Mirada al País-La violencia machista: ¿Cuántas veces más?

 

Especial para CLARIDAD

 

Por qué continúan ocurriendo feminicidios en Puerto Rico, a pesar de la legislación aprobada, de las políticas públicas adoptadas, del trabajo que llevan a cabo las organizaciones no gubernamentales de mujeres, de que existe un “estado de emergencia decretado por orden ejecutiva” para enfrentar el problema de la violencia machista. Esta es la pregunta que, reiteradamente, formulan los medios de comunicación a través de sus periodistas, cada vez que se reporta la muerte violenta de una mujer a manos de su pareja o expareja. Las personas y entidades que hemos adoptado como misión el apoyo a las sobrevivientes y la búsqueda de opciones y estrategias para reivindicar su derecho a vivir en paz, pero con justicia, también nos estremecemos con cada asesinato ejecutado de forma despiadada, con altos niveles de crueldad y nos planteamos, qué más podemos hacer para salvar las vidas de aquellas mujeres que se cansaron de tener miedo, de sufrir agresiones físicas, abuso sexual, maltrato emocional; es decir de la esclavitud patriarcal y quieren dejarla atrás, pero encuentran la resistencia del perpetrador de esos actos que se niega a perder el poder que sobre ellas tiene.

El feminicidio más reciente en Puerto Rico tuvo como escenario la Égida La Providencia, en Guaynabo. Lo que se supone fuera un lugar de seguridad y cuidado para personas de mayor edad fue burlado por un hombre de 58 años, quien con un arma ilegal llegó al apartamento de una de las residentes de 64 y le disparó, a renglón seguido hizo lo mismo con su ex pareja de 35 y luego se suicidó. Difícilmente podrán conocerse las interioridades de lo sucedido, pero la impresión es que la víctima directa del feminicidio fue a la casa de su madre, lugar que el perpetrador conocía y visitaba y les disparó a las mujeres en el orden en que las encontró dentro de la vivienda. Por lo que contaron las impresionadas vecinas de la Égida, cuya tranquilidad vecinal y estado emocional se vio afectado por el terrible acontecimiento, hubo poco tiempo entre las detonaciones. Afortunadamente, el niño de 8 años procreado en la relación, no estaba en el apartamento, por lo que no se vio involucrado directamente, aunque de golpe y porrazo, quedó huérfano de madre y padre y también perdió a su abuela materna. Es evidente que el menor tendrá muchos retos futuros en el aspecto emocional. La carencia de programas estructurados para atender a las hijas, hijos, familiares, es decir a las víctimas secundarias del crimen y de los feminicidios en particular, es un problema para el cual el Estado no tiene alternativas funcionales hasta el momento. Muy pocas organizaciones, como ALAPAS (Alianza para la Paz Social), ofrecen apoyo a personas víctimas del crimen y sus familiares.

El Negociado de la Policía también está investigando la muerte de una joven de 28 años, madre de tres menores, que resultó muerta en un apartamento de Fajardo. Su pareja, un médico del área, llamó a las autoridades para informar de un aparente suicidio. El disparo provino del arma para la cual la víctima tenía licencia. El caso se está investigando como un feminicidio y el médico ha sido interrogado. Recientemente un alegado suicidio fue clasificado como feminicidio y el informante fue acusado por los hechos. No sería sorprendente un resultado similar.

La contestación a la pregunta de por qué continúan ocurriendo los asesinatos de mujeres está en la existencia de la ideología patriarcal que forma y mantiene la sociedad en que vivimos: los roles que se nos asignan por el sexo con el que nacemos, las adscripciones de las características que debemos exhibir, la pretendida superioridad biológica de los varones; el derecho a tener control sobre las que se suponen inferiores; la resistencia a perder el poder cuando “las más débiles” demuestran sus fortalezas, inteligencia y voluntad de ser libres y se recurre a la violencia para “meternos en cintura”; es decir, para devolvernos al redil. Muchas luchas hemos librado que nos han permitido adelantar en el largo camino hacia la erradicación del discrimen y las desigualdades. Tal vez por ello, en cierto modo nos sorprende que todavía hablemos de la ideología patriarcal e insistamos en que la estrategia principal para acabar con ella es la educación con perspectiva de género, con todas sus letras. No con apellidos conciliadores para no despertar la liebre del conservadurismo, cuyo resultado no es otro que pintar de rosado la dura realidad que nos golpea cuando vemos los números de los feminicidios que presenta el informe del Observatorio de Equidad de Género (OEG) hasta el pasado 4 de julio. Desde la masacre de Yauco el 25 de enero de 2024, en la cual Wilfredo Santiago mató a su ex pareja Lynnette Morales, a la madre y al hermano de ésta y luego se suicidó, han ocurrido 51 feminicidios: 13 íntimos, un trans feminicidio, uno familiar y 2 no íntimos. Además, hay 28 muertes de mujeres bajo investigación.

Llama la atención que 7 de los perpetradores se suicidaron luego del acto criminal. Mantener el control y el poder decisional de todo lo relacionado con la relación, incluso quitarse la vida para no ser juzgado y encarcelado, es parte de la conducta del victimario que ejerce la violencia machista.

Mientras seguimos insistiendo en la educación, otras estrategias han sido identificadas por las personas que trabajan el tema de la violencia de género. Una de ellas es la revisión de la legislación que recientemente flexibilizó los requisitos para la concesión de licencias para armas de fuego. El incremento en el uso de armas legales e ilegales para cometer feminicidios ha sido documentado por el OEG en sus informes más recientes. De los 13 feminicidios íntimos reportados al 4 de julio, 11 fueron cometidos con armas de fuego; al menos 4 con licencia y 3 sin licencia. La Legislatura ha mirado para el lado ante este reclamo de las organizaciones. Parece ser más influyente el cabildeo de los dueños de armerías y clubes de tiro que las vidas de las mujeres.

También sigue vigente la exigencia de que se desarrollen campañas de divulgación para la prevención, dirigidas a sobrevivientes, a potenciales agresores, a la comunidad y a la necesidad de su solidaridad. Los esfuerzos de publicidad deben partir de las necesidades que identifiquen las propias protagonistas y las entidades que les ofrecen servicios para que se acerquen a su realidad. Además, es necesario que se puedan medir los resultados de su efectividad para hacer los ajustes necesarios en el enfoque.

Estaremos muy pendientes de las propuestas que las organizaciones políticas y las personas que aspiran a ocupar puestos electivos formulen sobre el tema de la violencia de género. Las políticas públicas, la legislación, los planes de acción tienen que partir de un análisis centrado, en el que se integren las recomendaciones de las personas y organizaciones que conozcan de cerca el tema. La academia y las investigadoras también tienen mucho que aportar. La violencia machista y los trágicos eventos que agobian al Pueblo y a nuestras mujeres a menudo son utilizados por legisladores para lucir bien desde las gradas con investigaciones de última hora y con la improvisación de proyectos, algunos de las cuales terminan siendo grandes desaciertos.
Tristemente serán muchas más las veces que tendremos que abordar el tema de la violencia de género, que será necesario hacer referencia a feminicidios que nos colman de angustia y tristeza, pero seguirá siendo igualmente imprescindible la denuncia de las acciones negligentes de las agencias del Estado cuando así ocurra, la defensa de los derechos humanos de las mujeres y el apoyo a los albergues y las organizaciones de servicios para las sobrevivientes, sus hijas e hijos.

 

 

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