circunstancias sociales.

 

Medios de comunicación y valores

 “Una cosa que me quedó claro con este caso (el asesinato de los jóvenes) es que estos hechos se convirtieron en un mercado para los medios de comunicación. Otro ejemplo el caso de Verdejo; se convirtió en una telenovela”. Sobre este particular, criticó que el sistema de justicia no adoptara ningún criterio sobre qué cosas se podían decir y mostrar más allá que al jurado. Expuso que muchas personas no tienen cómo digerir toda la información relacionados a casos de violencia y asesinatos que los medios de comunicación llevan a la palestra pública y muchas de ellas lo que experimentan es que existe un sentido de  impunidad, en el sentido de que aquí se puede hacer cualquier cosa.

“La gente habla de valores, los valores son de la sociedad. En un lugar que hay tanta corrupción, ¿cuál es el valor entonces? A la  gente se le paga por ser deshonesta.  En ese contexto de la cuestión social, todo el mundo tiene valores, pero las cosas se han ido modificando a nivel de lo que es válido y lo que no lo es”.

García Toro describió que hay personas que no se han dado cuenta de que la mejor forma de solucionar las cosas es dialogando, y en su lugar recurren a la venganza, a silenciar a las personas, a pagar para que las maten, como si las personas tuviesen precio. “Eso hiere el valor de la dignidad del ser humano”. En el momento en que hay una noción de la normalización de la violencia, la gente acepta la sucesión de actos de conductas violentas como cualquier otra cosa. Ante el sentido de indignación, lo que hace  la gente es que se encierra y, desde una perspectiva política, para el Estado, es mejor tener a la gente encerrada que participando y en movimiento, pidiendo que se haga justicia.

“Es un círculo vicioso, ¿el acceso a una buena educación, el acceso a una vivienda adecuada, cuál es el impacto de la pandemia y la crisis que ha habido sobre la alimentación básica en este país? Es una violencia de origen estructural.  Los políticos no le prestan atención a ese concepto porque la gente no sabe leer de dónde viene la violencia, pero los políticos no la ven porque la gente no se pregunta por qué  es que yo estoy en esta situación de pobreza.  Esta violencia estructural que se mueve alrededor de todo lo que nos rodea proviene desde las estructuras del Estado y de las estructuras de la élites políticas económicas”, manifestó García Toro.

La inexactitud de las estadísticas del Gobierno

 Para el profesor de Sociología y exsecretario del Departamento de Educación (DE), César Rey Hernández, mirar el problema de la criminalidad y la violencia desde lo que dicen las estadísticas es irrelevante. Primero, porque las estadísticas aquí no son exactas debido a la manera en que se recogen.   No todos los crímenes, no todas las muertes se reportan, no todas los raptos o personas desaparecidas se reportan, no todos los asesinatos se esclarecen, ni siquiera se saben. Así que lo primero para ver la situación es cuestionar las estadísticas, apuntó.

“Creo que el país no tiene un retrato exacto, y eso es parte del problema”.  El doctor Rey Hernández rechazó la postura del Gobierno de considerar que el que haya 42 asesinatos menos que el año pasado en esta misma fecha sea un logro. Por el contrario, lo encuentra ridículo. “El hecho de que aquí cada 27 horas se suicida una persona —esos son los números que se reportan— debería ser motivo de alarma. En un fin de semana pueden morir 9 personas víctimas de asesinato. Creo que los homicidios en más de un 90 % son producto de la narcoeconomía”.

Narcoeconomía de adultos, oportunidad de jóvenes marginados

En sus estudios, este ha identificado que nada más en los puntos de drogas del país se generan más de $3 mil millones, lo que calificó de cifra alarmante. Observó que ese era el presupuesto que hace 10 años tenía el DE. Otro dato que ha identificado es que más del 80 % de los puntos de drogas tienen la intervención de menores de 18 años. A su juicio, la razón para esto es que “es mano de obra barata, un ejército de reserva que está ahí y está necesitado, y porque hay recursos legales que le favorecen a un menor que no tiene un adulto. Así que ese es el caldo de cultivo”.

En esa línea, reveló que más del 52 % de los menores de 18 años, según el Instituto de Desarrollo de la Juventud, viven bajo los niveles de pobreza. “Nosotros somos la jurisdicción más pobre de Estados Unidos, y esos son cálculos federales, para aquellos que piensan que ese es el cálculo adecuado. No es la pobreza de Haití, para que nadie vaya a llevar los ejemplos donde no corresponde. Es la falta de oportunidad, la falta de un sistema alimentario adecuado, es la falta de atención, falta de acceso a cultura, de acceso a un bienestar de calidad de vida, porque la pobreza tiene múltiples manifestaciones; no es vivir en la miseria, que es lo que la gente dice. Claro, no es la misma dimensión, pero en el estándar de vida de Puerto Rico, evidentemente, está ahí una población que está marginada”, manifestó el sociólogo.

Es ese escenario, añadió, lo que nos lleva a buscar piezas de información para encajar una cosa con la otra, como por ejemplo, el testimonio de jóvenes que le han dicho “yo prefiero vivir poco y bien, que mucho y mal”. “La narcoeconomía manipulada por adultos, no por niños ni por jóvenes, es un espacio de oportunidad económica ante una sociedad que vive de manera muy materialista”.

El doctor Rey Hernández fue crítico de que en Puerto Rico vivimos en virtud de la apariencia, en una sociedad consumista, que encima ha normalizado la violencia como una clave para el éxito. Trajo como ejemplo la violencia que se ve en el cine, el de una sociedad que exalta las armas como parte del   elemento indispensable para la sobrevivencia e, inclusive, de toda una filosofía de que tenemos que armarnos como parte de la sobrevivencia.

Conciencia gubernamental y educación

“Llevamos 20 años hablando de la incorporación de menores a la violencia en este país, eso es un hecho. Se ha legislado, creo que se ha tomado alguna acción, pero no se ha educado al respecto.  Creo que hace falta una conciencia ciudadana, una conciencia gubernamental, trabajar un currículo que alimente una codificación de esa violencia, y eso toma tiempo. No hay varitas mágicas, no es condena de muerte, no es cadena perpetua, no es el baño de los biombos azules de los que hablaba una vez un superintendente”.

El sociólogo y educador reparó en la necesidad de educar una sociedad pacífica y en que eso toma tiempo. La incorporación de las humanidades, la incorporación del deporte, las oportunidades a los jóvenes que se encuentran en desventaja. Su observación es que la mayoría de los jóvenes que  son víctimas de actitudes y violencia de adultos no tienen acceso a una cantidad de oportunidades que otros jóvenes en otras sociedades tienen.

“Eso no tiene nada más que ver con dinero, muchos de estos jóvenes no tienen ni padre ni madre que se preocupen por ellos. He visto jóvenes que en un momento dado sus padres estaban presos, o eran adictos, o tenían muchísimo dinero y no estaban pendiente a ellos”.

Regresando al punto de partida sobre la necesidad de repasar los protocolos de cómo se levantan las estadísticas, cómo se identifican los problemas, cómo es la relación entre las agencias, dijo que su experiencia en el Gobierno es que no había suficiente comunicación adecuada entre estas.

Cuestionado como exsecretario del DE sobre si había tenido la oportunidad de examinar el efecto del cierre de 800 escuelas sobre esta población, Rey Hernández afirmó que sin duda ha tenido un efecto. “Es una realidad que el cierre del 50 % —cuando me fui en el 2001 había 1,580 escuelas aproximadas, hoy hay más o menos 865— no solo cerró la escuela, sino cerró la comunidad, y esos jóvenes o se fueron de Puerto Rico o desertaron, o sencillamente estamos hablando de una población que fue olvidada. Eso tiene unos efectos. Los lanzas a la calle,  los lanzas al proceso tal vez más terrible desde el punto de vista de la falta de oportunidades: la marginalidad”.

Señaló, además, que  no cabe duda  que las reformas no planificadas, las reformas improvisadas,  las cuales  fueron aplicadas por cuadre de chequera, no por una motivación académica, educativa, filosófica, fueron hechas por una empresa de Estados Unidos que no tenía noción de lo que estaba haciendo. Hubo escuelas de excelencia que fueron cerradas y escuelas malas que fueron abiertas. Se mezclaron comunidades que no se toleraban entre sí, lo que provocó mayor violencia y mayor deserción. Estos señalamientos están en un estudio  hecho por el Observatorio de Educación de la Escuela Graduada de Administración Pública de la Universidad de Puerto Rico (UPR), recinto de Río Piedras.

“Eso evidencia una falta de planificación, de pensar la sociedad de una manera distinta.  Aquí se improvisa, aquí tiene más importancia Rosalía. Los políticos también practican la violencia y las posturas intransigentes y enajenantes de la mayoría de la población”, concluyó.

 

 

 

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