Rosa Luisa Márquez, Memorias de una Teatrera del Caribe.

 

Conversaciones con Miguel Rubio Zapata.

 

Especial para en Rojo

La lectura de este libro que abarca el proceso de formación y realización de la vida artística hasta hoy día de la Maestra teatrera jubilada, profesora de teatro en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, actriz, directora de teatro y gestora cultural la Doctora Rosa Luisa Márquez, motiva a recomendarlo tanto a los teatreros como a los que disfrutan del teatro en general. En estas memorias, llama la atención los años de formación y con quienes se formó Rosa Luisa, eso que la definen, la afirman y la destacan como una especialista en el campo del Teatro Latinoamericano, en teoría y práctica ya que todo lo aprendido lo ha enseñado a sus estudiantes y presentado al público con calidad y excelencia.

El libro surge de la inactividad social que comenzó en marzo de 2020 con la Pandemia de la Covid 19, la cual todavía está activa. Esto nos reta a cómo usar ese tiempo de clausura y entre los variados deseos está el de hablar con alguien y Rosa Luisa, como casi todas y todos, hizo uso de los adelantos tecnológicos de comunicación a distancia para continuar el contacto con sus propios.  “Conversa con Miguel Rubio Zapata para matar el tiempo durante la pandemia. Siete sesiones por zoom que se arman y se desarman en este libro, de abril a octubre de 2020.” (Memorias de una Teatrera del Caribe, p. 32) Estas llamadas virtuales establecieron el material para crear el texto de este libro. De las conversaciones que tuvo Rosa Luisa con su amigo y colaborador el teatrero peruano Miguel Rubio Zapata, miembro fundador y director del Grupo de Teatro Yuyachkani del Perú, nos dice Rubio: “En este confinamiento que nos tiene en casa, a ella en San Juan y a mí en Lima, hemos hecho de nuestra charla un proyecto creativo, viviendo la pandemia en tiempo real, …” (Memorias de una Teatrera del Caribe, p. 8)

La conversa primero se centró según Miguel Rubio en: “…repensar la vida y el teatro no desde la fatalidad sino desde el desafío de imaginar como cambiará el oficio, el nuestro, sustentado en la cercanía, en el cuerpo como centro y en la reunión presencial, atributos fundamentales a los que no queremos renunciar.” (Memorias de una Teatrera del Caribe. p. 7) Esto despierta en Rubio el interés de: “…escuchar las voces de mujeres protagonistas de las nuevas teatralidades que insurgen con fuerza en nuestro continente desde mediados del siglo pasado…”, y más adelante nos dice: “Nuestra conversación devino rápidamente en indagar lo que pasaba entonces en el teatro puertorriqueño a través de su trayectoria artística, de sus maestras, maestros y colegas. Renuncié voluntariamente a la posibilidad de hablar de nuestros teatros y propuse concentrarnos en el suyo.” (Memorias de una teatrera del Caribe. P.9) Así nace la idea de recopilar en un libro las vivencias artísticas de Rosa Luisa Márquez en el teatro desde sus comienzos hasta el día de hoy. Los 76 relatos que componen el libro organizado en cinco partes nos guían por las memorias de una mujer teatrera, puertorriqueña, caribeña y latinoamericana.

El primer encuentro con el libro lo es su portada con un dibujo de una niña de algunos diez años que mira atentamente la bandera de Puerto Rico izada en la asta. Este dibujo de Miguel Villafañe y muchos más aparecen en casi todas las páginas acompañando las breves experiencias relatadas. Dibujos sencillos a lápiz que semejan el estilo de las caricaturas mexicanas y de las ilustraciones de la Revista “The New Yorker.” La introducción escrita por la teatrera cubana Vivian Martínez Tavares, “De teatro, memorias y afectos compartidos,” a manera de prologo, nos prepara haciendo un bosquejo de lo que a continuación vamos a leer y de cómo conoce a Rosa Luisa.

El formato de este libro es diferente a los que tratan de la vida y hechos de una persona. Por ser su origen las conversaciones, lo que se lee es un corto relato del momento preciso de los procesos de formación y de realización de la artista teatrera que fuera tema de cualquiera de las pláticas. Son breves pero directas al valor histórico, de teoría teatral, educativa y de afectos, esas relaciones que se catalogan por el valor emocional que se crea en los procesos educativos y creativos.

Desde su infancia ya Rosa Luisa, estaba relacionada con el teatro. Es en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Rio Piedras en donde se entrega de lleno al teatro. Su vida universitaria transcurre entre la década del sesenta al setenta, tiempos de turbulentas protestas por la guerra de Vietnam y el servicio militar obligatorio para los varones puertorriqueños. Allí comienza a hacer teatro popular con el grupo Anamú.  Acontecimientos como la celebración de festivales de teatro específicamente El Festival de Teatro Latinoamericano celebrado en el desaparecido teatro Coop-arte, le marcan de inmediato su camino dentro del teatro puertorriqueño, siendo el escogido la contraparte del teatro tradicional en donde lo que se presenta no sigue un estilo jerárquico, canónico, del teatro de convencionalismo social. Ella escoge el teatro que protesta, transgrede, contestatario por medio de estilos, teorías y practicas teatrales basados en el buen arte. Parece ser un llamado el que escucha Rosa Luisa por medio de las experiencias visuales de grupos de teatro de vanguardia en donde observa otras formas y maneras de hacer teatro que coinciden con el teatro que ella y otros estaban haciendo en Puerto Rico. El teatro diferente, el que se crea en talleres en donde se ofrecen las herramientas básicas para hacer y presentar el teatro comprometido con los cambios sociales y en donde el arte del teatro se define y es presentado con calidad y excelencia.

Las enseñanzas de las maestras Myrna Casas, Victoria Espinoza y Gilda Navarra la marcan para siempre. Así como también menciona las experiencias que tuvo fuera de Puerto Rico en sus estudios postgraduados de Maestría en New York University, en la ciudad de Nueva York y en su Doctorado de la Universidad de Michigan.

Es en la parte Dos que las conversaciones se enfocan en el comienzo de la enseñanza como profesora de teatro en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico. Desde un principio Rosa Luisa propone “la enseñanza del teatro desde la perspectiva del juego y a la vez, como vehículo para el cambio social”. (Memorias de una teatrera del Caribe. p.83) Consciente de aprender más de las teorías del teatro popular, y de la práctica de este, se va en busca del conocimiento a las fuentes originales de los mismos. Es así como se alimenta de lo que ella llama “el circo,” grupos tales como el Bread and Puppet Theater, de Peter Schuman, Yuyachkani en Perú, Malayerba en Ecuador, al Teatro del Oprimido en París y Brasil -siendo una estudiante dilecta de Augusto Boal- a la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y el Caribe, en Cuba, México, Dinamarca, Colombia y Nicaragua.

Ya para el año académico de 1979-80, debuta su curso de Actividades Dramáticas o “Brincos y Saltos,” como mejor se conoce. Este curso que ya lleva sus buenas décadas ha sido el agente catalítico que impulsa el germen de un nuevo teatro popular en Puerto Rico basado en las enseñanzas de los elementos del teatro como lo son la actuación y conformación de un texto para ser presentado como espectáculo en comunidades ya sea en salones de clases, plazas y parques basado en cualquier problema social que enfrenta la comunidad. Un dato importante lo es que por medio de este curso Rosa Luisa crea el vínculo de Puerto Rico con el teatro latinoamericano, ya que promueve el adiestramiento de los estudiantes de teatro en las técnicas del teatro popular y de vanguardia latinoamericano. Talleres con el grupo de teatro Yuyachkani en el Perú, el del grupo Malayerba del Ecuador, del Teatro del Oprimido en Brasil, el del Odin, en Dinamarca. Termina la parte Dos, con el relato del homenaje póstumo que le hiciera a la maestra Gilda Navarra en el teatro de la Universidad de Puerto Rico: “Querida Gilda,” que fue un apoteósico evento para conmemorar a la Maestra.

La parte Tres se trata de a las experiencias en colaboraciones artísticas en donde destaca las que hace con el Maestro Antonio Martorell. Y otro de los grandes logros junto a Martorell, es el programa en Radio Universidad de Puerto Rico, “Uno, dos, tres, probando”, veterano programa de entrevistas a hacedores del arte. En esta parte incluye la puesta en escena de “Esperando a Godot”, en el escenario del teatro de la UPR con una propuesta escénica diferente a la que propone el autor que logró gran aceptación del público. La Cuarta parte se centra en la experiencia de crear y dirigir la pieza de danza teatro “Las hijas de la Bernarda,” como otro homenaje a Gilda Navarra y a Lorca, producción que lleva a España, Nueva York y Cuba. La parte Cinco, nos entera de las puestas en escena en un lugar de Santurce llamado Abracadabra con la obra “¿Cortadito o Capuchino?” que se presentó tres meses al año desde el 2012 al 2018. Aquí nos habla de Osvaldo Dragún, de su teatro y su amistad. Nos narra sus experiencias en la Escuela de Teatro para la América Latina y el Caribe, los talleres en la comunidad cubana de Machurrucutu en Cuba, del Bread and Puppet y de la gran experiencia con el grupo Malayerba del Ecuador y otras anécdotas de su prolongada vida creativa.

Este libro es un complemento a los otros libros escritos por Rosa Luisa Márquez, como lo es el de su clase de “Brincos y saltos”, y el que le dedica al montaje de “Cuentos, cuentos y más cuentos” del dramaturgo puertorriqueño Gerald Paul Marín, todos publicados por su editorial Cuicaloca. Confieso que como uno de sus alumnos me leí el libro rápido y me dejó el placer de conocer más a una de mis maestras de teatro de la cual aprendí a hacer “otro” teatro para entretener y educar.

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