Editorial: Wanda Vázquez y el final desastroso de su fugaz carrera política

foto Alina Luciano

 

Desde que Wanda Vázquez declaró su intención de aspirar a un término propio como Gobernadora, y retar a Pedro Pierluisi en primarias por la candidatura a la gobernación por el Partido Nuevo Progresista (PNP) en el 2020, muchos en Puerto Rico advirtieron que su incipiente carrera política la llevaría a recorrer un campo minado. Contrario a Pierluisi, Wanda Vázquez no era una política curtida en el oficio ni en las lides de la politiquería electoral. Ella había llegado a la primera magistratura “de carambola”, tras la renuncia forzada del entonces gobernante electo, Ricardo Rosselló, también del PNP, y sin que el país contara con un secretario de Estado constitucionalmente habilitado para asumir la sucesión del renunciante. Le tocó a ella, quien a la sazón era la Secretaria de Justicia y segunda en la línea sucesoria. Wanda Vázquez se había desempeñado por muchos años como fiscal del mismo Departamento de Justicia que luego pasó a dirigir durante el mandato de Ricardo Rosselló. De ese mandato faltaba un año, cuando ocurrió la renuncia del incumbente y el cargo de Gobernadora cayó súbitamente en sus manos.

De entrada, ella se comprometió a ser Gobernadora solamente por el año que faltaba hasta el final del cuatrienio. Especulamos que le hubiera ido mucho mejor si cumple su compromiso. Pero pronto descubrió su gusto por el poder y los privilegios que conlleva el cargo, y se atrevió a ir por más. Ese fue un grave error que pagaría con creces. Su decisión alborotó el avispero de sus muchos detractores y enemigos, tanto dentro como fuera del PNP, que se movilizaron de inmediato para cerrarle el paso. En adelante también se sucedieron otros errores, algunos resultantes de su inexperiencia política, otros a consecuencia del modo abrasivo en que gestionó su gobierno, y muchos motivados por su muy mal disimulada ambición de poder que terminó por cegarla y arrojarla al abismo en que se encuentra hoy, acusada y a punto de ser procesada por actos de corrupción pública.

Wanda Vázquez creyó su propia mentira y se enredó en su propia madeja. Resbaló profundamente en el pozo de corrupción que se está tragando la administración pública en Puerto Rico, desde que los partidos que se han turnado el gobierno por los últimos 50 años, Popular Democrático y Nuevo Progresista, crearon afición al lucro personal mediante la apropiación ilegal de fondos del pueblo. La devoró también el monstruo del inversionismo privado en las campañas políticas en Puerto Rico, ese barril sin fondo que requieren los candidatos para poder sentirse competitivos, y que los ha despojado de todo escrúpulo que les impida prometer y cumplir, a cambio del donativo jugoso que les lleve a ganar la contienda.

El esquema de contribuciones ilegales, soborno y fraude por el cual se acusa a la ex gobernadora de Puerto Rico, Wanda Vázquez, sigue el patrón de los demás que han llevado a la ignominia y la cárcel a decenas de políticos, contratistas, empresarios y funcionarios públicos corruptos. La particularidad del caso de Wanda Vázquez es que aunque se trata de personas reales, parecen personajes extraídos de una novela de ficción. Una exgobernadora ambiciosa que se cree estar por encima de la ley. Un banquero internacional millonario y corrupto que huye del alcance de las autoridades. Un exagente del Negociado de Investigaciones Federal (FBI) que viaja a Puerto Rico y se entrega a sus excolegas. Un operador político del PNP que fungió como ayudante de la exgobernadora y su pareja, que fue empleada de confianza del banquero. Y como intermediario entre los distintos participantes del esquema, pero sin haber sido acusado, un nebuloso inversionista extranjero que disfruta de beneficios contributivos especiales en Puerto Rico. (Ley 22) (Ley 60).  En las próximas semanas y meses, seremos testigos del desarrollo de este caso, que ya tuvo como primer giro la declaración de inhibición  de un juez y una jueza del Tribunal de Distrito Federal en San Juan. Curioso corolario que añade otra nota de suspenso a la trama novelesca de este indignante suceso.

La corrupción pública y privada en Puerto Rico lacera cada vez más la confianza de nuestro pueblo en el gobierno y en la integridad del proceso electoral. Tristemente para nuestra gente, el desastroso final de la fugaz carrera política de Wanda Vázquez será solo un capítulo más del incesante desfile de la corrupción en el servicio público en Puerto Rico.

 

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