Y el sol solo quemaba y no había preguntas sobre su helio
Y el sol
solo
quemaba
Se escondían más fieras entre el pasto
que lunas tras las nubes
Una piedra
tres golpes algo de fuego
pez en mano
y masticar frente al mar
sólo el mar
y nada de melancolías
mascar
para luego buscar la sombra
de la manada
quizá retozar o soñar el pasto
el sol la piedra el pez
la melancolía
En cada palabra encontraba un eslabón perdido
Recuerdo la palabra cromagnon
entre tintas azules que formaban
una orla sinuosa en la página en blanco
Cromagnon me sabía a canela
quizá por lo cercano de su sonido
a la dulce palabra cinnamon
que fue de las primeras palabras en inglés
aprendidas de mi gula insaciable
por el sabor de las palabras
Creía ver al cromagnon
como un recolector de canela
un recién estrenado hombre
que mordisqueaba bosques enteros
hasta quedar boca arriba, adormecido
en la hipnosis de tanta nube hecha de espuma y café
El cromagnon fue el momento clave
de mis primeros estudios sociales y
cosa paradójica, no saqué buenas notas
cuando el examen me urgía esclarecer
sus relaciones evolutivas y la desolación posterior
que la tristeza del saber impuso al cerebro
¿Qué tristezas podía tener
alguien que mascaba canela
como una salamandra feliz en lo más oculto
de una gruta en Moldavia?
El cromagnon era un obseso –el mayor obseso-
de todas las relaciones que la canela despertó en él
El mundo era humo como la canela
entonces
la paz era la canela
entonces
el sexo era lamerse mutuamente
en busca de la canela
entonces
¿para qué querrían ellos evolucionar
de ese suave fondo dulce hacia el sabor a hierro
que dejaría luego el sexo entre homo sapiens?
La obsesión del cromagnon
sobrevivió en mí
Yo sigo imaginando bosques
en los que veo tribus completas lamiendo cortezas
para luego adormecerse
lentamente
viendo las nubes pasar
E autor es un poeta hondureño residente en Puerto Rico. Los poemas pertenecen a Los juegos fascinantes, ha publicarse próximamente por el sello La Secta de los Perros.