CLARIDAD
“Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural de los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse…
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto adentro llevamos.”
Gabriel Celaya, La poesía es un arma cargada de futuro.
Este breve texto es para el compueblano Antonio Cabán Vale, quien ya anda volando en el recuerdo de sus versos. Pero, con su permiso, también escribo pensando en otros creadores de su generación que se le adelantaron: Edwin Reyes, Andrés Castro Ríos, Vicente Rodríguez Nietzsche, Ángela María Dávila, Juan Sáez Burgos, José Manuel Torres Santiago … Y también escribo pensando en otros creadores y poetas de la misma generación que siguen con nosotros: Roy Brown, Flora Santiago, Andrés Jiménez…
Cuando pienso en ellos inevitablemente viene a la memoria el poema citado de Gabriel Celaya, cuyo nombre escuché por primera vez de los labios de Andrés Castro Ríos allá por el año 1965. Los versos del poeta vasco -que vivió y creó “a golpes” durante los años que el franquismo victorioso llenó de cárcel y sangre- resumen muy bien el enfoque creador de aquel grupo al que Antonio Cabán Vale se integró cuando llegó a Río Piedras cargando la timidez con la que salió de Moca. (Todavía no era El Topo porque fue precisamente allí, en el Grupo Guajana de jóvenes poetas universitarios, donde Juan Sáez le puso el apodo. Juanito lo hizo como una de sus frecuentes bromas, pero a Antonio le gustó y se quedó con él para siempre.)
Los de Guajana no fueron los primeros creadores puertorriqueños que concebían la poesía como “un arma”. Julia de Burgos, la tía de la que Juan Sáez Burgos heredó sentimientos, lo había hecho antes; y por aquellos mismos años otros creadores, de la literatura y de la plástica, llenaban su producción artística con la realidad dolorosa y combativa de la patria sometida al coloniaje. Pero para los integrantes de Guajana, no se trató sólo de un tema que se reflejaría con frecuencia en su producción literaria. En aquella inolvidable década de combate y compromiso, cada uno de ellos se concibió como un integrante de la nueva lucha que nacía y, como decía Celaya, había que tomar “partido hasta mancharse”.
Contrario a lo que decían algunos críticos puristas (que en su purismo realmente escondían otro compromiso porque la neutralidad casi siempre es, además de cómplice, falsa) la calidad literaria de aquel grupo de jóvenes nunca se afectó con su militancia, más bien lo contrario. Antonio Cabán Vale siempre fue, de hecho, un vivo ejemplo de la capacidad de aquellos creadores para juntar el compromiso patriótico con la buena literatura. Precisamente por eso, por la calidad poética y musical de sus creaciones, hasta los detractores de la lucha que él siempre enarboló, terminaron también cantando sus canciones. Lo mismo había pasado antes con la poesía militante de Julia y los versos encendidos de Llorens.
Cabán Vale llegó a Río Piedras con la sensibilidad ganada en la Moca de su infancia y una aptitud musical que venía de familia. En la ciudad universitaria juntó ese bagaje con la formación literaria obtenida en las aulas y el compromiso patriótico ganado en la calle. Junto a Edwin Reyes, amigo inseparable hasta que la muerte temprana le llegó al poeta cialeño, abrazó el Movimiento Pro Independencia. Allí se juntaría con Roy Brown, Andrés Jiménez y otros compañeros artistas para formar el Grupo Tahoné que por varios años recorrió el país como un instrumento de poesía, música y lucha.
Tal vez algún día alguien pueda historiar aquellos esfuerzos que juntaron lo mejor de las artes con la lucha patriótica, aquilatando su aportación al fortalecimiento de la conciencia nacional que se produjo en Puerto Rico. A la música de Tahoné se unieron actores y actrices en lo que algunos llamaron “teatro guerrilla”, para llevar buenas obras a las comunidades, mientras artistas plásticos (Cervoni, Homar, Tufiño, Carlos Raquel, Osorio y muchos otros) aportaban obras que enriquecían una exposición rodante por municipios y comunidades. Simultáneamente, desde las páginas de Claridad llegaba la contribución de otros escritores.
¿Cuánto aportaron esos esfuerzos al fortalecimiento de nuestra nacionalidad y en la derrota de todos los intentos por desfigurarla? ¿Cuánto aportó la poesía militante de Guajana y las amorosas y profundas canciones del Topo? ¿Cuánto sumó y siguen sumando Roy Brown y Andrés Jiménez?
El rescate de la nacionalidad puertorriqueña a lo largo del siglo XX, acosada por todo lo que venía y se conspiraba desde Estados Unidos, fue el resultado de muchos esfuerzos. Entre todos ellos, la aportación de nuestros creadores artísticos fue determinante, sobre todo, la de aquellos que como Antonio Cabán Vale tomaron “partido hasta macharse”.
Y para demostrar tanto el compromiso como la calidad literaria termino este artículo con unos versos en los que Topo evoca a Alfonso Beal, nombre de guerra del jefe de los Comandos Armados de Liberación:
“Nunca sabremos tu nombre
labriego de la esperanza.
La flor violenta que canta
sabrá el camino del hombre.”