Monserrate Deliz, pionera y fundadora de la educación musical en Puerto Rico

Monserrate Deliz. Foto Archivo UPR

 

 

Especial para En Rojo

Monserrate Deliz Méndez (1892-1969) fue la primera maestra de música puertorriqueña nombrada por el Departamento de Instrucción Pública (Muñoz, Entrevista 1999). Su monumental labor fue el rescate de las canciones escolares del folclor español de Puerto Rico en su Renadío del cantar folklórico de Puerto Rico, sus canciones escolares en ABC Cantos infantiles y El himno de Puerto Rico, entre otros títulos. Monserrate Deliz nació en Aguadilla el 20 de septiembre de 1892, cuando aún Puerto Rico era una colonia de España. Su padre fue José Monserrate Deliz Rodríguez y su madre Ana Petronila Méndez Vaz. Tuvo seis hermanas y hermanos: Ana María, Juana, Pedro, Carlos, Asunción y María Mercedes. En el censo de Estados Unidos en Puerto Rico del 1910, Monserrate Deliz, de 18 años, figuraba como una mulata soltera de Aguadilla.

Cursó la escuela primaria en Aguadilla y estudios superiores en la Universidad de Puerto Rico.  Era pianista y maestra de música. Estudió piano con Carmen Sanabria y Teresa Barreda.  Luego, fue a estudiar al Colegio de Música de la Universidad de Boston. Desde los 15 años fue maestra, en Aguadilla, y supervisora de música de 1913 a 1926. De 1926 a 1948 fue instructora, y luego catedrática auxiliar de música en la Universidad de Puerto Rico. En 1927 fundó y dirigió el Coro de la Universidad de Puerto Rico, aunque no fue oficial hasta 1933. Este dato, quede claro, se ha desprendido de los anales del AGPR, a pesar del dato planteado por la Fundación Nacional para la Cultura Popular de que fuera Augusto Rodríguez Amador el fundador del coro universitario en 1936 (Fundación Nacional para la Cultura Popular 2016). No se pretende quitar méritos a Rodríguez Amador, músico por excelencia, quien llegó a Puerto Rico de regreso de sus estudios de música en Boston en 1934, fue director del Coro y aportó al desarrollo de la cultura musical en Puerto Rico. Sin embargo, ya Monserrate Deliz había gestionado y actuado con el coro desde la década de 1920.

En 1930, el decano del Colegio de Música de Boston University, Alfred H. Meyer, entrevistó a Monserrate Deliz para la revista The Boston Evening Transcript. En la entrevista, Monserrate denunció la falta de auditorios para conciertos de orquesta en Puerto Rico y recalcó su compromiso con la educación musical en las escuelas públicas del país. Manifestó, además, la importancia de que los maestros conocieran la naturaleza de los niños y, de paso, dio la noticia sobre la formación de un coro en la Universidad de Puerto Rico. Deliz formó el coro con estudiantes rurales, quienes dieron su primer concierto el 24 de marzo de 1927. El decano de Educación de la época, Juan José Osuna, y el canciller de la Universidad de Puerto Rico, Thomas E. Benne, dieron su beneplácito a Monserrate por la fundación del coro. Tuvo el apoyo, asimismo, del reconocido compositor puertorriqueño José A. Balseiro. Los dirigentes de la universidad invitaron al coro a cantar en un homenaje que organizaron para conmemorar a Luis Lloréns Torres, y cantaron Laura y Georgina de Juan Morel Campos y Lamento borincano de Rafael Hernández. Luego, el canciller Benne dio luz verde a Monserrate para que continuara el “coro mixto” el año siguiente. Benne también quiso, a instancias de Monserrate, que se organizara una orquesta. Durante el año académico 1933-1934, se ofrecieron dos cursos nuevos en la Universidad de Puerto Rico, “La masa coral” y “La orquesta”, y el 20 de diciembre de 1933 dieron su primera presentación ambos grupos. En una carta del 23 de abril de 1934 al canciller de la universidad, Carlos Chardón, Monserrate reitera que le concedan una sabática para continuar sus estudios en el Colegio de Música de la Universidad de Boston. Además, le recuerda a Chardón que ya estaban funcionando la orquesta y el coro que le había pedido organizar y que unas doce actividades musicales organizadas por ella se habían llevado a cabo exitosamente dándole promoción y renombre a la universidad (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 6).

Monserrate Deliz es una persona clave y determinante en la historia de la educación musical en Puerto Rico. Fue la primera maestra nombrada, desde la temprana edad de 15 años. A lo largo de su carrera, Monserrate Deliz estuvo constantemente activa hasta el final de sus días. Ella comprendió el significado y la importancia de la educación musical dentro del contexto cultural. Ante la imposición del idioma de los estadounidenses, sin mediar epítetos ni posiciones políticas que pudieran problematizar su cometido, más de lo que ya estaba, emprendió un proyecto de publicación de canciones en español en medio del apogeo de la transculturación estadounidense que se experimentaba en la Isla apoyándose en su necesidad pedagógica. Nada fue un impedimento para Monserrate Deliz, o al menos así ella pensaba dentro de su condición de mujer colonizada. No temblaba ante la adversidad. Su persistencia fue notable, así como sus logros. Igual se fusionaba entre paisanos y extranjeros, jefes y subordinados, hombres y mujeres. Su historia es clara y se puede dilucidar a través de sus obras y logros que redundaron en beneficio de la juventud puertorriqueña. De ninguna manera Deliz fue parte del comienzo de una nueva cultura; su historia fue lineal desde sus orígenes. Sus publicaciones ocurren cual ajenas a la transculturación que tomaba lugar en sus días: ABC fue su libro de composiciones que fortalecieron el legado de canciones educativas, Renadío su colección de canciones trasmitidas por tradición oral para el legado musical puertorriqueño y El himno el más preciado testimonio de autenticidad y reafirmación de nuestro himno nacional.

La importancia de Monserrate Deliz no ha sido debidamente examinada en la historia de Puerto Rico. Fue una mujer que actuó conciente de su obligación patriótica sin alardes y teniendo por norte un único color en su misión musicoeducativa: la cultura de las generaciones futuras. Para ejecutar su labor educadora, y desarrollarse en el Puerto Rico de la primera mitad del siglo XX, Monserrate Deliz tuvo una disposición excepcional. Era un Puerto Rico recién invadido por Estados Unidos, país de cultura inglesa que instalaba su modelo escolar en un pueblo hispánico colonial. Puerto Rico se vio sitiado por el caos de la imposición lingüística que resultaba totalmente irracional. Sin embargo, los puertorriqueños ya habían probado la autoridad absurda de la colonia española, por lo que ya había un rasgo de tenacidad en su temperamento y, hasta cierto punto, los más resistentes se paseaban entre una y otra realidad sin mayores sobresaltos. Monserrate Deliz estaba conciente de su condición de mujer de tez trigueña con evidente ascendencia africana -o indígena-, para complementar su ralea europea, y que no era de una clase socioeconómica pudiente, pero eso no fue un impedimento para sus metas y proyectos. En su diario sobre un viaje que hizo en junio del 1948 a San Diego, California, escribió sobre el ambiente racista de Estados Unidos. El viernes, 4 de junio de 1948 estaba en Miami y llamó a su amigo, el novelista José Balseiro -hijo del compositor Rafael Balseiro-, que trabajaba en la Universidad de Miami como profesor de literatura hispánica. Poco después, salió de Miami hacia Atlanta y llegaron el 5 de junio -Monserrate viajaba con su sobrino Toño, el que en un futuro se convirtiera en sacerdote. Mientras esperaba en la estación de Atlanta, vio los letreros del baño para Colored Men y Colored Women, y comentó: “todavía los vestigios de los días coloniales”. Más adelante, describió un acontecimiento mientras esperaba en el aeropuerto de Atlanta: “Unas negras de alto copete en trajes de noche con abrigos se detienen en un sitio y van a coger el avión. Al pasar, todos hablan, critican y se ríen. Fatalidad. Sueño, café, tostada, malestar, me siento fallecer” (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 8). Puede que Monserrate Deliz haya sido una persona sencilla que nada más tuvo suerte porque en su época no había educadores musicales, una época en la que el oficio de la docencia escolar era destinado con cierta exclusividad a las mujeres. Su obra pionera, no obstante, es su mayor legado. Las diligencias y realidades que tuvo que sobrellevar no fueron poco complicadas. Monserrate, como había mencionado, era una joven trigueña, de un pueblo lejos de la capital y de pocos recursos. A sus 18 años, Monserrate vivía con seis hermanos y su madre era la jefa de familia. O sea, no había la figura paterna en la casa.

El 1º de junio de 1922, Monserrate Deliz escribió a José Padín, “por indicación del Sr. comisionado de Instrucción, Lcdo. J. B. Huyke, y del Lcdo. Sr. Enrique González Mena” para presentar su proyecto de publicación de un libro de sus composiciones de canciones escolares, en español, titulado ABC (luego cambió a ABC cantos infantiles) (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 1).[1] Huyke era miembro del Partido La Unión de Puerto Rico. Sin embargo, su inclinación era americanista y se identificaba más con la ideología de los republicanos que de los unionistas. Emmet Montgomery Reily (1866-1954), gobernador estadounidense entre 1921 y 1923, escogió a Huyke para ser comisionado por sus posturas acordes con la transculturación que se llevaba a cabo en Puerto Rico en la década de 1920. Huyke reafirmó su postura cuando declaró en 1921 que el gobernador Reily sabía que la educación era el medio idóneo para inculcar el americanismo en Puerto Rico, y que por eso había aceptado el nombramiento a la cabeza del Departamento de Instrucción Pública. Aquellos que no estaban de acuerdo con la americanización -reafirmó Huyke-, estarían mejor no trabajando en las escuelas porque se iba a hacer un énfasis con canciones patrióticas, entre otras cosas (Negrón de Montilla 1971, 180-183). Es curioso, pues, que un comisionado de Instrucción Pública, que creía en la americanización de las niñas y los niños puertorriqueños a través de las canciones, apoyara el proyecto de Monserrate. Quizá vio un espacio imprevisto pero necesario en su delirante discurso de maleducar a toda una nación, una ficha que le ayudaría a justificar su posición de poder y apaciguar a sus estridentes detractores. Recordemos que Brumbaugh, primer comisionado y preceptor de Huyke, a pesar de tener como meta primordial la americanización, admitió que la cultura puertorriqueña tenía un legado español.

En la presentación del libro, Monserrate Deliz anuncia que es “de canciones en castellano para los grados primarios”. Huyke escribe un prólogo para promover el libro “que recomiendo a mis compañeros con todo mi corazón”. Poco después, en julio 1922, Padín escribe a Monserrate para anunciar la decisión de publicarle el libro ABC por el interés de Huyke e Instrucción Pública, y le envía el contrato para firmar, pero añade que necesita ser más voluminoso y que le escribirá la Srta. María Luisa Negrón[2] para darle las recomendaciones específicas. Ese mismo mes, la Srta. María Luisa Negrón de D. C. Heath and Company, escribe a Monserrate con la promesa de hacer de su ABC “una obrita linda y de valor al mismo tiempo”. Había 35 canciones en el manuscrito que Monserrate envió originalmente. María Luisa Negrón recomendó que hubiera más canciones, para que el libro llegara a cien páginas, con ilustraciones, y que no tenían que ser originales todas las canciones. Pidió a Monserrate que incluyera canciones del libro de Allena Luce, Canciones populares (1921), una colección de canciones folclóricas puertorriqueñas y canciones norteamericanas traducidas al español y del libro Canciones escolares de Braulio Dueño Colón y Manuel Fernández Juncos. Negrón le enumera cuáles canciones quiere que estén, y que sean todas de “mucha acción, mucho aire, mucho sol”. Le envió el libro Lo que cantan los niños para que sacara canciones de ahí también.  Negrón le recomendó a Monserrate que quitara algunas canciones, como “Mi gatito”, porque la encontraba “sentimental y contemplativa”, y le envió otra titulada “Mi gato” para que cambiara la idea. También procuró que quitara la canción “El recreo” porque trataba de unos niños que estaban observando a otros niños jugar, y dijo que eso no era “normal”. Es posible que Monserrate se refiriera a niños puertorriqueños observando a niños norteamericanos jugar en un parque donde se les prohibía la entrada por ser trigueños. Negrón le señaló que la canción “Mi canario” era una canción de “alegría egoísta”, y adjuntó una lista de la clase de canciones que hacía falta enseñar, según ella, a los niños. Además, la Srta. Negrón quería que Monserrate le pusiera coros a algunas canciones para que fueran más “activas”. Monserrate respondió a María Luisa Negrón en agosto y le agradeció, en primer lugar, la publicación de su ABC, que fue la realización de un sueño, porque no había canciones escolares apropiadas en español. Al mismo tiempo, sin eludir las recomendaciones, justificó sus canciones ante la crítica de María Luisa Negrón y requirió que pusieran su nombre, como autora, en la portada del libro. Así de sencillo, aunque luego tuvo que llegar a términos, ante las peticiones de la editorial.

En septiembre de 1922, Monserrate le envió a José Padín el manuscrito de ABC arreglado según los deseos de D. C. Heath and Company. La nueva versión del libro tenía juegos, además de 52 canciones. Monserrate reiteró que incluyan su nombre en la portada, ya que era la autora, y comentó que por la necesidad que había de un libro como ese, tendría buenas ventas. Ese mismo mes, Monserrate escribió a María Luisa Negrón para informarle que le había enviado el manuscrito arreglado de ABC. Le había hecho cambios a la canción “Mi canario” -la que era egoísta- y le hizo cambios a la canción “El recreo” a la que le cambió el título a “El ratón y el gato”, y la hizo más movida. Monserrate explicó que la razón de la canción “Marchando” era porque todas las noches se veía a la Guardia Nacional haciendo ejercicios en la calle. Deliz prosiguió con la lista de canciones que arregló por opinión de María Luisa Negrón, y otras nuevas que añadió, y luego aclaró que no incluyó los versos que Negrón le envió porque no cabían, y que no eran apropiados, con la excepción de “El marino”. Al final, le indicó a Negrón que le gustaría que se siguieran las instrucciones que había anotado al final de cada canción y que quería que lo hicieran “bien lindo”. Este era el carácter de Monserrate Deliz, una humilde maestra de Aguadilla, que negociaba con los instruidos de la gran urbe de Nueva York. En su introducción de ABC, Monserrate describió su experiencia como maestra en las escuelas públicas y criticó la deficiencia de la educación musical en Puerto Rico. Solamente había dos libros de canciones, “Canciones escolares” (y Canciones populares de Luce) y el “Porto Rican Song Book”. Aludió a la necesidad de nuevas canciones en “nuestro idioma” que fueran interesantes para los niños. Criticó las canciones en inglés, ajenas a la idiosincrasia “nacional”. Afirmó que “esta laguna en nuestro sistema educativo se quiso llenar ofreciendo a los niños material de los textos ingleses que las más de las veces trataban asuntos completamente ajenos a la psicología y manera de ser de nuestros niños” (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 1). Es por esa razón que se dedicó a componer canciones apropiadas para sus estudiantes de grados primarios. El resultado fue la colección de canciones que recatadamente presentó dando gracias al apoyo de sus colegas. El comisionado de Instrucción Pública, Juan B. Huyke, dio su visto bueno para que el libro ABC cantos infantiles se convirtiera en el texto oficial de música para las escuelas.

Luego se le presentó otro inconveniente a Monserrate. En octubre de ese año, José Padín le escribió a Monserrate que el “Attorney General” había prohibido la compra de libros escritos por personas que trabajaban en el gobierno, por ser un conflicto de interés, y que, así las cosas, no podían publicar su ABC. Padín se sigue refiriendo al ABC como “su obrita”, y le sugiere que confirme con Huyke, quien tanto quería que se publicara. Dijo Padín: “El hecho de estar la autora en ejercicio activo de su profesión en las escuelas de Puerto Rico, descalifica la obra como libro de texto en nuestro país.” Padín añadió que “es cuestión de enmendar la ley”. El problema legal de recibir las ganancias de las ventas del libro se discutió con Enrique González Mena, porque Monserrate era maestra, y surgió la idea de cambiar la autoría a nombre de su hermana. Padín le aseguró que otros empleados habían transferido igualmente sus derechos en situaciones similares. De no ceder los derechos de autora de su ABC, no sería comprado por Instrucción Pública. No fue hasta un año después, en julio de 1923, que Monserrate recibió la primera muestra de impresión de ABC de D. C. Heath and Company, 239 West 39th Street, New York City, con instrucciones de cómo hacer correcciones, y para que se hiciera expeditamente. Padín volvió a referirse al ABC como el “librito”, dando la impresión de que fuera un trabajo de menor importancia. Pasó otro año hasta que, el 18 de marzo 1924, Deliz recibió la grata noticia de que el libro había sido publicado en Nueva York, y Padín le urgió que hablara con el comisionado Huyke para que llevara a cabo el pedido de los libros (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 1).

Dos meses después, en mayo de 1924, Monserrate Deliz recibió felicitaciones de José Padín por el éxito rotundo que tuvo ABC en ventas, que ya no daba abasto, y que era raro que una autora tuviera tanto éxito con su primera publicación, y anotó que Instrucción Pública quería comprar 20,000 ejemplares, pero solamente había podido costear 8,000. Padín completó su mensaje mencionando que la Srta. Negrón envió un ejemplar de los “cantos infantiles” a Allena Luce.[3] John P. Marshall, profesor de música de Boston University, felicitó a Monserrate por su ABC y la invitó a que siguiera estudiando sicología educativa, cursos que había iniciado en Boston. También la felicitaron Nancy E. Canan, directora de música de la State Normal School en Clarion, Pennsylvania; Angelita Santaella, de la Girls Charity School; y Esther Irizarry, de la Junta Directiva de las escuelas del distrito de San Juan, entre otras. En septiembre de 1924, Padín escribió a Monserrate anunciando que iban a preparar una edición especial de ABC para los estudiantes de español de la escuela intermedia de EE. UU. y quería cambiar su título a “Cantos para niños” porque “infantiles” sonaba muy elemental, y también quitar el prólogo de Huyke porque era “de carácter regional”. Propuso hacer otra introducción, dirigida a la escuela intermedia, la cual escribiría el Dr. Green de D. C. Heath and Company. Asimismo, harían una versión bilingüe, y las regalías serían de 6%, el mismo porcentaje que recibía por el libro original. Seguidamente, Monserrate escribió a José Padín quejándose de la regalía de 6% sobre el precio neto de ABC, diciendo que el contrato fue ruinoso para ella y que ese porcentaje era “absolutamente bajo”. Exigió, igualmente, que además de su nombre, apareciera una nota en la portada que dijera que el libro fue preparado por ella para los niños de Puerto Rico, y que no creía que eso afectaría en nada la parte comercial (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 1).

En octubre de 1924, José Padín escribió a Monserrate para confirmar que recibieron el contrato de cesión de derechos a su madre Ana Méndez Vaz, y que las regalías se pagarían a ese nombre. Aparentemente la autora cambió de parecer y le pasó los derechos a su madre en vez de su hermana. Padín ofreció enviarle 100 copias de ABC a Monserrate para que ella misma los vendiera en Aguadilla a los padres de sus estudiantes. Sugirió poner en la portada “Por Monserrate Deliz, profesora especial de música en las escuelas públicas de Aguadilla, Puerto Rico”. Padín le informó que él y el Dr. Green no quisieron poner por escrito que el libro estaba hecho expresamente para Puerto Rico porque no convenía comercialmente. Eventualmente se resolvió este punto en diciembre y se incluyó el nombre de Monserrate como autora. Un año después, José Padín escribió a Monserrate para informarle que la venta de ABC ese año fue poca porque Instrucción Pública no repitió la orden de compra. Le sugirió que ella misma se dedicara a la venta de sus libros, para no tener que descontárselos de sus beneficios. Padín había pedido a Juan José Osuna[4] darle una plaza a Monserrate en la Escuela Modelo[5], pero Osuna respondió que ya estaba la plaza cubierta. Padín deploró las rebajas de los fondos destinados a Instrucción, que afectaron la educación musical, y le dio ánimos a Monserrate para que no se diera por vencida porque no le dieron la plaza de maestra especial de música a pesar de su inmensa labor. Expresó que no le fue grato ver que la echaran a un lado. En 1928, el apogeo del ABC estaba llegando a su fin. Ya no querían enviarle ejemplares de cortesía a Monserrate y debía comprar sus propios libros. Padín, que continuaba refiriéndose al ABC como “la obrita”, instó a Monserrate a que convenciera a sus colegas que ABC no era solamente para maestras, sino para estudiantes también. Entonces, envió 200 copias a Deliz en consignación para que Monserrate vendiera sus propios libros.

A partir de ese año, se hicieron varios intentos creativos por recuperar las ventas del ABC. Monserrate Deliz exigió que se mencionaran los dos sexos, niñas y niños, cuando se referían a los estudiantes en el libro. La casa publicadora Heath and Company le hizo propaganda al ABC en la América hispana -aquellas regiones del Nuevo Mundo donde se habla español. Se sugirió suplir el libro con manuales para maestros, labor que correspondería a la autora. Por ende, el 30 de agosto 1930, Monserrate pidió a Heath and Company que la relevaran de sus compromisos. Una década más tarde, en 1942, Mr. M. B. Perry de Heath and Company escribió a Monserrate para decirle que, si no compraba las placas de impresión de ABC cantos infantiles, a siete centavos la libra, las iban a destruir, porque ya el libro no se vendía. Monserrate respondió oponiéndose a la destrucción de las placas de impresión del ABC porque, según ella, aún se contemplaba en el gobierno su reimpresión para las escuelas. Los derechos de Heath and Company sobre ABC expiraron en 1953. Una de las canciones más emblemáticas del ABC es Los pollitos dicen pío, pío, pío: “Los pollitos dicen / pío, pío, pío / cuando tienen hambre / cuando tienen frío. / La gallina busca / el maíz y el trigo / les da la comida / y les presta abrigo. / Bajos sus dos alas / acurrucaditos / hasta el otro día / duermen los pollitos.”[6]

El 27 de mayo de 1938, José Limón de Arce[7] le escribió a Monserrate Deliz, ya entonces catedrática de la Universidad de Puerto Rico, para pedirle un folleto que ella había preparado de un festival de la danza puertorriqueña que dirigió y que había sido anunciado por la radio.  Dos meses después, Conrado Asenjo, del Almanaque Puertorriqueño Asenjo de San Juan, escribió a Monserrate Deliz para agradecerle el folleto del festival de la danza que ella y su estudiante Hidolfo J. Pagán le enviaron desde la clase de apreciación musical de la Universidad de Puerto Rico. Conrado Asenjo fue jefe de redacción del diario El Globo en 1924, el cual dirigía Rafael Martínez Nadal, y había tratado de organizar una “Fiesta de la Danza” aquel año, con Braulio Dueño Colón, Clodomiro Rodríguez y Jesús Figueroa, entre otros. Cuenta Asenjo en su carta a Monserrate que incluso había planeado una “Semana de la Danza”, con homenajes, exhibiciones y concursos, pero que todo había quedado en el aire porque era un año eleccionario “y este hecho, como Uds. saben embarga todas las ideas de nuestro pueblo.”

En la portada del folleto del festival de la danza, Hidolfo J. Pagán presentó el festival en nombre de Monserrate, quien era la directora. Firmaron el comisionado de Instrucción, José M. Gallardo, el canciller de la Universidad de Puerto Rico, Juan B. Soto, la Junta de Síndicos, el Consejo de Decanos, el Claustro de Profesores y los Estudiantes de la Universidad de Puerto Rico. En la directiva estaba el estudiante Hidolfo Julio Pagán como presidente, y los vicepresidentes, Margarita Santorra y Agustín M. de Andino, Hijo. Como secretario estaba Ramón Isales, como vocales, Edna L. Lowe, Gustavo Dávila, Teresa Monsanto, José M. González y Rafael Ángel Pagán y, al final, se presentó como consejera a Monserrate Deliz. La apertura estuvo a cargo de Monserrate Deliz y el programa de música incluía las danzas Recuerdos de Borinquen, de Luis Rodríguez Miranda; Margarita, de Manuel Gregorio Tavárez; Sara, de Ángel Mislán; Blanco y azul, de José Ignacio Quintón; y Máscaras alegres, de Juan Morel Campos, entre otras. Este Festival de la Danza Puertorriqueña del 27 de mayo de 1938, organizado por Monserrate Deliz, fue reseñado en Puerto Rico Ilustrado, y puede que haya sido el primero en Puerto Rico. Fue un evento tan importante que la revista Puerto Rico Ilustrado hizo un llamamiento a la resurrección de “nuestra música nacional”. Al ser entrevistada, Monserrate fue muy modesta al declarar que la idea había surgido de sus estudiantes en una de sus clases de Apreciación Musical. El festival se celebró en la Escuela Superior Central de Santurce y la música estuvo a cargo de la Orquesta de Carmelo Díaz. El festival se transmitió tres días antes por radio WKAQ e incluyó otras danzas, como Mis amores de Simón Madera (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 3).

Monserrate Deliz no mermaba en sus prácticas musicales. Finalmente logró culminar su bachillerato de la Universidad de Boston en 1935. El año académico 1936-1937, creó un curso de Apreciación Musical para la escuela pública. Dio conferencias en San Juan, Caguas, Coamo y Jayuya, y exponía que un proyecto suyo sobre el folclor estaba estancado por falta de “medios económicos”. Participó en la organización de cursos de la Academia San Jorge y colaboró con el Club de Mujeres de la Facultad [sic], el Ateneo Puertorriqueño, la Escuela del Aire y la elaboración de nuevos métodos de enseñanza. Documentó el movimiento de la música en Puerto Rico durante sus años en la universidad y dio conferencias en Pro Arte Musical sobre la apreciación musical. Colaboró con el Departamento de Instrucción Pública y criticó a la prensa por no cubrir las actividades de música en Puerto Rico. Gracias a Deliz vinieron músicos invitados del extranjero a dar conciertos. Durante el año académico 1938-1939 logró el rango de catedrática auxiliar.

En 1938, Deliz hizo un resumen de sus doce años en la facultad de la Universidad de Puerto Rico para el decano de Educación, Juan José Osuna. Entre sus logros estaban: las series de conciertos con Elisa Tavárez, Narciso Figueroa y otros, la solidificación de Pro Arte Musical. María Luisa Muñoz y otras personas destacadas en la música fueron sus alumna/os. También, junto a Héctor Landrón y Gustavo Dávila, Deliz dio inicio al proyecto de ley para crear una estación de radio del gobierno y el Festival de la Danza Puertorriqueña, a pesar de la negativa de la prensa por darle publicidad, “cosa muy rara por cierto”, en palabras de la autora. Monserrate Deliz fue la fundadora del coro y la orquesta de la Universidad de Puerto Rico, inspectora de música y profesora certificada del Método Oxford para piano, entre otras cosas. Lamentó que el ambiente del país no ayudara para fomentar el estudio de la música. En 1926 escribió que, cuando empezó en la universidad, le pagaban $1,500 y en 1938 ganaba solamente $2,000, cantidad que apenas le alcanzaba para cubrir los gastos y responsabilidades con su familia. Al final del informe, le preguntó al decano Osuna: “¿No cree Ud., Dr. Osuna, que sea acreedora a un aumento y a un ascenso?”

En una reseña sobre la publicación de Renadío del cantar folclórico de Puerto Rico, en el periódico El Mundo del viernes 5 de octubre de 1951, el redactor Benjamín Santana escribió que el pianista Jesús María Sanromá “hace grandes elogios” sobre la obra de Monserrate Deliz, que es “la primera que se escribe de su clase en Puerto Rico y que servirá de fuente de inspiración a muchos compositores e historiadores musicales” para componer siguiendo el modelo de Bartok, considerado el padre de la etnomusicología, que toma del folclor y lo eleva a la orquesta. Asimismo, el reconocido músico invitó a los músicos puertorriqueños a usar del folclor que había acopiado Deliz para hacer obras musicales serias. En otras palabras, Sanromá exhortó a que se hiciera música nacional puertorriqueña usando el folclor hispano. (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 6) Y a pesar de estos elogios, y muchos más, que recibió Monserrate de personalidades y artistas reconocidos, solamente alcanzó un segundo premio de literatura del Instituto de Cultura Puertorriqueña en junio de 1952, cuando Epifanio Fernández Vanga era presidente.

Renadío es un valioso libro de referencia para los musicoeducadores en Puerto Rico. Es una compilación de la tradición musical exclusiva de nuestro folclor de origen español que incluye: canciones, juegos musicales, juegos de sorteo, romances y canciones para el bebé. Contiene ciento doce canciones anónimas. En la introducción, Deliz define los rasgos que caracterizan el folclor musical de un país, su validez técnica y su nacionalización, y los caracteres del folclor musical puertorriqueño. Lamenta que la tradición se pierda debido a la nueva era tecnológica del siglo XX. Hay canciones escolares que se eslabonan, como explica Deliz. Hay adaptaciones típicas de la misma tonada a diferentes canciones, como Toque de corneta con El patio de mi casa. Son canciones de recuentos de historias y memorias de España, como en el romance Alfonso doce, canción que narra el suceso de la muerte de la Reina Mercedes. La canción El florón es la tonada de La Marcha Real española y el himno a la Virgen María que se aprendía en catecismo. La cojita tiene la tonada de una canción de la zarzuela El húsar, de Carrascosa. La pastora y Era una vez son canciones del folclor francés. Deliz documenta, además, el origen de la canción Mambrú. En la introducción, la autora clasifica nuestro folclor en tres grupos: nativo (campesino y pueblerino), negroide y español (Deliz 1991, 11-15).

Según los seis tipos de currículos potenciales de Elliott (Elliott 1995, 291-293), podríamos plantear que Monserrate Deliz se ubica en el Currículo Insular porque en su Renadío del cantar folclórico es evidente que rescató canciones tradicionales en su afán por conservar las tradiciones musicales de nuestra cultura hispánica particular de nuestra región. En pleno apogeo de la americanización en Puerto Rico, vaticinó que la música infantil tradicional estaba en peligro de extinción y se lanzó en el colosal proyecto de recopilar ciento doce canciones durante poco más o menos treinta años por medio de transmisión oral y a través de la Isla. Su augurio fue acertado: su obra es la única conexión a tonadas y letras que pudieron caer en el olvido y no tenerlas hubiera sido un fuerte golpe a nuestra cultura.

Desde que se anunció que se escogió La borinqueña como himno nacional de Puerto Rico, a propósito del estreno del Estado Libre Asociado y a la par con el de Estados Unidos, surgió como tema de discusión en los ámbitos intelectuales de la Isla el cuestionamiento del origen de la canción. En el periódico El Mundo del sábado 8 de marzo de 1952, con el anuncio de la tirada de la segunda edición de Renadío, Monserrate Deliz hizo mención de un nuevo proyecto por descubrir el verdadero origen del himno que se le atribuía a varios autores de diferentes países. Ya en agosto de 1953, andaba por Santo Domingo investigando. Una carta desde el hotel Fausto, en la llamada “Ciudad Trujillo” de aquel entonces, contó su experiencia con las autoridades educativas que la trataban de evadir. Sin embargo, anotó que en Santo Domingo había orquesta sinfónica, conservatorio, centro de bellas artes y sociedad de músicos, lo que no había en el Puerto Rico de aquel entonces (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 9). En una entrevista que le hace la revista Garbo de Barcelona, fechada 5 de abril de 1957, Monserrate confiesa que la investigación que hizo para su libro El himno de Puerto Rico abarcó veintidós ciudades en trece países. A la pregunta que le hicieron, sobre si tuvo subsidios del gobierno, Monserrate respondió con un escueto “No los he tenido” (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 5). En un artículo en El Mundo del sábado 30 de marzo 1957 por María Teresa Babim sobre El himno de Puerto Rico de Monserrate, Babim apuntó: “La Isla, siempre angustiada por la incertidumbre de su destino político y sus anhelos insaciables de independencia, le ha trasmitido a La Borinqueña la emoción concentrada de los afanes en pos de esa libertad soñada y nunca plenamente lograda.”

En medio de elogios y reconocimientos por su publicación de El himno de Puerto Rico, la realidad fue que Monserrate no fue respondida con el justo apoyo económico que merecía por parte del gobierno, en representación del país, por todo lo que dio de sí sin interés más allá del patriótico. En carta del 14 de febrero de 1957, Monserrate le comunicó al secretario interino Francisco Collazo que llevó una copia de El himno de Puerto Rico a Antonio Colorado para que se la llevara en persona. Deliz expuso su razón de hacer el libro porque en esos días se daba seguidamente la discusión del origen de La borinqueña en la prensa y los círculos académicos. También le expresó al secretario la gesta de investigación que conllevó la obra, por la cual tuvo que viajar a varios países:

Ya se imaginará que no siempre tuve buena acogida. Topé con la indiferencia, con el perro del hortelano y hasta con sonrisas compasivas. Pero todo lo di por alto. También recorrí largas distancias en noches oscuras y en países extraños, pasé largas veladas en consulta, pronuncié charlas, solicité cooperación de la prensa, en fin, hice cuanto es dable en una misión como esta (Archivo del Departamento de Educación de Puerto Rico 2019, Expediente de Monserrate Deliz, Correspondencia).

Acto seguido, Deliz reveló algunas inversiones y costos en los que incurrió, y algunos pormenores de esos gastos. Al final, presentó al secretario interino la inquietud que sentía por una anticipada llegada de 3,000 ejemplares de España, con la esperanza de que Instrucción Pública realizara una compra sustancial para ayudarla.

Más adelante, y a pesar de las recomendaciones de Antonio Colorado, director entonces de la Editorial del Departamento de Instrucción Pública, y del gobernador Luis Muñoz Marín, que le agradece y le promete a Monserrate que van a comprarle el libro para compensar su labor, en abril de 1957 el secretario de Instrucción Efraín Sánchez Hidalgo le informó a la “señorita Deliz” que le compraron solamente 1,000 copias de El himno de Puerto Rico. Un memorándum de Rafael Brenes, coordinador del Programa de Libros, había recomendado la compra de 2,000 ejemplares, añadiendo el detalle de que se había separado una partida de $26,000. También se le indicó a Monserrate que se habían comprado 1,000 copias de Renadío seis años antes y que, en caso de que se necesitaran más libros para el año fiscal 1958-1959, se le avisaría. No había una explicación racional para tanta apatía. Al día siguiente, Deliz escribió al secretario que había “luchado bravamente” por verlo a él y al Sr. Rafael Brenes, sin lograrlo. Dijo Monserrate que se quedó “pequeñita” cuando supo que Instrucción solamente compraría 1,000 ejemplares de El himno de Puerto Rico, que ella esperaba que le compraran al menos 2,000, y recalcó que sus diligencias fueron muy costosas. Planteó que sus gastos ascendieron al menos a $12,000. También mencionó que igualmente le compraron pocas copias de Renadío. Deliz recordó que el libro de Ricardo Alegría -sobre los taínos- fue acogido con una compra de 16,000 ejemplares, y no entendía por qué no le compraban al menos 2,000 copias del suyo. En esta carta, Monserrate apela a la reconsideración de la cantidad de la orden de Instrucción y adjunta una carta del ex comisionado José Padín, quien la apoya en su gestión y recalca la falta de sensatez hacia el “obrero intelectual” mientras en el país se botan 100 millones de dólares al año en juegos de azar (Archivo del Departamento de Educación de Puerto Rico 2019, Expediente de Monserrate Deliz, correspondencia).

En un artículo de Índice Cultural, revista de la Universidad de Puerto Rico, Nilita Vientós Gastón reseña el libro La historia de La borinqueña. En Perú era Bellísima peruana, en Cuba Mi amor, en Brasil Encantadora infancia, y también se cantaba en Chile, Bolivia, México y Haití. Vientós anotó que el arreglo aceptado para el himno oficialmente fue el de Ramón Collado, pero que el primer arreglo original fue de Amaury Veray, y como prueba indicaba ver los periódicos El Mundo de 24 de octubre 1952 y El Imparcial de 25 de octubre 1952.  En una reseña de un corte de periódico no identificado -¿El Mundo, El Imparcial?-, escrita por Margot Arce de Vázquez, titulada “De Monserrate Deliz El himno de Puerto Rico”, esta señaló que la canción se escribió en 1867 y que la letra revolucionaria de Lola Rodríguez de Tió fue suplantada por la letra paisajista que cargaba el mito de la isla-paraíso, presente también en la política, y que era un momento histórico, aquel entonces, para reflexionar sobre la nacionalidad. Arce secundó la tácita posición de Monserrate de que no había suficiente pruebas para sustentar que La borinqueña fuera de Perú, y que, “a pesar del testimonio prestigioso de [Salvador] Brau y [Cayetano] Coll y Toste, tampoco convencen por completo los argumentos y pruebas que señalan a Félix Astol como autor de la canción”. La tradición sangermeña le atribuyó la autoría de La borinqueña a Francisco Ramírez de Arellano y existe una carta escrita por Lola Rodríguez de Tió que no se pudo encontrar y que según Coll y Toste esclarecería la duda.

Deliz fue una académica de grandes iniciativas, una investigadora disciplinada que emprendió varios proyectos durante su vida. Tenía anotaciones de que, en las fiestas patronales de San Germán de 1947, se publicó un discurso que Gustavo A. Ramírez de Arellano había ofrecido el 23 de diciembre de 1945 para la desvelación de la placa conmemorativa del lugar donde Paco -Francisco- Ramírez de Arellano- compuso La borinqueña. Gustavo hizo una trilogía entre Paco, Lola Rodríguez de Tió y el Grito de Lares. Indicó que La borinqueña se llamó primero La almojábana, porque Paco se la compuso a su esposa. Cuando Lola le puso la letra revolucionaria, Paco omitió ponerle su autoría por miedo a la represión española. Astol, por ser peninsular, gozaba de inmunidad (Archivo General de Puerto Rico 2019, Colección Monserrate Deliz Caja 6). Cuál era la relación entre Ramírez de Arellano y Astol, y por qué se le atribuyó a él, es la pregunta que habría que contestar.

En 1957 Monserrate Deliz, una jibarita de Aguadilla, se entendía con personalidades como Arturo Morales Carrión, quien la llamaba su amiga, y otras figuras de importancia en el mundo político y cultural. Todos elogiaban su obra. María Luisa Muñoz, supervisora y directora del Programa de Educación Musical de las Escuelas Públicas de Puerto Rico en 1957, urgió que la auspiciaran. El periódico El Mundo del martes 4 de junio de 1957 publicó una reseña de José M. Ufret en la que comentaba El himno de Puerto Rico y de paso entrevistó a Deliz sobre sus planes de otros estudios sobre el aguinaldo y la danza. Monserrate manifestó que la venta de libros no era ganancia en Puerto Rico y reiteró el problema de la falta de auspicio de la cultura por parte del gobierno.

Monserrate fue presidenta de Pro Arte Musical, miembro honorario del Centro de Estudios Folklóricos y Musicales de la Universidad de Colombia, de CIDEM (Consejo Interamericano de Educación Musical), fundadora del coro universitario y el Glee Club, e iniciadora de todas las gestiones que condujeron a la creación de cursos de orquesta y apreciación musical. También fue maestra de piano, y por el juzgar de sus agendas de clases, Monserrate enseñaba piezas de compositores europeos que requerían capacidades técnicas extraordinarias. En carta del 30 de noviembre 1931 al canciller de la Universidad de Puerto Rico, Carlos E. Chardón, Monserrate reveló la necesidad de un piano para las clases de música en la universidad. Denunció que la necesidad de buenos instrumentos mantenía el cultivo de la música en el abandono. Aludió a que no había un piano que pudieran usar los estudiantes, cuando se contaba en aquella época con los talentos de Elisa Tavárez y Arístides Chavier, entre otros, que no podían dar demostraciones o recitales en la Universidad de Puerto Rico por falta de un piano. Monserrate fue explícita con el canciller, subrayando que había un “formidable … prejuicio” o “evidente … abandono” contra la música en la Universidad de Puerto Rico, y que era necesario organizar recitales y conciertos para fomentar la educación musical en la universidad. Solicitó que se comprara un piano Steinway de $1,375, o un Baldwin por $1,222, y que los vendedores, Antonio Otero y Salvador Nin respectivamente, aceptaban que se les pagaran poco a poco. Monserrate anunció que iba a llegar el reconocido y joven pianista Jesús María Sanromá y que, de no haber un piano, sería un desperdicio. (Archivo de la Universidad de Puerto Rico 2019, Expediente de Monserrate Deliz, correspondencia) Afortunadamente, el Archivo General de Puerto Rico cuenta con una rica colección particular de Monserrate Deliz, de donde pueden realizarse otros estudios significantes que arrojan luz sobre el asunto de la educación musical en Puerto Rico

Notas:

[1] Juan B. Huyke fue el primer comisionado de Instrucción, nombrado por el presidente de Estados Unidos, de origen puertorriqueño, entre 1921 y 1929. Enrique González Mena fue un destacado líder político del Partido Republicano de Puerto Rico. En 1922, José Padín trabajaba en Nueva York como miembro de la editorial de D. C. Heath and Company, Publishers of Text Books for Schools and Colleges, y fue el segundo comisionado de Instrucción de origen puertorriqueño, entre 1930 y 1936.
[2] La Srta. María Luisa Negrón, quien trabajaba con Padín en D. C. Heath and Company, no debe confundirse con María Luisa Muñoz.
[3] La profesora Allena Luce, de Boston University, trabajó en la Universidad de Puerto Rico y ayudó en la creación del programa de educación musical en las escuelas públicas. En 1920 publicó A Course of Study in Music for Public Schools of Porto Rico y más tarde publicó Canciones populares y Vamos a cantar.
[4] El Dr. Juan José Osuna, autor de A History of Education in Puerto Rico, fue decano de la Escuela de Pedagogía de la Universidad de Puerto Rico entre 1928 y 1945, y presidente interino de la Universidad entre 1939 y 1940.
[5] Las Escuelas Modelo estaban bajo la supervisión de Víctor S. Clark (1868-1946), director del Brookings Institution Survey of Puerto Rico. Estas Escuelas Modelo fueron establecidas para institucionalizar la americanización en Puerto Rico. Osuna documenta que la Escuela Modelo de San Juan se creó en 1899.
[6] Esta canción continúa escuchándose mucho hoy en día en la América Latina y no se reconoce a Monserrate Deliz como autora. Ejemplos pueden encontrarse en: Gallina Pintadita
[7] José Limón de Arce es un reconocido historiador, autor de Arecibo histórico en 1938. A la edad de 19 años era soldado en la Primera Compañía del Cuarto Batallón de Voluntarios cuando Estados Unidos invadió Puerto Rico en 1898 y le tocó tomar las armas. La publicación original se halla en la Colección Puertorriqueña de la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico en Arecibo. En este monumental trabajo, expone sus experiencias durante la defensa de Puerto Rico entre abril y octubre de 1898 y es rico en detalles reveladores sobre la incursión yanqui. Una reseña de la obra de Limón de Arce se encuentra en “Las memorias en la interpretación de hechos históricos: sucesos en Arecibo y Utuado durante la invasión militar de Estados Unidos a Puerto Rico: 1898”, por Luis F. Santiago, https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/3988243.pdf.  José Limón de Arce estuvo vinculado a la lucha obrera y su Federación Libre de Trabajadores (FLT). Escribió un drama alegórico de la lucha obrera: Redención, S.J.: Tip. Alba, 1906 de 86 páginas, y un poema obrero dedicado a la FLT: ¡Siempre adelante!, Arecibo, 1904. Información en Ángel G. Quintero Rivera ed., Lucha obrera en Puerto Rico, S.J.: CEREP, 1971, p. 156.
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