En Rojo
Trump se repite. Y eso es terrible. Me hace recordar la frase «la historia se repite. Primero como tragedia y luego como farsa», que inicia el ensayo El 18 Brumario de Luis Bonaparte de Carlos Marx. Hay ahí una profunda reflexión sobre la naturaleza cíclica de los acontecimientos históricos y la condición humana. Pero está claro -a veces Marx lo es- que, aunque las circunstancias pueden parecer similares, el contexto y las implicaciones de cada repetición varían significativamente.
Ciertos patrones de comportamiento y estructuras de poder tienden a repetirse. Uno piensa hoy en el fascismo, en Mussolini, en Hitler. Sí, pero no.
Marx se refiere a eventos históricos que, aunque pueden parecer distintos en su superficie, encierran similitudes fundamentales en las dinámicas de poder, lucha de clases y conflictos sociales. Por ejemplo, la Revolución Francesa se puede ver como una tragedia en la que las aspiraciones de libertad y justicia se encuentran con la brutalidad del poder.
La idea de que la historia se repite como farsa sugiere que las luchas y aspiraciones originales de una tragedia fundacional son distorsionadas por las fuerzas del poder establecido, convirtiendo un potencial revolucionario en una representación superficial. En el caso de Luis Bonaparte, el personaje de esa novela histórica de Marx, la forma en la que se consolidó el poder fue una burla de las promesas de la Revolución, donde un nuevo régimen se instauró en nombre de la libertad, pero terminó perpetuando la opresión. Al menos le debemos la transformación de París en una ciudad paradigmática. Bueno, a Haussmann. O más bien, a los obreros que trabajaron en esa transformación.
Que vuelva Trump – o Milei, Bolsonaro, Ortega- es el resultado de una falta de aprendizaje de las experiencias pasadas que nos lleva a concluir que estamos condenados a equivocarnos. Que el olvido domina en la praxis humana. Que aprendemos a usar herramientas, a mejorarlas, pero no el modo de administrar comunidades grandes. La farsa no solo se refiere a la superficialidad de los eventos, sino también a la manipulación de la memoria colectiva y a la forma en que las narrativas históricas son reconstruidas para servir a intereses específicos. Esos intereses son la esencia de la tragedia.
Marx sugería que la clase trabajadora y los movimientos sociales deberían ser conscientes de su historia para evitar caer en la trampa de la repetición. Comprensión crítica. ¿Es esto posible hoy? ¿Quién piensa en lo que piensa la clase trabajadora? ¿Qué es la clase trabajadora hoy?
¿Quién se dedica a descomponer información compleja en partes más manejables para entender mejor sus componentes y relaciones? ¿Los directores de campaña de la repetición? ¿El director de campaña de Bolsonaro, Milei y Jgo? ¿Quién juzga la credibilidad y relevancia de la información y las fuentes? ¿Quién trabaja en la identificación de sesgos, falacias lógicas y determina la calidad de la evidencia presentada, si alguna? En el mundo dominado por las redes, ¿esto es posible?
Alguien dijo “El infierno es la repetición”. No recuerdo si fue Victor Hugo, Calvino en “Las ciudades invisibles” o Marguerite Durás. Quien fuera tenía razón. Trump se repite. Yo no quiero sonar trágico pero ¿Kamala no es también repetición? ¿Todo es una farsa?