TENGO SEIS O SIETE AÑOS cuando me asomo sobre el cuerpo dormido de mi madre. Hace sol y sé que es verano porque está desarropada y no lleva medias. La miro detenidamente sin tocarla para asegurarme de que todavía está respirando. Sé que un día dejará de hacerlo, pero a mis seis o siete años estoy convencida de que su voluntad de seguir presente es inagotable. Por momentos aguanto la respiración, como antes de zambullirme en la bañera, y me acerco para confirmar que el pecho sube y baja como debe ser.
Entonces ella abre los ojos.
Hay días que me pregunta con voz ronca de sueño que qué hago, hay otros días, como este, que por la claridad de su voz sé que me ha engañado, que se ha estado haciendo la dormida. Entonces, por miedo a que el indio con el hacha de abuela venga a cortarme la lengua o a delatarme, le digo que le velaba la respiración.
DUERMO EN TU CAMA POR DIEZ DIAS Justo en el mismo lado en que dormías tú. Una noche despierto y, sentada en el mismo lugar en que te encontraron ellos – enroscada sobre ti misma, decido revisar las gavetas de tu coqueta. Sé que esta tarea me corresponde. Encuentro una cita inacabada escrita a mano en la tapa de un joyero sin bailarina, en una agenda y en un cuaderno de bolsillo lleno de presupuestos semanales y citas de motivación:
no te vayas, aún tengo cosas que decirte.
POR AHORA TE CUENTO
que a veces
solo a veces
me siento en tu silla
trepo los pies sucios
a ver si vienes
a reclamarme tú
que de haber sido muda hubieras explotado
y otras veces
me asomo a la taza a ver si veo tus días remojándose
en la negrura
del café.
SOBRE EL ASFALTO REPETIDO
una manada de pájaros desfila como movidas
por la curiosidad de un niño
cuatro pilotos del ejército tiburones aéreos
hacen piruetas de trapecistas bajo el sol de marzo
en el desierto un enjambre de cactus y flores áridas
trituran amores viejos
y a lo lejos
los que persiguen mareas son una barrera precaria a la merced del oleaje.
DESDE LAS ORILLAS DE LOS CANALES DE TELEVISION
te vigilo
soy una funambulista al borde del sosiego
me asomo a las redes sociales
como a un accidente.
Tragando erizos
abro la página del periódico
como una quiromante
a punto de lanzarse sobre las palmas abiertas de su deseo
-que no eres tú-
Temo la mordaza
que nos imponen las horas
y la falsa tregua del ojo del huracán.
A PARTIR DE HOY LEVANTAN EL TOQUE DE QUEDA
en este país
de rehenes del litoral
de puentes derrotados y leyes de cabotaje.
Aglutinados en las autopistas sostienen conversaciones intermitentes
con los de allá afuera
y en los pasillos de los hospitales subastan cifras aleatorias
pero nadie confía
en el saldo oficial de los titulares.
VEO LA ISLA
empequeñecerse
en cámara l e n t a
ante el acecho de una espiral
de neones y millas por hora
Oigo aquel barullo
rumor de ráfagas como carcajadas ciclónicas
y sé que todo este malestar es multiplicado por la distancia
no se trata del huracán en sí
se trata de los acertijos que vienen después
de jugar a rearmar un refugio del derrumbe y de la incapacidad de distraer gigantes que salen a cualquier hora
del mar.
Kadiri Vaquer Fernández realizó estudios superiores en Vanderbilt University y en New York University. Los poemas son parte del libro Ritos de pasaje que estará en las librerías pronto.