Editorial-El desgobierno de Jenniffer González y el PNP

Jennifer González Foto por: alina Luciano/CLARIDAD

 

Durante su campaña para la gobernación y en todos sus discursos y mensajes tras su triunfo el pasado noviembre, Jenniffer González prometió que, contrario a sus predecesores, en especial Pedro Pierluisi, su gobierno sería uno de «ejecución». Que prometía una gestión de alta eficiencia y calidad de «ejecución» que pudiera ser evaluada  por su capacidad y agilidad en la prestación de servicios a la ciudadanía.

Hoy, apenas  cinco meses después de su inicio triunfal,  la promesa de un «gobierno que funcione»  no sólo no ha cuajado, sino que se consume aceleradamente en el fuego cruzado de la controversia, la falta de sentido de propósito y la inacción.

En tan corto tiempo, el llamado  nuevo gobierno  de Jenniffer González y el PNP ha pasado de la promesa al desgobierno, intentando balancear el «reality show » artificial que la Gobernadora ha creado en torno a su vida y capacidades, y la cruda realidad de un país que atraviesa una progresiva crisis en todos los órdenes y que necesita urgentemente la guía y dirección de un gobierno con un proyecto económico y social bien articulado, y con la voluntad de trabajo y de servir bien al pueblo, a la vez que nos mueve hacia hacia una menor dependencia de los fondos del gobierno de Estados Unidos, ahora congelados, recortados o en riesgo de serlo desde Washington por la administración de Donald Trump.

Además de la reestructuración de nuestra deuda pública, que tras nueve años desde la Ley PROMESA aún no se resuelve, Puerto Rico enfrenta graves desafíos, como precisamente la falta de una visión para el desarrollo económico, una infraestructura pública decrépita y tambaleante, apagones constantes y una crisis energética  provocada por décadas de malas políticas y decisiones de distintas administraciones de gobierno, las políticas de desplazamiento y sustitución poblacional resultantes de la infame Ley 22, la ineficiencia y serias limitaciones en la prestación de servicios esenciales, como la educación, la salud y la seguridad públicas, además de la extrema politización y corrupción que carcomen los cimientos del gobieno de Puerto Rico de «arriba a’bajo.»

Todo esto lo conocen al dedillo la Gobernadora y los presidentes de Senado y Cámara, todos del PNP y  todos partícipes de diferentes administraciones de gobierno de su partido desde hace más de 20 años.  También lo saben en la Rama Judicial, cada vez más controlada por el PNP, donde cunden la extrema politización y los conflictos en dicha rama de gobierno que se supone que  interprete  y decida las controversias de manera imparcial y justa. Sin embargo, desde ninguna de esas Ramas de Gobierno, se vislumbra el liderazgo, ni la empatía, ni las iniciativas que Puerto Rico necesita. Tampoco  se ofrecen respuestas, y mucho menos soluciones, ni se avizora un camino colectivo que pueda conducir a paliar la crisis general que ha padecido nuestro pueblo por décadas, y la más profunda que podría crearse cuando Trump le dé el tajo mortal al flujo de fondos federales hacia Puerto Rico.

Toda esta vorágine nos ha traído hasta hoy, cuando apenas cinco meses después de una elecciones generales, que el PNP copó y que le permitió controlar todas las Ramas de Gobierno, nuestro país enfrenta un momento crítico en su gobernanza, con la incertidumbre de un gobierno paralizado y disfuncional que no está cumpliendo el deber para el cual existe: representar y servir bien a la ciudadanía y proveer, con prontitud y calidad, los servicios esenciales de los que depende y espera el pueblo de Puerto Rico.

Jenniffer González, la candidata farandulera que encandiló a su base poco informada con su espectáculo de Mujer Maravilla vulgar y escandalosa, ahora pretende que se le reconozca como una jefa de Estado que está en control de los asuntos del País, cuando todos y todas sabemos que no lo está, excepto el corillo de acólitos que la aplaude porque se benefician de su cercanía. Al parecer, ella es incapaz de comprender por qué un pueblo cada vez más atribulado y ansioso por los muchos problemas que le aquejan, rechaza masivamente la enajenación y banalidad proyectada en sus palabras, gestos y actuaciones.

El desgobierno de Jenniffer González y el PNP trasciende las batallas intrapartidarias por las nominadas por ella para las dos sillas de mayor consecuencia de su Gabinete, la de Estado y la de Justicia. Lo sustantivo es que, a cinco meses de su mandato, las agencias no funcionan como es debido, mientras la amenaza de recortes drásticos de fondos por parte del Gobierno Federal se cierne sobre toda la población, sin que hayamos escuchado qué se propone hacer este gobierno para aminorar un golpe de tal magnitud, en un país donde los llamados «fondos federales» exceden el 50 por ciento del dinero con que se cuenta en algunas agencias. Por eso, no debe enfurecerse la Gobernadora cuando los medios de prensa le hagan las preguntas incómodas que la ciudadanía se hace, y la mayoría de la opinión pública rechace su afición al espectáculo.

No sabemos qué pasó con los miles de resumés que Jenniffer González decía tener en una bóveda para reclutar su equipo cercano de trabajo. Tal parece que se los llevó la misma ventolera intrapartidaria que arrastró la candidatura de Verónica Ferraiouli de la Secretaría de Estado y amenaza con arrastrar también la de la fiscal Janet Parra de la de Justicia, lo cual significaría que los dos principales puestos que sustituyen a la Gobernadora en su ausencia quedarían vacantes, al igual que tampoco quedaría ordenado el proceso de sucesión constitucional si ella tuviese que abandonar el cargo por alguna razón. En la encrucijada en que se encuentra Puerto Rico, no estamos para sostener un gobierno «prendido con alfileres», ni para aguantar las «changuerías» de los «podcasts» ni los arrebatos de prepotencia ante quienes la Gobernadora considera sus detractores. Por lo que se vislumbra, el drama de los «nombramientos no confirmables» seguirá desarrollándose con fuerza en una Asamblea Legislativa que luce más inclinada a continuar la controversia y el pulseo público que en legislar en beneficio del país. Le corresponde  entonces a ella concentrarse en garantizar la  «ejecución» que prometió y en engranar un gabinete que funcione, y reflexionar y comunicar claramente cómo su gobierno se propone paliar el impacto de la pérdida de fondos federales como resultado de las políticas de Trump. De lo contrario, será cuestión de tiempo para que a nuestro pueblo se le agote la paciencia y decida que llegó el fin del desgobierno de Jenniffer González y el PNP.

 

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