La fortuna del incendio de Jean “Baco” Ortiz

 

Jotacé López

Especial para En Rojo

 

En la exposición: “La fortuna del incendio” del artista Jean “Baco” Ortiz, el fuego abandona su naturaleza abrasadora para ser camino, ventana y encuentro. A través del óleo y el carboncillo, Ortiz, ha creado una serie de obras que exploran las diferentes interpretaciones que asumen las flamas en su alma de artista. Radicado en el barrio La Cuarta en Ponce, Ortiz, acoge el paisaje de la enorme chimenea y los restos de la Hacienda Fortuna, para evocar no un pasado agrario, sino un presente vital y dinámico en el que la herencia cultural, los ancestros y la plena libertad son realidades concretas.

El título de la exposición no es gratuito. Anuncia y advierte al espectador que no habrá contemplaciones cuando se está en presencia del fuego. “La fortuna del incendio”, en primer lugar, repite a la noción de la suerte. Aunque de manera ambigua, el concepto: fortuna, no se ancla en lo que se consideraría buena o mala suerte. Aquí el signo de la fortuna está abierto y queda en lo que arde o quien lo contempla determinar si en todo caso fue beneficioso o perjudicial. Por otra parte, al hablar de incendio se podría entender como ese fuego desproporcionado que consume y destruye lo que no debería quemarse. Por ende, “La fortuna del incendio” invita al espectador a profundizar en la luz ardiente de las flamas y a decidir si lo que arde, lo que la voracidad del calor consume, merecía o no dicho destino. Sin embargo, una mirada atenta logrará descubrir que la paleta de Ortiz, pese a los radiantes colores del fuego, asume una voluntad de oasis y fuente que, lejos de reducir todo a cenizas, hace brotar imágenes que remiten a pasiones personales y colectivas que desbordan el paisaje.

En 1885 el pintor puertorriqueño, Francisco Oller, hizo una obra de la Hacienda Fortuna (la misma que Ortiz contempla). La representación de Oller es serena y aspira a la creación de una armonía entre los trabajadores de la caña y los edificios de la hacienda -que son metáforas arquitectónicas de la explotación y la injusticia-. Jean Baco Ortiz asedia esta tradición paisajista para mostrar que todo paisaje carga en su interior el peso de las vidas que lo habitaron y habitan. Desde este punto de vista, cada una de las piezas de “La fortuna del incendio” muestra los deseos, el goce, el dolor y las transformaciones de las personas que de algún modo han tenido algún contacto con el fuego siempre latente de los cañaverales. Es decir, ese otro lado del paisaje que pintó Oller.

Contemplar el fuego es un acto casi tan antiguo como la humanidad misma. Por eso sabemos que cada flama es única y no se repite pese a compartir el mismo incendio. Esto es precisamente lo que hace Jean “Baco” Ortiz en cada una de las obras; revela una manifestación única del fuego. De ese modo, el cañaveral y la hacienda las convierte en meras excusas mostrar lo que se esconde entre flamas y resplandores. Así, libre en el calor de fuego y audaz en la columna de humo que apunta al cielo, Ortiz, invoca a través del color, la luz y las sombras, diversas interpretaciones del incendio tales como: el ánima sola, Changó, el día de la Candelaria y la quema del muñeco en el Carnaval. Claramente estas versiones no hablan negativamente del fuego, pero sí de religión, tradición y cultura. Aspectos fundamentales que transforman a la vez que ellos mismo asumen con cada manifestación una forma nueva.

A su vez, incorpora elementos de la bomba, los vejigantes y el ciclo de quemar, purificar y renacer. Estos elementos desde la mirada de Ortiz se vuelven multidimensionales. En algunas de las obras sobre estos temas se observa como del fuego emerge una figura humana (el autoretrato del artista o una bailadora de bomba) y de ésta, a su vez, surge suspendida en el aire la silueta en líneas como de neón la figura del vejigante. A través de esta secuencia que en cada obra siempre se acoplan de manera horizontal, tal como lo hace el fuego y la columna de humo que de éste se desprende. Los cuerpos no son consumidos por las llamas. Éstos comparten de un modo demasiado íntimo la suerte de la transformación y la constancia. Aquí el fuego invoca a los cuerpos para que liberen la raíces que los conectan a la cultura. Desde este punto de vista lo íntimo, la cultura y la identidad se amalgaman en un nuevo ente que no suprime nada.

De igual modo, en estas obras el tiempo histórico (el pasado) y el tiempo actual confluyen bajo el dictamen de los mismos colores y las mismas sombras. El incendio es, hasta cierto punto, una ventana o puerta que ofrece miradas y encuentros con esos elementos del pasado que secretamente van unidos al alma. Debido a esto aparecen figuras de ancestros en completa armonía con las llamas del presente. Para ellos el fuego ha sido una invitación que el artista le ha hecho a que participen en el presente y escapen del olvido.

La obra de Jean “Baco” Ortiz contenida en la exposición “La fortuna del incendio” ofrece una mirada casi caleidoscópica sobre el fuego y sus significados. En su paleta el folklore, la cultura, la historia y la vida convergen en una sola sensibilidad que abrasa las pupilas de los contemplan su obra. Es, además, una invitación, a repensar nuestro paisaje ya no con lo que miran los ojos, sino con lo que arde oculto en el resplandor de las flamas. Más aún, esta exposición logra ubicar al espectador en la incómoda disyuntiva de preguntarse sobre el significado del fuego en su propia vida. ¿Qué debe arder? ¿Qué se purifica las llamas? ¿Qué se reduce a cenizas? ¿Qué despierta glorioso y lleno de vida del fondo del incendio de la existencia? La visión de Jean “Baco” Ortiz se expande en un viaje de múltiples direcciones guiado exclusivamente por el dictamen del fuego. La exposición: “La fortuna del incendio” se presenta en Casa Silvina, Humacao.

 

 

 

 

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