Pucho Charrón en tres tiempos

 

Especial para CLARIDAD

Pucho Charrón, nombre de pícaras resonancias y guapachosa presencia, le corresponde a un artista del lente fotográfico con quien tuve la suerte de compartir por muchos años la vida en el arte.

La calle Cerra, el barrio Cubuy, Cayey, Río Piedras, la calle Loíza, lugares todos que ahora se revelan en blanco y negro nadando en bandejas bajo la luz roja del cuarto oscuro. No logro definir en cuál de estos lugares comenzó a definirse el rostro juvenil de Pucho aunque creo fue en las inmediaciones de la calle Loíza donde lo íbamos a despertar para emprender una de tantas misiones imposibles. Protestaba con ojos todavía  habitados por el sueño pero acudía siempre cámara al hombro y juguetona sonrisa en los labios que todavía el bigote no encubría.

Con el tiempo creció el bigote y luego la barba a tal punto que hasta hace poco nos saludábamos, en las contadas ocasiones de nuestros encuentros, riéndonos de nosotros mismos: Saludos, Ramón Emeterio. Qué tal, Eugenio María.

Tres tiempos y lugares marcan mi memoria del amigo. El primero en la calle Cerra abajo, como decíamos entonces, en Tras Talleres trabajando con mis compañeros en el viejo taller de carpintería de mi abuelo don Antonio convertido en Taller Alacrán. Allí, en el cuarto oscuro recuerdo mi primer y fallido intento de aprendiz de brujo contemplando arrobado a nuestro maestro de fotografía bailar con las manos a medio camino entre la proyección de luz y el navegante papel donde salvaba del naufragio rostros del vecindario en envidiable sortilegio. Algunas de estas tempranas imágenes sobreviven en mi archivo documental en el Recinto Universitario de Cayey rescatadas de invasiones policiacas, incendios, mudanzas y abandonos.

Mural Manoplazo. Foto Pucho Charrón, 1985

Una segunda instantánea se ilumina en el recuerdo. Esta vez el escenario es la plaza de Santo Domingo en San Germán al pie de la iglesia Porta Coeli. Puerta del cielo y también del infierno en que pudo convertirse la Feria de artesanías de 1971 cuando una turba de mal llamados republicanos intentó arrasar con el quiosco del Taller Alacrán donde nuestros carteles contestatarios ofendían sus colonizadas conciencias.

Al no poder asistir a la feria, por razones que no recuerdo, delegué la responsabilidad en Pucho junto a un par de compañeros para exhibir y vender nuestras serigrafías. La ganga de vociferantes vecinos avanzó amenazante para, según ellos, sacar a esos pelús comunistas del pueblo. Trágicas consecuencias culminarían la jornada si no hubiera aparecido milagrosamente una rubia familia que se interpuso entre los amotinados y el quiosco.

El patriarca era un hombre corpulento de rostro firme y decidido talante. Dialogó con los cabecillas de la turbamulta que se batieron en retirada. Me contó luego Pucho que la familia de cuáqueros pacifistas estadounidenses se acercaron al quiosco y lo protegieron por el resto de la estadía. Allí nació una estrecha relación entre Pucho y la familia de la cual terminó siendo parte.  De esa noble labor de salvamento nació la unión de Pucho con Robin que nos regaló, entre otros beneficios, a nuestro Abey Charrón y su maravilloso arte.

Fotos de diferentes aspectos de la Obra Manotazo. presentada en la Escuela de Artes Plasticas el 9 noviembre del 1985. foto Pucho Charrón

Un tercer encuentro fue también motivado por un acto de violencia, en este caso, autorizado e implementado por la ley ajena sobre nuestro territorio. Es una de las pocas fechas que recuerdo en una memoria que se resiste al reloj y al calendario: 30 de agosto de 1985. Al F.B.I. invadir y vandalizar mi casa en el barrio Cubuy de Canóvanas, uno de los veinte hogares puertorriqueños asaltados en misión de destrucción y amedrentamiento cuando también apresaron a Filiberto Ojeda Ríos – cuyo juicio cubriría yo cuatro años después como reportero de corte para el periódico El Mundo, pero eso ya es otra historia – decidimos ripostar con las únicas armas a nuestro alcance: las artes. Bajo la dirección de mi amiga y cómplice Rosa Luisa Márquez, montamos Manoplazo, un espectáculo gráfico-teatral en la Escuela de Artes Plásticas donde me desempeñaba como profesor.

El espectáculo, concebido para tres espacios que incluía dos salas de exposición y el patio de la Escuela, mostró las fotos en blanco y negro de los destrozos dejados por el F.B.I. en el interior de la casa. Pucho documentó la escena del crimen, las manchas de polvo negro detector de huellas dactilares, los pisos desvencijados, las puertas violadas.

Al igual que muchos de su gremio, el fotógrafo Charrón, el luchador Pucho, el amigo de siempre durante más de treinta años ha evidenciado en elocuente blanco y negro la aventura del ser puertorriqueño. El enemigo se encargó de no hacerle la vida fácil. Nosotros, los beneficiados por su talento y lealtad, honramos su memoria.

Taller La Playa de Ponce/18 de enero de 2021

 

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