Puerto Rico Musical de Néstor Murray-Irizarry

(Centro de Investigaciones Folklóricas de Puerto Rico, Casa Paoli, 2023. 249 páginas)

 

En Puerto Rico sentimos la música. Algunas personas podrían decirme: «la música se escucha». Y, en efecto, la escuchamos. Pero al fusionarse la sucesión de sonidos, el ritmo, o alguna melodía con nuestra esencia y vivencias, pues, de inmediato percibimos olores nuevos o conocidos, también sabores distintos; a la vez que podemos tocar las “superficies” de esa melodía por medio de la recreación de imágenes o escenarios que simultáneamente “saltan” a nuestra mente. A ello me refiero con “sentir” la música. La sentimos profundamente sin limitaciones. Nuestras experiencias como pueblo nos permiten sentir de esta manera. Y son esas experiencias –es decir, las del colectivo; como puertorriqueños y puertorriqueñas– las que el historiador Néstor Murray-Irizarry documenta en su nuevo libro: Puerto Rico Musical. Experiencias que, convertidas en memoria histórica y en su síntesis y desplazamiento a estas páginas por medio de la escritura del autor, le permitirán al lector la multiplicidad sensorial aludida, esto es, sentir la música puertorriqueña.

El autor es un caribeño, natural de Ponce. La relación de Néstor Murray-Irizarry con el arte de la música es muy estrecha. Él mismo relata en las páginas iniciales de su libro como su padre Santiago Murray Vázquez le transmitió pasión por la música. Una pasión que transmutó a la materialidad del texto y hoy se encuentra en las manos de decenas de lectores. Esto es Puerto Rico Musical: la pasión por la música que caracteriza a su autor. Murray-Irizarry es un historiador cultural de una narrativa “contrapunteada”. Su conocimiento histórico y cultural es amplio y ello lo manifiesta en su escritura acerca de la música puertorriqueña. Una escritura de un “contrapunteo” entre músico y su entorno. Recordemos que como parte del ámbito musical el contrapunto, en una de sus acepciones, se refiere a «concordancia armoniosa de voces contrapuestas», según el Diccionario de la Real Academia Española. Y esto es lo que logra Néstor en su escritura: una armonía en el relato histórico musical –ello se observa en la fluidez– en donde al artista se le analiza como parte de una sociedad colonial caracterizada por las tensiones propias de su relación política. La escritura de Murray-Irizarry es armoniosa y fluida. Su tesis doctoral precisamente versa sobre la música y en este nuevo libro comparte parte de ese conocimiento relativo a su querida ciudad de Ponce además de que comparte nuevos hallazgos en torno a figuras olvidadas o desconocidas del ámbito musical puertorriqueño. Este es el caso de Simón Madera Magallanes y Elio Adriano Llorens Rivero, entre otros.

Leer Puerto Rico Musical –para mí– ha sido recordar los inicios de esta etapa de estudios en la que me encuentro en mi querida Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Me explico. En un Seminario de Investigación con el historiador Francisco Moscoso, me interesé por las manifestaciones artísticas que se documentaron en tres meses particulares del 1897, en la Gaceta de Puerto Rico, periódico oficial del gobierno español en Puerto Rico a lo largo del siglo XIX. Los periódicos seleccionados fueron los números 233 al 311, los correspondientes a los meses de octubre, noviembre y diciembre de 1897. Revisé alrededor de 54 periódicos, de seis páginas cada número, o fecha, en una época en la que la Gaceta de Puerto Rico se publicaba seis días a la semana; así como se puede leer en la presentación de cada uno de sus números: «se publica todos los días menos los domingos». Como parte de esta investigación concluí que el ámbito musical era una de las manifestaciones con más presencia o protagonismo en la sociedad puertorriqueña decimonónica. Y por ámbito musical me refiero a todo lo que comprende la música: desde las personas e instituciones que la promueven, estudian y representan de alguna manera; hasta el instrumento musical como objeto y la confección de éste. Según encontrado en la Gaceta, existió en esa época una Sociedad de Conciertos en la ciudad de San Juan a la que todos los Ayuntamientos debían aportar para su mantenimiento. Cabe señalar que algunos municipios podían aportar económicamente y otros no. ¿Por qué les menciono todo esto? Porque además de que la lectura del libro me transportó a una de las aulas de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras; gracias a este libro –Puerto Rico Musical– he podido completar ideas o imágenes hasta hace unos días inconclusas, respecto al escenario musical en Puerto Rico de finales del siglo XIX.

Conviene destacar, además, que, así como mi fuente principal fue el periódico Gaceta de Puerto Rico (c. 1806–1902), para la materialización de este texto de Néstor Murray los periódicos fueron indispensables. El autor se sumerge en los periódicos de la época –es decir, en los de la segunda mitad del siglo XIX y la primera del siglo XX–; periódicos que muy bien caracterizan a la sociedad puertorriqueña de ese tiempo. Periódicos que representan las tensiones sociales del momento. Algunos de estos periódicos consultados por el autor –sus fuentes primarias– son Boletín [Instructivo y] Mercantil de Puerto Rico (c. 1839–1918), La Correspondencia de Puerto Rico (c. 1890–1943), La Democracia (c. 1890-93–1948), El Águila de Puerto Rico (c. 1902 – 1934), El Mundo (1919–1990), entre otros. Precisamente del periódico El Mundo es el hallazgo de la fotografía –Colección de la Universidad de Puerto Rico– que se encuentra en la portada o cubierta del libro y se extiende a la contracubierta. Es una fotografía mágica; sugestiva. Es difícil no sentirse parte de ese escenario que acoge a Simón Madera y a sus hijos. Los cinco personajes miran al espectador-lector, nos miran a nosotros, y todos estamos esperando a que inicie el concierto del Quinteto Madera. Sin duda, esta fotografía es una joya patrimonial. Gracias, Néstor por compartirla.

También esta lectura me ha permitido descubrir una diversidad de escenarios culturales que, la mayoría de las veces, trascienden los límites territoriales del archipiélago puertorriqueño. Los artículos y ensayos compartidos en esta publicación evidencian el virtuosismo de nuestros músicos y el desplazamiento “natural” a ciudades cosmopolitas como Nueva York y París. El patriotismo y el cosmopolitismo se fusionan en la historia musical puertorriqueña. De ello nos da constancia Néstor en su libro. Cuando inicia su narrativa en torno al tenor Antonio Paoli, el autor afirma:

El verdadero testimonio del amor a la patria se construye fundamentalmente sobre el pedestal de la propia identidad cultural expresada en los orígenes de nuestro ser y nuestro destino. La obra artística, como tributo de la fuerza y de la vida, como anhelo y aspiración, recorre latitudes y avanza sobre el dominio de continentes. Antonio Paoli, equipado con todos los medios expresivos a su alcance, enriqueció las grandes óperas de su tiempo. (120)

Los puertorriqueños que tuvieron la oportunidad de escuchar a Paoli en París sentían ese patriotismo “regional”. Murray-Irizarry menciona el caso de Antonio Otero Arce, el de Bazar Otero en Ponce. Según Murray:

Afirmaba Otero Arce que en ninguna ocasión había sentido un placer tan íntimo al asistir a un teatro. Otero hubiera deseado tener a su lado a los familiares, a todos los amigos y compueblanos amantes de la música, en fin, a alguien a quien expresar de modo palpable cómo vibraba su sistema nervioso y cuan grande era su orgullo y satisfacción que le alcanzaba hasta lo más profundo de su sentir. (121-122)

Completo este cuadro “emotivo” –y que nos remite, a su vez, a lo que denominé al inicio de esta presentación como “sentir la música”– con las siguientes palabras de Otero Arce que se comparten en el libro: «Imagínense nuestros amigos la alegría de este puertorriqueño, ponceño al mismo tiempo. La emoción nos embargaba hasta el punto de querer gritar a todos: Es nuestro paisano. Es de Ponce» (121).

Ambos fragmentos del libro que corresponden tanto a palabras del autor como a una cita de un coetáneo de Antonio Paoli, las propongo como ejemplos de lo que intenté explicar respecto a que en Puerto Rico “sentimos” la música.

Paoli fue un puertorriqueño cosmopolita. Era lo natural en la época. Este cosmopolitismo se percibe incluso en la escritura de Alejandro Tapia y en la de José Julián de Acosta. Ambos historiadores y escritores del siglo XIX. Podríamos decir incluso que este cosmopolitismo “natural” en algunos puertorriqueños del siglo XIX les permitía apreciar mejor su lugar de nacimiento. Un lugar que era hostil para todo aquel que pensara distinto a los que representaban el poder en la sociedad colonial. Un lugar en el que, a pesar de las limitaciones para los nacidos en la colonia, pese a la violencia de la censura y a la opresión constante, se lograron desarrollar intelectuales y artistas que hoy son el cimiento de nuestra identidad puertorriqueña. Puerto Rico Musical, este libro que hoy tienen en sus manos, es acerca de nuestra identidad.

Puerto Rico Musical es un “repertorio” de artistas que, por un lado, todavía están dando la batalla entre memoria y olvido, y, por otro lado, de algunos que simplemente no se recuerdan. Para el filósofo François Jaran, «la existencia humana pone de manifiesto el pasado luchando contra la inclinación al olvido» (Jaran 2019, 106). ¿Cuánto conocemos de Federico Ramos Escalera y Simón Madera Magallanes? Ambos puertorriqueños negros que tuvieron una relación directa con Guayama. ¿Alguna vez escucharon de Elio Adriano Llorens Rivero? ¿Por qué no se habla de Francisco Cortés González? Este último un pianista y compositor que admiraba a Ramón Emeterio Betances y que recorrió la ciudad de París con su música.

Los músicos que se encuentran en el “primer plano” del lienzo escritural de Néstor Murray-Irizarry son Juan Morel Campos, Federico Ramos Escalera, Simón Madera Magallanes, Antonio Paoli, Domingo Cruz –mejor conocido como Cocolía–, Juan Narciso Ríos Rodríguez, Elio Adriano Llorens Rivero, Juan Ríos Ovalle, Julio Alvarado Tricoche, Mercedes Arias, Francisco “Paco” Cortés González. Todos ellos se estudian a partir de una mirada holística. El todo son las experiencias de cada uno de estos puertorriqueños en interacción con la sociedad puertorriqueña decimonónica colonial que le dio acogida.

En las páginas que se centran en la figura de Juan Morel Campos, Néstor argumenta:

Un músico de la prepotencia de nuestro ilustre hijo de Puerto Rico, conocido por mucho tiempo como Juan Campos y después como Juan Morel Campos, con toda probabilidad, sólo nace y se desarrolla en un ambiente muy especial dotado de recursos favorables a las artes y las humanidades. Recursos que la propia sociedad permitió acumular por su gran cultura y sensibilidad para el disfrute de sus ciudadanos. El elemento poblacional de Ponce provino de una gama de nacionalidades de todas partes del mundo. (49)

El fragmento anterior nos pone de relieve el cosmopolitismo “natural” de algunos de los pueblos de Puerto Rico. Cosmopolitismo que sin duda también caracterizó a la ciudad de Guayama en la segunda mitad del siglo XIX.

Simón Madera nació en Mayagüez, pero es considerado hijo de Guayama. Por medio del ensayo dedicado a este músico y compositor nacido cerca del 1875, Néstor Murray revela datos históricos desconocidos para los guayameses y recrea todo un escenario sociocultural que se acerca al cosmopolitismo previamente aludido. Guayama fue cosmopolita a su manera. Una ciudad caribeña y costera no podía no serlo. Según Jalil Sued Badillo, el principal historiador de Guayama: «Guayama fue de esas zonas fuertemente impactadas por la llegada de numerosos extranjeros» (Sued Badillo 1983, 85). Conviene destacar, además, que una gran parte de la población de Guayama, de la segunda mitad del siglo XIX, era negra. La cultura artesana que describe Roberto Ramos Perea era uno de los pilares de la sociedad guayamesa decimonónica (Ramos Perea 2009, 43–44).

Ahora bien, el libro de Néstor nos presenta a un Simón Madera muy activo en su pueblo adoptivo. Este compositor fundó varias agrupaciones musicales en Guayama, entre éstas quiero destacar al Terceto Madera. Este fue un grupo que formó con dos de sus hijos –Menchita y Manolito– y que, según las investigaciones de Murray, en el 1912 tuvieron lugar varios conciertos en instituciones emblemáticas del pueblo de Guayama. Es el mismo Terceto que un año después a lo que relata Murray, según mis investigaciones, fue parte de la velada poética en honor al peruano José Santos Chocano en el Teatro Bernardini. Un evento en el que también se presentaron los poetas Luis Llorens Torres –el padre de Elio Adriano Llorens Rivero– y José Antonio Vicente Palés Anés –el padre de los poetas Palés Matos–; este último fallece ese mismo día del 11 de noviembre de 1913 cuando aún no había culminado la actividad.

Guayama está muy presente en este libro Puerto Rico Musical. Son varios los músicos a los que Murray-Irizarry ubica, por diversas razones, en Guayama. Además de Simón Madera, Federico Ramos Escalera también vivió en Guayama cerca del año 1893. Según Néstor: «En 1893 el maestro Ramos, mientras vivía y enseñaba música en Guayama preparó un método para aprender a tocar piano» (91). Por otra parte, el guitarrista de música clásica, escenógrafo y pintor Juan Narciso Ríos Rodríguez se trasladaría a Guayama en el 1913 «para iniciar los trámites para el decorado del teatro de esa municipalidad» (175).

Es menester señalar que en este libro también se destaca a la mujer. No puedo culminar esta presentación sin mencionarlo. La compositora y pianista Mercedes Arias ocupa un lugar protagónico en este libro. También menciona a Ana Otero y a María Concepción Bruno Luzunaris, más conocida como Pura Bruno. Conviene destacar que en el lugar que nos encontramos hoy, la sede del Pabellón de la Fama del Deporte Guayamés, fue la residencia y escuela de música de Pura Bruno. «Estableció su cátedra de música, para piano, en el año 1933», según Adolfo Porrata Doria (Porrata Doria 1972, 199).

Este libro de Murray-Irizarry es el inicio de un trabajo investigativo que se centrará en las mujeres propiamente. Puerto Rico Musical es un libro aún sin terminar. Su autor se ha propuesto ampliarlo en diversos tomos. La historia tiene su continuidad, no es estática. La historia, en palabras del autor de Puerto Rico Musical, «es el estudio de las actividades humanas en general, y éstas son necesariamente interdependientes. Entre esas actividades se encuentra la música, parte esencial de la vivencia de la humanidad. La música es, ante todo, una parte del complejo vasto e infinito que es la historia» (15). Puerto Rico Musical fue también el título de una revista quincenal de San Juan –según Antonio S Pedreira– que salió a la luz en el 1906. Puerto Rico Musical transmuta, evoluciona y trasciende el tiempo. El Puerto Rico Musical de Néstor Murray-Irizarry ya trasciende el nuestro. Gracias, Néstor, por permitirnos sentir esta música.

 

 

 

La autora es doctoranda en Historia, UPR-Río Piedras y
Presidenta del Museo de Historia y Arte de Guayama

 

*Esta presentación del libro Puerto Rico Musical (Casa Paoli, 2023) tuvo lugar el sábado, 18 de noviembre de 2023, en la sede del Pabellón de la Fama del Deporte Guayamés.

Bibliografía
Jaran, François. La huella del pasado. Hacia una ontología de la realidad histórica. Barcelona, España: Editorial Herder, 2019.
Pedreira, Antonio S. El periodismo en Puerto Rico. Río Piedras, Puerto Rico: Editorial Edil, 1982.
Porrata Doria, Adolfo. Guayama: sus hombres y sus instituciones. Barcelona, España: Jorge Casas, 1972.
Ramos Perea, Roberto. Literatura puertorriqueña negra del siglo XIX escrita por negros. San Juan, Puerto Rico: Archivo Nacional de Teatro y Cine y Editorial LEA del Ateneo Puertorriqueño, 2009.
Sued Badillo, Jalil. Guayama: notas para su historia. San Juan, Puerto Rico: Oficina de Asuntos Culturales de la Fortaleza, 1983.
Valentín Pagán, Arelis. “Vida y obra de Vicente Palés Anés, 1867–1913: escenario sociocultural de Guayama”. Tesis de Maestría. Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, 2015.
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