Ante el caos: Reinaldo Rodríguez Santana y Viva la Resistencia

 

Especial para En Rojo

 

El arte es una forma de relacionarse con el caos, diría Deleuze, y al momento, pocos son los lugares que reflejan el desastre, el acorralamiento y la muerte como Gaza. Reinaldo Rodríguez Santana, en su exposición Viva la Resistencia, busca hacer presencia de las vivencias de Palestina “Dado a que los medios de información aquí, o dicen muy poco, o suelen decir lo que no es.”, afirma el artista.

Al entrar en la sala principal, se extiende un suelo plagado de papeles arrugados. Puñados de papeles que parecen descartados en una búsqueda frenética de algo que se cree extraviado, pero que nunca estuvo ahí. Se evaden, las pisadas buscan el suelo abierto, y quizás, se tropieza con una obra en el suelo. Una de esta, apoyada sobre cajas, se erige como edificios carcomidos estructuras hechas con pequeñas cajas de cerrillos y acrilico. “Vino una persona” nos cuenta Rodríguez Santana “las chocó y se asustó. Yo le dije que no se asustara, porque en verdad eso es lo que está pasando allí.”, relata Rodríguez. El movimiento, la mutación, el constante cambio de las vías en los ciclos de destrucción y adaptación del día a día en Palestina.

Y es que el cambio, a su vez, es parte de Reinaldo Rodríguez Santana. Para finales de la década de los setentas, como estudiante universitario (de la Universidad Interamericana, Recinto de San Germán) y padre soltero de una hija de tres años ve en la creación de máscaras la posibilidad de generar  un sustento. Sus icónicas máscaras, o caretas de Vejigantes, surgen como resultado de un profundo estudio de la tradición mascarera internacional: Alemania, Oceanía, el caribe, mascaras, mascaras, mascaras. Cultura, cultura, cultura.  Hoy, estas residen en numerosas colecciones museísticas en y fuera de la isla.

En el 2005, pone a un lado su labor artística como mascarero y parte a Nueva York. La diferencia de materiales lo lleva a afrontar una realidad, “O cambio, o me voy.”. Así, aflora en la pintura. Se percibe en esta imperante la dualidad de la máscara en su obra, aplanada y adaptada. El choque de que la mascara puede ser la realidad, el fundamento del ser interior, que si se quita el rostro impera la máscara en el fondo. La verdad que Reinaldo exalta en esta exposición es, no un realismo mimético, sino la expresión del dolor interior. Vuelve a Puerto Rico en el 2020, una semana antes de la pandemia del Covid 19, y luego, a raíz de las inclemencias atmosféricas, sufre una inundación en su taller y vivienda, lo que lo lleva a crear, de manera obsesiva e imparable, un nuevo corpus artístico.

Desde el techo cuelgan, de manera inestable y precaria, largas planchas de papel. Trabajadas in situ en La sede de la Federación de Maestros en Mayagüez (donde se alberga la exposición), hechas encolando hojas de papel periódico. Pero ninguno de estos dice nada de Palestina. Así, la acción de plasmar las palabras “Gaza” y “Resiste”, el pintar la alucinación de una madre palestina con sus hijos sobre estos, logra establecer una dicotomía, una fuerza dialéctica entre la ausencia y la presencia. Adundan en el espacio el periódico y las palabras que faltan dentro de su gris imperante.

En sala próxima, Rodríguez Santana hace una interpretación del Guernica, invitando a la reflexión del hilo conductor de eventos: Guernica-Vietnam-Gaza. Acorralado entre los cuerpos de mujeres exánimes y afligidas por la guerra, dando la espalda tras un escritorio (y solo visto en el reflejo de un espejo) los ojos del retrato al acrílico de Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel. Es un acorralamiento mutuo, un encarcelamiento reciproco dentro de una política de exterminio. Alrededor de este, flotan, como símbolos, empaques de las corporaciones que patrocinan el estado imperante.

La opresión económica, a su vez, permea la creación de Reinaldo Rodríguez Santana. Sus materiales, en su mayoría reciclados, responden a la inventiva, a la necesidad, al brindar un nuevo propósito a lo desechado: cajas de papel extendidas, bolsas, periódicos, cajas de cartón. Se considera a sí mismo como “Artista Obrero”, concepto que carga con el trabajo diario, la lucha por el sustento y la inmersión en la fuerza laboral. Pero un detalle inescapable es la utilidad de las acciones de los obreros. El albañil erige paredes bloque a bloque, se conectan tuberías y por ellas corre el agua. Se pavimentan los caminos para la transportación y se extienden líneas y redes de comunicación: todo hacia un fin útil. Rodríguez Santana labora, con su arte, lo utilitario. Su trabajo es una herramienta de concientización, de demanda y llamado a la acción, al cambio, a la indignación. Un ejemplo vivo es que dicho proyecto, que hoy se manifiesta en Viva la Resistencia, comenzó con letreros plasmados en plazas públicas, en espacios cotidianos, donde aparecían cortos mensajes de resistencia y conciencia.

Al fondo, en una sala iluminada por el amarillo de sus paredes, nos miran mil almas abstraídas, rostros en repetición necesaria y precisa que mezclan el cubismo, la expresión cruda y espontánea del dolor, de la diferencia. En cierto modo, devienen el sentir ajeno, lo hacen propio. “la gente se ha identificado… ha sentido lo que quiero proyectar. Para serte honesto, han llorado.” Nos dice Reinaldo. quizás, florece el síndrome de Stendhal. En este cuarto amarillo, cubren una pared decenas de flores púrpuras de papel, que simbolizan la flor nacional de Palestina: Faqqua Iris. Donde continuaran naciendo, pese a todo, a pesar del sufrimiento, a pesar del desastre y el asedio. Una lluvia de flores en esperanza.

 

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