Sabe el hombre dónde nace

 

 

Especial para En Rojo

Puerto Rico es tierra de poetas, y en mayor o menor medida a todos les ha tocado cantar al desasosiego de habitar un país colonizado “hasta el meollo”, como remarca el inmenso Luis Rafael Sánchez. Entre las voces más consistentes en lo tocante a señalar desde la poesía las contradicciones de una sociedad invadida figura con preeminencia Juan Antonio Corretjer (1908-1985).

Nacido en Ciales, Corretjer se afilió desde la adolescencia a la Juventud Nacionalista, órgano del Partido Nacionalista Puertorriqueño. A los dieciocho años ya publicaba poemas en periódicos al tiempo que estudiaba periodismo. José Luis González entiende la “Canción multitudinaria”, uno de los poemas más conocidos del Corretjer de ese período, como la prueba de la existencia de un nacionalismo socialista en Puerto Rico tan temprano como en 1928. El señalamiento de González es significativo no solo porque apunta a la ideología política marxista de Corretjer, algo que el poeta defendió toda su vida, sino porque echa por el suelo la opinión generalizada de que abrazó el marxismo durante su encarcelamiento en Atlanta en los años cuarenta.

Corretjer se estableció brevemente en Nueva York a finales de la década del veinte. Allí colaboró con Augusto César Sandino, revolucionario nicaragüense que libró una larga lucha en su país en contra de los presidentes apoyados por el ejército de los Estados Unidos. Asimismo, Corretjer integró la Liga Antiimperialista de las Américas, organización que se oponía a la injerencia de Estados Unidos en los asuntos de Latinoamérica, y que estaba liderada por el pintor mexicano Diego Rivera. La Liga Antiimperialista también contaba entre sus miembros a Sandino, al cubano Juan Antonio Mella y al salvadoreño Agustín Farabundo Martí.

Bajo la tutela de Pedro Albizu Campos, Corretjer incrementó significativamente su activismo en pro de la independencia de Puerto Rico. Durante la primera mitad de la década del treinta, viajó a República Dominicana, Haití y Cuba buscando apoyo para dicha causa. También ayudó a Albizu Campos a organizar la famosa huelga de los trabajadores del azúcar en 1934, la cual culminó con la aceptación de todas las demandas del sindicato. Este evento incrementó el apoyo al Partido Nacionalista, pero al mismo tiempo desató la peor ola de represión que había conocido la historia moderna de Puerto Rico. Corretjer, Albizu Campos, Clemente Soto Vélez y otras figuras prominentes del Partido Nacionalista fueron encarcelados en San Juan en 1936 y más tarde trasladados a Atlanta.

Tras ser liberado en 1942, Corretjer regresó a Nueva York a continuar con su activismo. En este segundo período en Nueva York surgirán sus marcadas diferencias ideológicas con el Partido Nacionalista, en particular en cuanto a la estrategia para alcanzar la independencia de Puerto Rico. Y es que, por encima de todo, Corretjer era un socialista; sus ideas en torno a la independencia de isla estaban cimentadas en la convicción de que en un Puerto Rico soberano lo primordial era desarrollar un estado igualitario. Con este ideal en mente, Corretjer regresó a Puerto Rico en 1946 y siguió impulsando su cruzada anticolonial.

La afanosa actividad política de Corretjer se repitió en su producción literaria. En Agüeybaná, su primer poemario, aborda lo que se convertirá en uno de los motivos principales de su poesía: la exaltación de los mitos y tradiciones de la cultura taína. En Juan Antonio Corretjer o la poesía inevitable, Joserramón Melendes sostiene que la publicación de Agüeybaná en 1932 generó un interés sin precedentes por la herencia taína. Según Melendes, la población indígena funciona como paradigma histórico para los puertorriqueños en el sentido de que, como se destaca en la poesía de Corretjer, los habitantes precolombinos de la isla eran sujetos plenamente libres.

Ciertamente, la producción poética de Corretjer está profundamente marcada por sus convicciones políticas. En Yerba bruja (1957), su más celebrado poemario, se hacen más explícitas las alusiones al carácter independiente de los indígenas. Tanto es así que desde el prólogo mismo el autor hace claro su empeño en rescatar el legado indígena como paradigma: “No he pretendido desenterrar una momia. He deseado hacer visible el resplandor de la imaginación india presente en la nuestra”.

Otros conocidos poemarios de Corretjer son: El Leñero: poema de la Revolución de Lares (1944) y Distancias (1957). El primero es un canto épico sobre Manuel Rosado, líder de la gesta de 1868. El poema fue compuesto en décimas mientras Corretjer se encontraba preso en Atlanta. Distancias fue el producto de otro período de encarcelamiento, esta vez en La Princesa, tras la insurrección de Jayuya en 1950.

Corretjer siguió labrando su obra poética hasta su muerte, fiel a la certidumbre de que “en la vida todo es ir / a lo que el tiempo deshace, / sabe el hombre dónde nace / y no dónde va a morir”.

 

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