El valor ecológico de la Parguera

Foto por Alina Luciano

 

CLARIDAD

 

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La falta de un plan que haga valer las leyes existentes y que permita que se utilice el espacio  de la manera adecuada han provocado que  la utilización  de La Parguera, sea un ‘vente tú’, lo que pone en peligro su valor ecológico, señalaron en  entrevista el director del Programa Sea Grant, Ruperto Chaparro Serrano, y  René Esteves Amador, director de la Extensión Marina, también de Sea Grant, del Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico (RUM).

Esteves Amador, graduado de Ciencias Marinas, con especialidad en ecología de peces de arrecifes, argumentó que desde la perspectiva de la ecología y biología marina, el área de la Parguera es una de sumo valor porque es donde se encuentra la mayor concentración del sistema de arrecifes de coral de nuestra plataforma insular. Esta alta concentración de arrecifes de coral coincide con espacios de otros dos ecosistemas marinos de sumo valor que trabajan todos de manera conjunta, que son las playeras de sal marina y los bosques de mangle. El área del suroeste de Puerto Rico es donde la continuación de la isla, entiéndase la plataforma insular, se extiende más hacia el mar. Las profundidades que esto ofrece hacen que todo este ecosistema tenga un valor tanto económico como ecológico. Eso es lo que hace a La Parguera un lugar especial.

Otro aspecto que la hace especial es que las áreas de salitrales están asociadas a una variedad de aves migratorias que añaden diversidad y beneficios económicos a la región. El nombre de Parguera viene de pargos, un grupo de peces de la reserva de coral que anidan en el sector, que alberga una alta cantidad de diversidad y abundancia  de peces. También habitan los manatíes, las tortugas marinas, el pelícano pardo, los guabairos; diferentes  aves, mamíferos marinos y crustáceos, que utilizan la zona. Los corales, a su vez, ofrecen un valor como barrera costera, además de todas las especies, que no solo ofrecen una economía de consumo, sino también recreativa.

“Son barreras naturales que en caso de huracán aguantan el embate de las olas, tanto los arrecifes de  coral como los manglares”, observó Chaparro Serrano, especialista en recreación marina y Desarrollo de Recursos Naturales.

Los expertos coincidieron con la apreciación de que lo ideal sería que el litoral de La Parguera esté libre de estructuras. Esteves Amador, explicó que la densidad de seres humanos que aguantan estos ecosistemas y que permite que sigan llevando a cabo sus funciones en la ciencia del manejo de recursos se conoce como la capacidad de acarreo. Naturalmente, mientras menos personas haya, menos impacto habrá en el ecosistema, beneficio que le permitirá funcionar de manera  adecuada no solo para  las generaciones actuales, sino para las futuras.

“Ese es el corazón de lo que es la misión de nuestro programa, que es la conservación, la falta de un plan trazado, que se hagan valer las leyes existentes.  No existen los ejemplos en donde se lleve a cabo ese ejercicio de que se utilice el espacio de manera adecuada. Ahora es un vente tú”, lamentó.

Por su parte, Chaparro Serrano precisó que “lo que nosotros estamos es pagando las consecuencias de tener un Departamento de Recursos Naturales (DRNA) y una Junta de Planificación que no han hecho su trabajo de planificación y de evitar que ocurra ese desparrame de muelles, casetas y otras construcciones que se han llevado a cabo allí”.

Sin embargo, el director del programa Sea Grant,  expuso que ve bien difícil que la situación vaya a cambiar. “Estoy  casi seguro que a esas casetas no las van a sacar de ahí, por lo que nosotros creemos que es una oportunidad para que esas casetas financien el manejo de la reserva”.

Ante dar por hecho  que las llamadas casetas no se van a sacar y de que  tanto el Gobierno de Puerto Rico así como el DRNA se encuentran en bancarrota y sin recursos para manejar la Reserva de La Parguera, una alternativa de  provecho que se les puede sacar en lo que se inventan  una solución para removerlas es cobrarles renta. Se necesitan fondos para el manejo de La Parguera porque, si no, se va a perder toda el área, incluso el islote Mata la Gata, que está abandonado como el área de Playita Rosada, la que se mantiene cerrada desde el huracán María.

El proyecto presentado por el presidente del Senado (aún no se le ha asignado número), que propone entre otros asuntos que el DRNA imponga un canon anual a los propietarios, es uno en sumo vago, que no cubre lo que debería estar atendiendo. No habla de los salitrales, de la cantidad que estarían pagando, de quién va a manejar los recursos. El experto en el uso de los recursos naturales criticó que ninguna de las propuestas presentadas habla de remover las casetas, por lo que recomienda que, coma esa acción no se va a dar, se debe empezar a cobrar.

La Parguera necesita fondos para manejar la cantidad de personas que están visitándola, lo cual  se fue ya de las manos. El desarrollo que se está llevando, como el establecimiento de campos de vagones al pie de las montañas, aumenta la sedimentación. El área de las casetas no se debe permitirse, ninguna.

El director de Sea Grant recalcó que las casetas están sobre bienes de dominio público, por lo que la conservación debería estar asentada en cómo atender el problema a favor del bien común de los puertorriqueños, no a favor de un grupo selecto de individuos. Agregó que el Cuerpo de Ingenieros (USCI, siglas en inglés), hizo un censo del tamaño de las ‘casetas’,  y que se debe adoptar una fórmula de que la que menos pague sea de $2,000 a $4,000 mensuales, propuso. “Eso a los caseteros no les va a gustar; pero el dinero es necesario para el manejo, además de que esas ‘casetas’ valen lo que vale un penthouse en el Condado”.

Lo mismo debe hacerse con  las embarcaciones, dado a que cada caseta tiene tres y cuatro embarcaciones amarradas, que es como tener una marina gigante. En la práctica, las embarcaciones aumentan el área de esas edificaciones. Hay unos daños indirectos que hay que considerar por el número de accesos que existen, los encallamientos, el daño a los ecosistemas del fondo al tirar el ancla y la sombra que crean embarcaciones, que evita que las yerbas marinas crezcan abajo.

Ambos científicos denunciaron que las medidas presentadas son para favorecer a ciertos individuos, cuando el enfoque debe ser cómo usar el bien común. Plantean que primero se debería consultar a expertos en manejo y conservación que puedan analizar el problema y tomar en consideración aspectos como que los salitrales son utilizados por los caseteros como estacionamiento y muchos los han pavimentado y construido otras casas.

Los especialistas hicieron hincapié en que en lo que abarca todo el poblado de la Parguera no se debe permitir que se siga proliferando el desarrollo de casas, condominios, vagones y negocios que no están relacionados con el agua. Advirtieron que esta es un área seca que cuando se elimina la vegetación es bien difícil que vuelva a restaurarse y que la sedimentación es uno de los enemigos de los arrecifes de coral.

Para los integrantes de Sea Grant lo que hace falta en Puerto Rico es una nueva Ley de Costas que atienda el problema del uso ilegal de los bienes de dominio público marítimo terrestre, no atender solo el problema de La Parguera.

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