Desde el Puente Martín Peña
Tierra rota. Se hace el día
El marco de la laguna.
Un ejército de casa
Rompe la doble figura
De un cielo azul que abastece
A un mar tranquilo que arrulla.
Un ejército de casas
Sobre el dolor se acurruca.
Hambre gorda corta el sueño
de enflaquecidas criaturas
que no supieron morirse
al tropezar con la cuna.
Marcha de anhelos partidos
Pica la calma desnuda
Donde recuesta su inercia
La adormecida laguna.
Una canción trepa el aire
Sobre una cola de espuma.
Un verso escapa gritando
En un desliz de la luna.
Y ambos retornan heridos
Por el desdén de la turba.
¡Canción descalza no vale!
¡Verso sufrido no gusta!
Tierra rota. Fuerza rota
De tanto cavar angustia.
Huesos vestidos alertos
A una esperanza caduca
Que le hace mueca en las almas
Y se ríe en las arrugas.
Hacha del tiempo cortando
Carne de siglos de ayuna.
Adentro la muerte manda.
Afuera el hambre murmura
Una plegaria a los hombres
Que al otro lado disfrutan
De anchos salarios restados
A hombres obreros que luchan.
¿Respuesta? —Brazos parados.
Sobre el mantel. No hay industrias.
¡Obreros! Picad el miedo.
Vuestra es la tierra desnuda.
Saltad el hambre y la muerte
Por sobre la honda laguna,
Y uníos a los campesinos,
Y a los que en caña se anudan.
¡Rómpanse un millón de puños
contra moral tan injusta!
¡Alzad, alzad vuestros brazos
como se alzaron en Rusia!