La Noche de San Miguel de 1822 en Guayama

 

Especial para En Rojo

 A la memoria de Francisco Cubelo y Juan Bautista Texidor

 

Guayama nos muestra las ruinas de una sociedad caribeña esclavista y cosmopolita. Ruinas que desde el presente nos recuerdan –a pesar del olvido forzado– el pueblo tan diverso que somos con un pasado de exclusiones, desencuentros y tensiones culturales –aunque también de escenas solidarias–, y lo que entonces devino en identidades “dialécticas” que aún nos definen. Entre haciendas de caña de azúcar con sus molinos, caminos de piedra y el mar Caribe, se forjaron sueños de libertad. Precisamente, sueños de libertad es lo que representa aquella Noche de San Miguel de 1822 en Guayama. Un evento histórico que conmemora el Museo de Historia y Arte de Guayama (MHAG) desde el año 2008. Un día significativo para los africanos esclavizados en las Antillas y en las Américas desde mucho más.

A finales de septiembre de 1822, Juan Bautista Texidor, esclavo de Jacinto Texidor –un hacendado de Guayama de ascendencia catalana– le informa al esclavo Francisco Cubelo acerca de los planes de una revolución en la víspera de la noche de San Miguel para lograr la tan ansiada libertad de todos los esclavizados. En esta sublevación orquestada más allá de las fronteras de la región de Guayama se le pondría fin a la vida de todos los amos y, por consiguiente, las personas esclavizadas tomarían las riendas del país. Según las fuentes primarias consultadas por el historiador Guillermo Baralt, Francisco Cubelo salió esa tarde de un domingo de septiembre con una «nota de venta para solicitar ser comprado». Luego de ese encuentro con su antiguo compañero –es decir, con Juan Bautista–, regresó a la hacienda a la que pertenecía sin un «nuevo amo, pero ahora llevaba consigo el sueño de que pronto conseguiría su libertad», en palabras de Baralt. Cubelo decidió esparcir estas semillas de «sueño de […] libertad», pero lamentablemente, más adelante, sería delatado y entregado a las autoridades.

Entre los días 25 a 30 de septiembre tiene lugar una investigación “oficial” y se constituye un «Consejo de Guerra» para enjuiciar a Juan Bautista Texidor y a Francisco Cubelo. Ambos esclavos fueron sentenciados a muerte y fusilados en la Plaza Mayor de Guayama el 30 de septiembre de 1822. El texto  Esclavos rebeldes  (1981) de Guillermo A. Baralt comparte datos que nos permiten imágenes y escenarios más precisos respecto a lo sucedido la última semana de septiembre de 1822 en Guayama. Las notas a pie de página son significativas, puesto que nos revelan las fuentes utilizadas para reconstruir un fragmento del pasado de Guayama… Guayama, ese pueblo caribeño: «… Guayama was as much a part of the Caribbean as a part of Puerto Rico», en palabras del historiador Luis A. Figueroa (2005). Guayama, el mismo pueblo cosmopolita de hacendados y afrodescendientes… Guayama, el pueblo de Francisco Cubelo y Juan Bautista: un pueblo negro. De igual manera, la investigación de Baralt nos permite revivir las ansias de libertad de quienes por derecho natural ya eran libres.

Para los esclavizados, las festividades de la noche de San Miguel eran un espacio para crear y conspirar. La representación de san Miguel como luchador en contra del mal, o del enemigo, fue apropiada para los africanos esclavizados crear un discurso de lucha y resistencia ante la opresión e injusticias por parte de los que representaban el poder imperial. Un discurso que trascendió la palabra misma. La víspera de la noche de San Miguel de ese año 1822 en Guayama, desde el imaginario de Francisco Cubelo y de Juan Bautista –e incluso en nuestro imaginario–, es símbolo de unión de voluntades para lograr un porvenir más justo. El Museo de Historia y Arte de Guayama, por medio de su evento medular de la Noche de San Miguel, honra la memoria de Francisco Cubelo y de Juan Bautista Texidor: los protagonistas de una memoria colectiva contestaria –jamás sumisa–, y gestores de una fuerza de libertad y voluntad ancestral y patriótica que tendría su desdoblamiento en la intelectualidad puertorriqueña negra de la segunda mitad del mismo siglo XIX por medio de las figuras de Eleuterio Derkes Martinó (1836–1883), Manuel Alonso Pizarro (1859–1906), Luis Felipe Dessus (1875–1920), entre otros intelectuales negros destacados en Guayama. «Guayama es la cuna de la intelectualidad puertorriqueña negra», en palabras del Maestro Roberto Ramos-Perea.

El Museo de Historia y Arte de Guayama inició la conmemoración de este evento histórico en torno a la noche de San Miguel –«la conspiración de 1822 en Guayama»– con una conferencia del historiador Jalil Sued Badillo en el 2008. De este suceso no se hablaba en Guayama. Era desconocido por estudiantes, educadores y el pueblo en general. Los años siguientes, el Museo (MHAG) continuó con el trabajo de investigación y divulgación de este acontecimiento y, más adelante, logró poner en escena este suceso histórico en el lugar de los hechos –un teatro al aire libre– gracias al trabajo histriónico de cerca de una decena de jóvenes interesados por el teatro y la historia, y, sobre todo, gracias al trabajo voluntario de hombres y mujeres del pueblo.

Este año 2024, la organización PROPA (Puerto Rican Organization for the Performing Arts) se comunicó con el Museo de Historia y Arte de Guayama –y con otras organizaciones, además de escritores y artistas– para unir voluntades y honrar la memoria de los africanos y afrodescendientes de Guayama, y de todo Puerto Rico, en torno a esta fecha tan significativa del día de San Miguel. Una fecha que es inspiración para la investigación y escritura tanto histórica como literaria.

Guayama fue una ciudad de esclavitud, represiones y abusos. Los hacendados criollos, catalanes, franceses, entre otros, que apostaron por la industria de la caña de azúcar para su bienestar económico promovieron esta atmosfera de tiranía. El sector sur de Guayama, en la periferia del centro histórico, donde están situadas las ruinas de la Hacienda Esperanza, originalmente de Jacinto Texidor y luego de Juan Vives de la Rosa –denominada, más adelante, Hacienda Vives o Molino Vives– fue escenario de ello.

No obstante, la espiritualidad, la inteligencia, habilidad y creatividad de los africanos esclavizados y personas afrodescendientes de la sociedad guayamesa decimonónica permitieron el desarrollo de una clase única. Un pueblo que encontró la manera de expresarse y defenderse siempre en pie y no doblegado o arrodillado. La literatura y el teatro serían el foro para ello.

De las haciendas esclavistas de Guayama pasamos a los espacios de reunión como el Coliseo Derkes (ca. 1890) y el Círculo de Braceros (ca. 1909) fundados en el centro histórico del pueblo. Lugares de conocimiento, creatividad, expresión artística, solidaridad y voluntad patriótica fundados por afrodescendientes. Espacios donde las voces afrodescendientes honrarían la memoria de sus ancestros y procurarían un porvenir de solidaridad y de accesibilidad del conocimiento como ocurre en cada evento que se conmemora la Noche de San Miguel de 1822 en Guayama. La ciudad de Guayama del presente es parte de ese porvenir afrodescendiente que pertenece a nuestra memoria colectiva. A 202 años del esparcimiento de esas semillas de libertad por parte de Francisco Cubelo y Juan Bautista Texidor, Guayama –la ciudad caribeña– y el archipiélago de Puerto Rico los recuerda con gratitud por el porvenir que soñaron. Gracias, Francisco Cubelo y Juan Bautista Texidor por esos sueños de libertad que nos legaron.

 

 

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