Editorial: Aunque se ignore, el  COVID-19 sigue adelante con impacto impredecible

A tres años de que se registraran los.primeros contagios en la región de Wuhan en China, la pandemia del Covid-19 sigue su paso imparable por todos los continentes y regiones, provocando nuevas cadenas de contagios y cobrando las vidas de miles de personas vulnerables en el mundo.
Sin embargo, el Departamento de Salud de Puerto Rico ha seguido la práctica del gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de relajar las restricciones y actuar como si en realidad la pandemia se hubiese acabado y las medidas de protección y salubridad ya no fuesen tan necesarias como antes.
Por decreto cuasi oficial, el COVID ha salido de la discusión pública. Casi se han eliminado por completo el uso de mascarillas, las medidas de distanciamiento físico, y las pruebas y vacunas, hasta ahora tan efectivas para aminorar los contagios y efectos del virus. Fácilmente accesibles y gratuitas, hasta hace muy poco éstas eran agresivamente promovidas. También han dejado de publicitarse las estadísticas diarias de casos nuevos o de personas fallecidas por el virus en nuestro país. La orden del día parece ser ignorar el COVID, pasar la página como si se tratara de un mal sueño y no un riesgo real. Pareciera que pensar, hablar o protegerse del COVID-19 se ha convertido en algo pasado de moda, y sólo pertinente para las personas mayores, o para pesimistas y obsesionados con las enfermedades. Con respecto al COVID-19, nuestra memoria colectiva, de por sí muy corta, parece haberse vuelto inexistente.
Sin embargo, el virus sigue marcando su trayectoria a través del mundo entero, Puerto Rico incluido, aunque nos neguemos a reconocerla, y mucho menos, aceptarla. Sólo basta una ojeada a los medios de.prensa de otros países para enterarnos de la preocupación de las autoridades sanitarias mundiales  por dos nuevos sub linajes de la variante Omicron del COVID-19, que son la más reciente generación de un virus que se transforma constantemente y se niega a desaparecer.
En Europa, por ejemplo, las autoridades sanitarias anticipan que este invierno, éstas dos nuevas subvariantes serán las responsables de millones de nuevas infecciones del virus, sin que aún la ciencia y la medicina sepan cómo reaccionarán las mismas a las vacunas, medicamentos y tratamientos existentes que ya han funcionado contra otras variantes. En otras palabras, no hay certeza de que las nuevas subvariantes del Omicrón, que se estiman muy contagiosas, puedan ser tratadas con éxito con los tratamientos existentes.
En el.mundo entero el COVID-19 sigue siendo un factor importante en la planificación y diseño de las estrategias de autoridades sanitarias y gobiernos que conocen de primera mano la realidad sobre el terreno de esta pandemia, y han concluido que es necesario continuar informando y tomando medidas activas de protección entre sus poblaciones. En esta edición, CLARIDAD explora de fuentes profesionales autorizadas la realidad del estado de la pandemia en Puerto Rico y qué debemos esperar para las próximas semanas y meses con las nuevas manifestaciones de los sublinajes del Omicron. Para tener una idea del impacto mundial, veamos los números. El sitio de estadísticas World O Meters registra  un total de 638 millones de casos de COVID-19 en el mundo y 6 millones de fallecidos, desde el comienzo de la pandemia. Estados Unidos, con 99 millones de casos y 1 millón de fallecidos lidera por mucho el ranking mundial de contagios  y fallecidos.
Sobre cuándo se podrá declarar el fin de esta pandemia, nadie lo sabe, y la Organización Mundial de la Salud enfatiza  que aún no puede precisarse cuando será.Con el COVID-19 la ciencia y la medicina se han visto obligadas a investigar, llegar a conclusiones y diseñar tratamientos sobre la marcha. Se trata de un patógeno virulento imparable y sin precedentes, que tiene una gran capacidad para provocar una infección severa y muerte en las personas. Aún cuando la variante Omicron ha demostrado menor severidad, ya vimos como cientos de millones de personas en el mundo han sufrido y fallecido como resultado del COVID-19, o han  quedado con serias secuelas cuyas consecuencias a largo plazo aún se desconocen.
Por lo tanto, la situación amerita continuar ejerciendo el buen juicio y la cautela. Aunque el virus afecta más a las personas de 60 años o mayores, también es cierto que millones de jóvenes en el mundo han sufrido o fallecido a causa de alguna de las distintas variantes que se han manifestado hasta ahora.
Las autoridades y gobiernos que, por razones políticas, económicas o de cualquier otra índole no salubrista, han decidido restarle importancia a los riesgos aún presentes de esta pandemia, no cumplen con  su misión de proteger adecuadamente a sus poblaciones y comprometen su reputación profesional ante sus pares y su gente.
Una pandemia mundial es un evento extraordinario, cuyas consecuencias no pueden anticiparse, y mucho menos.con un virus tan elusivo como el COVID-19.
Ignorar su realidad en este momento puede ser una salida fácil a la ansiedad que provoca lo desconocido, o a la fatiga general que un evento de esta naturaleza tiene sobre las personas. Lo sabio, sin embargo, es insistir en las medidas de protección, que siempre cuestan menos que una enfermedad,  cuyo impacto en el Pais y en las personas y familias afectadas no se puede predecir.
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