Luces de Navidad en la oscuridad del mundo

 

Especial para En Rojo

 

Calles, plazas y tiendas se llenan de luces y en todo el mundo hay signos de fiesta. Muchas personas viajan para pasar esos días con sus familias. La gente intercambia regalos y se desea una feliz Navidad.

En un grupo escolar el profesor preguntó a los niños qué significaba para ellos la Navidad. La mayoría respondió: Papá Noel y el regalo que vamos a recibir. De hecho, así es como la sociedad en general habla de la Navidad. Sin embargo, esta fiesta es como un paquete que tiene varios envoltorios, uno encima de otro. Tenemos que desvelar capa por capa para descubrir el significado más profundo de la fiesta.

La historia revela que nadie conoce la fecha del nacimiento de Jesús. En el siglo IV, en Roma, el 25 de diciembre era marcado por las Saturnales, fiestas al dios Sol, por ocasión del solsticio de invierno. Era el día en lo cual, tras desaparecer casi por completo, el sol volvía a salir.

Al integrarse en la cultura romana, la Iglesia retomó la fiesta del Sol Invencible y la transformó en celebración del nacimiento de Jesús, que, como canta Zacarías, es el sol naciente que viene de lo alto a visitarnos (cf. Lc 1,78).

Las antiguas comunidades cristianas llamaban a esta fiesta La Pascua de Navidad, porque el propósito no era sólo celebrar el cumpleaños del Niño Jesús, sino recordar su nacimiento para testimoniar que, por muy humano que llegara a ser, sólo puede ser divino.

La filósofa española María Zambrano decía que el ser humano no se caracteriza por ser mortal. Todo ser vivo es mortal. Lo que distingue al ser humano es que nace, es decir, es capaz de nacer y renacer continuamente. Nacemos para renacer. El sentido más profundo de la Navidad es celebrar esta llamada divina a renovarnos permanentemente, tanto en el plano íntimo de nuestro ser, como en la vocación de llevar a cabo una renovación continua de la sociedad humana.

Hoy en día, es bueno recordar que la Navidad comenzó como una celebración del renacimiento de la naturaleza. Hoy, el mayor desafío para la vida en el planeta Tierra es detener el proceso de destrucción ecológica provocado por el sistema capitalista y ayudar a la humanidad a relacionarse con la Madre Tierra y con toda la naturaleza que nos rodea, no como mercancías, sino como miembros de una única comunidad de Vida y, por tanto, seres de relación.

Al afirmar que el Verbo Divino se hizo carne en la persona de Jesús de Nazaret, el Evangelio revela que Dios ha asumido todo lo que es humano. Todos los caminos de espiritualidad subrayan que la intimidad con lo Divino pasa por descubrir la presencia del Amor en nosotros, que también se revela en cada ser vivo y en el universo en su conjunto.

En la antigua liturgia de los monasterios, el 24 de diciembre, víspera de Navidad, las comunidades cantan un verso inspirado en una palabra del libro del Éxodo, que puede cobrar un nuevo significado para nosotros en esta celebración de la Navidad:

«Hoy sabremos
que vendrá el Amor Divino
y mañana veremos
los signos de su presencia salvadora.
Esta es nuestra fe,
la razón de nuestra alegría».

 

 

 

 

 

 

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