Tiempos de indigencia

Holderlin_1792

 

 

Antonio Rodríguez Rochet

Voy a mirar algún libro, al azar, porque quiero despejar un poco mi mente. Cierro los ojos y estiro mi mano en dirección al librero. Toco uno. Al intentar sacarlo de entre otros cae al suelo. Abro los ojos. Es un libro de Gianni Vattimo sobre Heidegger.

En primera instancia pienso que es algo demasiado pesado para lo que busco: un texto liviano que me permita descansar. Lo levanto del suelo y abre en una página que anuncia una pregunta ¿superación de la metafísica? La nota a pie de página hace mención de un poeta que vivió entre el siglo XVIII y el XIX: Holderlin.

Recuerdo algún poema de aquel curso de “literatura universal” en tiempos lejanos. Lo busco. Lo encuentro. He aquí un fragmento:

Pan y vino (IV, 123).

Pero ¡amigo! venimos demasiado tarde.

En verdad viven los dioses

pero sobre nuestra cabeza,

arriba en otro mundo trabajan eternamente

y parecen preocuparse poco de si vivimos.

Tanto se cuidan los celestes de no herirnos.

Pues nunca pudiera contenerlos una débil vasija,

solo a veces soporta el hombre la plenitud divina.

La vida es un sueño de ellos.

Pero el error nos ayuda como un adormecimiento.

Y nos hace fuertes la necesidad y la noche.

Hasta que los héroes crecidos en cuna de bronce,

como en otros tiempos sus corazones son parecidos

en fuerza a los celestes.

Ellos vienen entre truenos.

Me parece a veces mejor dormir,

que estar sin compañero.

Al esperar así, qué hacer o decir que no lo sé.

Y ¿para qué poetas en tiempos aciagos?

Pero, son dices tú, como los sacerdotes sagrados del

Dios del vino, que erraban de tierra en tierra, en la noche sagrada.

 

Precisamente llueve a cántaros y truena. Precisamente ha ganado Donald Trump la carrera por la presidencia de los EEUU. En mi isla también triunfa lo peor. Y este libro que tomé del suelo, en esa página, en esa nota, se refiere a una idea del poeta Holderlin: el tiempo de indigencia. Holderlin se refiere a una sensación de pérdida y desarraigo. El tiempo de indigencia representa un periodo en el que el ser humano se siente desconectado de lo divino y de la naturaleza, experimentando una búsqueda de significado en un mundo que parece vacío y desprovisto de sentido. La obra de Hölderlin, como la de todes les poetas que lo son aún sin repetirlo constantemente, a menudo refleja esta tensión entre lo sagrado y lo profano, la búsqueda de la belleza y la lucha contra la alienación. La indigencia también puede interpretarse como un anhelo por un retorno a un estado más puro y auténtico de existencia, donde el individuo pueda reconectarse con lo trascendental. ¿Pero quién piensa en estas cosas cuando apura el paso la indigencia material? ¿Vienen acompañadas todas las indigencias?

La página en cuestión, abierta a mis ojos al azar, se centra en una crítica a la tradición filosófica occidental, que, según Heidegger, ha privilegiado la noción de ser como objeto de estudio, perdiendo de vista su significado más profundo. El filósofo alemán se aleja de la metafísica clásica, entendida como una búsqueda de certezas absolutas y verdades universales. Para ello introduce el concepto de «ser-en-el-mundo», que enfatiza la relación inseparable entre el ser humano y su entorno. En lugar de considerar al ser como una entidad fija, Heidegger sugiere que el ser debe entenderse en términos de su temporalidad y finitud. ¿Soy un filósofo cuando pienso: esto se va a joder? Creo que sí, con permiso de los estudiosos de la filosofía.

Suelto el libro porque, aunque no le tengo miedo al pensamiento complejo, quiero algo liviano, como un juego de mesa. Parchís. Briscas. Además, si bien me gusta el poema de Holderlin, del que cité apenas un fragmento, ese Heiddegger que lo comenta de tanto permanecer en una reflexión sobre el ser parece que no pudo reconocer la “indigencia de su tiempo” -principios del siglo XX- . Esto es así especialmente dado el contexto histórico de su vida y su asociación con el nazismo. ¿Obscenamente contemplativo? Parece un filósofo de la resignación frente a la realidad. Para un viejo marxista heterodoxo como soy comprometerse con el cambio y la transformación, en lugar de quedarse atrapada en el análisis de la condición humana y su desarraigo, es el ejercicio que hay que hacer.

¿Y si fuera yo apenas un poeta en tiempos aciagos? Al menos intentaría no ignorar las dinámicas sociales y políticas que configuran la existencia humana. Trataría de darle importancia a la lucha política y al deseo en la constitución de la subjetividad, la mía y la de les otres. Por ahora devuelvo el libro a su lugar. Agradezco al azar que lo pusiera en mis manos. Sin embargo, ahí está esa pantalla embrutecedora que me permite ver como Ja Morant encesta un canasto increíble en el aire 360 grados. ¿Eso es también poesía? ¿Esto que pienso ahora es liviano como ese lance?

 

El autor  es un estudioso de la filosofía residente en Dusseldorf.

 

Artículo anteriorEsta semana en la historia
Artículo siguienteEl terrorismo mediático el día de las elecciones.