Tras las huellas de Rosa Luisa Márquez

 

 

 

Nota inicial. Este artículo se publicó en el número 208-209 de Conjunto, la revista de teatro latinoamericano y caribeño de Casa de las Américas. Tenemos la suerte de que la obra se presentará de nuevo en El Bastión (Calle San Sebastián #1, Viejo San Juan) el 15 de diciembre a las 7 de la noche producida por Teatro Público. La entrada es libre.

El 17 de mayo de este año asistí, en la Universidad de Puerto Rico, a la penúltima función de Rosa, la impresionante “Conferencia / performance ante, sobre, entre y contra” Memorias de una teatrera del Caribe de la genial Rosa Luisa Márquez. Era una gran fiesta. Rosa Luisa acababa de recibir la medalla de Humanista del Año, y una actriz fuera de serie presentaba el libro como monólogo performático. Para el estreno de Rosa en el Taller Libertá de Mayagüez, Eury Orsini coordinador de Vuelta Abajo Teatro publica: “a partir del libro Memorias de una teatrera del Caribe la actriz y performera Kairiana Núñez dialoga con las rutas que el texto propone. Es una conferencia escénica sobre dos generaciones de teatreras situada entre la palabra escrita y el cuerpo en acción durante tiempos pospandémicos”. Redacto estas notas casi dos semanas después de asistir como espectadora a la obra. Para ello me apoyo en tres vértices: la lectura de las Memoria de una teatrera (un collage de conversaciones, crónicas, entrevistas, citas, manifiestos y viñetas magníficamente ilustrado por Miguel Villafañe), el guión del monólogo que generosamente me facilitó la actriz y la intensa experiencia que allí viví.

Pero pasemos a los datos concretos. Como todas las obras vinculadas a Rosa Luisa Márquez que conozco, Rosa parte de la colaboración con personas excepcionales. La creadora y protagonista del monólogo, Kairiana Núñez Santaliz es, sin lugar a duda, la mejor actriz de su generación. Desde el inicio del performance (donde se introducen fragmentos aparentemente aleatorios del capítulo “Pensamientos atravesados”, con la afirmación “¡Apostemos a la alegría y la esperanza! No hay de otra!”), la actriz atrapa la atención del público por su intensidad, sensibilidad, dominio de la expresión corporal y presencia escénica.

El director, la mano invisible detrás del prodigio y coautor de las Memorias, no se queda atrás. Se trata del limeño Miguel Rubio Zapata, director del Grupo Cultural Yuyachkani, cofundador de la Escuela Internacional de Teatro para la América Latina y el Caribe (fundada en Machurrucutu, cerca de La Habana), y colaborador de Rosa Luisa desde 1989. En el montaje participan asimismo dos artistas reconocidos en el ámbito internacional: el especialista en máscaras puneño Edmundo Torres y nuestra titiritera y monarca de las máscaras neozelandesa, Deborah Hunt.

Muy en el estilo de las piezas de Rosa Luisa, el performance se desarrolla en un amplio espacio escénico muy parco de objetos, todos utilizados por la actriz. Tras un sugestivo mensaje en tono humorístico que parece provenir de un teléfono donde se le rinde homenaje a Miriam Colón, Raúl Juliá y Rosa Luisa (“Raúl se destacó en los montajes de Shakespeare en el Parque por hablar un inglés perfecto con acento boricua. Rosa Luisa también hablaba un inglés perfecto con acento boricua. Miriam Colón también hablaba un inglés perfecto con acento boricua. Yo sólo tengo el acento”), la representación comienza por el capítulo final de las Memorias. Aquí actriz y director parecen seguir el dictum de Antonio Martorell, cómplice de Rosa Luisa desde los 80, de que las cosas a veces funcionan mejor al revés. A partir de este momento Núñez Santaliz recorre diacrónicamente algunos de los temas del libro:

  1. Crisis del Covid 19, efectos a largo plazo de la epidemia en el teatro e incertidumbre por un oficio que para Rosa Luisa Márquez constituye un acto al que se entrega porque en ello se le va la vida (p. 161).
  2. Repaso de su biografía como mujer de teatro, donde se trenzan y se explicitan los paralelismos entre las experiencias de la autora de las Memorias y las de la creadora e intérprete del performance. Muy pronto la actriz declara: “Me llamó la atención el hecho de que esta mujer se ha dedicado a visibilizar la historia de nuestra gesta teatral en el Caribe. Una historia doblemente invisibilizada … Me interesaba explorar, y sentir qué detonaba todo eso en mí… Entonces hoy, cual rito de paso pongo mi cuerpo para recibir, dialogar, con lo que está escrito en este libro”.

La reflexión sobre los paralelos entre las dos experiencias vitales prosigue en forma de diálogo con las Memorias: Kairiana lee del texto y le responde “Soy una teatrera caribeña.” Yo también. “Soy latinoamericana.” Yo también. Esta conversación lleva al tema de la lengua: “Escribimos y pensamos en español, un español caribeño, como Calibán, para maldecir. Tiene razón”.

  1. De repente la actriz nos ofrece una adaptación del parlamento “Esta isla es mía” de Calibán de The Tempest. A modo de contraste le sigue una chispeante representación, con altas dosis de pantomima, de cómo una actriz se debe mover en el espacio escénico cuando representa una obra isabelina. Esta escena dicotómica que va de lo dramático a lo cómico deja al espectador embelesado y lo lleva al tema anunciado al inicio: el reto de hacer teatro en otra lengua.
  2. Sin solución de continuidad pasamos a “Las peripecias de una actriz con acento”, donde la protagonista nos cuenta cómo Miriam Colón, la creadora del Puerto Rico Travelling Theatre en Nueva York, afirmaba que prefería ser cabeza de ratón y dedicarse a hacer teatro para la comunidad latina, en vez de cola de león y representar papeles secundarios y estereotipados en Broadway. Inmediatamente, y con la ayuda de una máscara y una voluminosa cola de ratón, Núñez Santaliz muestra su magnífico dominio de la expresión corporal recreando en clave bufonesca los movimientos del roedor. La narración prosigue y la actriz nos habla de la indignación que sintió Rosa Luisa en la Universidad de Michigan al tener que participar en una escena de un club nocturno habanero con faldas hawaianas y taparrabos. Se trataba del musical Guys and Dolls donde primaban los estereotipos execrados por Miriam Colón, y ante los cuales Rosa Luisa protesta con una carta al director del departamento de teatro donde estudiaba, que ella misma lee desde el público.
  3. En ese momento entra el tema del miedo y la lucha contra el miedo: miedo escénico de Rosa Luisa y solución de utilizar una nariz roja de payaso como escudo; miedo lacaniano a la opinión de su padre, crítico teatral; terror en su primera clase en la Universidad de Puerto Rico, donde se queda corta de material y a la que asiste como testigo la actriz. Ya en el ámbito universitario, se describen las huelgas estudiantiles, la persecución política a los independentistas y las famosas carpetas, producto de dicha vigilancia y acoso de la policía.

Aquí se produce una segunda intervención de los espectadores, pero no como la de Rosa Luisa inicial, individual y planificada, sino del público a quien la actriz pregunta si tienen carpetas. En ese momento lo que parecía un monólogo se transforma en diálogo donde se abren de nuevo las llagas compartidas por muchos puertorriqueños. Y el miedo toma otro cariz. Alguien cuenta que conoce a una mujer que se negó a ver qué contenía la suya, no ya por miedo a la policía, sino por terror a saber que sus amigos, familiares o vecinos podían ser sus delatores. La actriz cita entonces al artista Antonio Martorell: “hay que darle valor a las respuestas. … que estén a la altura de la magnitud de la ofensa de los opresores. Esas ofensas nos han dejado unas heridas sociales que tenemos pendientes de sanar”.

  1. En ese momento de altísima tensión, Núñez Santaliz recrea dramáticamente la escena de los tomates creada por Rosa Luisa Márquez y Charo Francés para la obra “Donde el viento hace buñuelos”. La protagonista narra la secuencia escénica descrita en las Memorias mientras pone un mameluco blanco en el suelo y tras aplastar tomates maduros en los lugares donde ambas comparten cicatrices, comienza a tirarlos violentamente contra las muchas heridas que va enumerando: la de la frente cuando chocaron, la de la barbilla cuando se cayó, el tajo profundo en el pie, y las del vientre por cada una de las pérdidas. La actriz cierra brillantemente la secuencia al colocarse un tomate rojo en la nariz como defensa contra las heridas corporales.

Tras este momento catártico de gran impacto, la conferencia-performance se acerca a su fin. Se describe el primer encuentro de Rosa Luisa con el teatro y la actriz cuenta la trascendencia que tuvo el suyo “Lo que me pasó con mi primer encuentro con el arte escénico es que me llevó a descubrir que el teatro es otro tipo de verdad”. Poderosa verdad la del teatro que lleva a la actriz a cerrar su pieza recomendando encomiásticamente el libro y con una emotiva carta de agradecimiento a su maestra Rosa Luisa: “Lo que he hecho y seguiré haciendo tendrá siempre la huella tuya. Gracias Maestra”.

En conclusión, la Conferencia / performance sobre las Memorias de Rosa Luisa Márquez que presentó Kairiana Núñez Santaliz fue a todas luces magistral. Asistí con una amiga que políticamente está en las antípodas de las ideas que se presentaban en la obra y me aseguró que le encantó. El poder de Kairiana puede trascender toda ideología.

 

 

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