El vuelo de las palomas

 Marilola Pérez

La 51A me lleva desde la estación de Rockridge en Oakland hasta mi parada en la esquina de Broadway y la Calle 40. Al bajar de la guagua todavía queda caminar alrededor de cuatro cuadras desde la 40 antes de llegar a mi edificio. Broadway separa a Piedmont del resto de Oakland. Yo vivo justo en la frontera de estos dos pedazos de Oakland.

Cuando la guagua me deja en Broadway, tengo que caminar esas cuatro cuadras que forman un hoyo negro entre dos zonas blancas. Si se mira la ciudad desde un helicóptero, hay pedazos en que Oakland parece una cebra. En ese parcho, las palomas picotean la acera con unos ojos perfectamente redondos, sin párpados ni parte blanca, y que hacen que parezcan permanentemente asustadas.

Esta vez el dolor en los dientes que siento cada vez que veo a las palomas taladrando la acera en busca de comida logra distraerme de los pensamientos que suelen ocuparme de lunes a viernes entre 4 y 7 pm. Estas son palomas grises, nada sofisticadas ni simbólicas. De hecho, estas palomas asquean a mucha gente. Pero ahí están, compulsivamente esperando que la violencia y la basura se conviertan en migajas.

Cuando una paloma agarra algo desconocido entre su pico: un sorbeto, un flyer, un cigarrillo, lo trata como si fuera familiar hasta que la forma o el tamaño no coopera y vuelve a caer al piso. Pero están dispuestas a tragar cualquier cosa y lo levantan otra vez con el pico. Casi parecería que piensan (¡que piensan!), que, si tratan lo suficiente, la basura puede convertirse en comida. En algún momento se dan por vencidas y dejan caer el pedazo de cualquier cosa, avanzan en tres brincos cortos y se elevan para volar pegadas al suelo en busca de otro pedazo de algo.

En el cielo, mucho más alto, veo cruzar un pájaro blanco, quizás una gaviota. El vuelo del pájaro es rápido y determinado. En el aire imagino un mundo de líneas largas que tejen redes y construyen avenidas que no conozco. Nada parecido a las líneas cortas que forma el vuelo de las palomas. Sin embargo, asumo que incluso ahí con la cara pegada al suelo el vuelo de las palomas ensaya redes y traza caminos que no puedo ver.

 

 

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