Mirando el abismo de un bagel con ojos de plástico: Everything Everywhere All at Once

 

Especial para En Rojo

 Abrir los ojos para echar un vistazo al abismo donde podremos ver todo, en todo lugar y al mismo tiempo es un fenómeno que está inevitablemente ligado al cine. En Viaje a la luna (Geores Méliès, Francia, 1902), un cohete con un grupo de exploradores es disparado a la luna. Una luna con cara de hombre observa al cohete que se acerca y que se estrella en uno de sus ojos. Casi treinta años después, la imagen de una nube pasando rápidamente entre la luna y el lente de la cámara es seguida por el acto de cortar un ojo con una navaja en Un perro andaluz (Luis Buñuel, Francia, 1929). Esa luna es la misma que George promete amarrar con un lazo para regalarle a Mary en It’s a Wonderful Life (Frank Capra, EEUU, 1946). George pierde de vista la luna cuando un ángel le concede el deseo de pasar a otro universo donde el protagonista nunca existió. El cine nos vuelve a acercar al ojo de la luna cuando el brillante monolito negro aparece en su superficie en 2001: A Space Odyssey (Stanley Kubrick, Reino Unido/EEUU, 1968). Ese monolito tan bizarro es el ojo que quedó después que la nave espacial de Méliès le cegó el derecho. A través de ese monolito que se asemeja a una pantalla de cine es que el ojo mecánico del eficiente HAL 9000 nos mira fijamente reconociendo nuestra existencia. Miramos ese abismo de donde emana la luz mientras todos esos universos imaginados nos miran de vuelta. Este es precisamente el abismo circular que nos amenaza con el caos de un monumental bagel con todo y que continúa observándonos a través de la inocencia de unos ojos de plástico en Everything Everywhere All at Once. En esta película dirigida y escrita por Daniel Kwan y Daniel Scheinert, se expande en la idea del multiverso, que se ha convertido en el futuro del mundo cinematográfico de Marvel.

En la maravillosa Doctor Strange in the Multiverse of Madness (Sam Raimi 2022), el personaje de Doctor Strange lucha contra Wanda Maximoff/Scarlet Witch que busca manipular el multiverso para regresar a sus dos hijos. De esta manera, la existencia de la infinidad de universos es amenazada y defendida por seres con poderes mágicos que los hacen sentir como deidades. Sin embargo, en Everything Everywhere All at Once, los Danieles (como los directores se refieren a sí mismos) nos cuentan la historia de Evelyn (actuada por la invencible Michelle Yeoh) que lucha por mantener su pequeño negocio a flote mientras enfrenta una auditoría del Departamento de Haciendas; la demanda de divorcio de su esposo, Waymond; y la inhabilidad de comunicarse con su hija, Joy. En medio de esta realidad tan cotidiana para el espectador es que Alpha Waymond (la versión del esposo de Evelyn de otro universo) le enseña a Evelyn la puerta al multiverso, así como cuando Carlos Argentino Daneri guió al protagonista hacia el Aleph en el cuento de Jorge Luis Borges. Evelyn viajará a través de diferentes versiones de sí misma que incluyen una Evelyn con dedos de embutido; una que se convirtió en una estrella de cine, semejante a la misma Michelle Yeoh; una que es chef en un restaurante en el que compite con otro chef que cocina con un mapache en la cabeza a lo Ratatouille (Brad Bird y Jan Pinkava, EEUU, 2007); y otra en la que es una roca que observa en silencio la grandeza de su alrededor. Evelyn adquiere los talentos de cada una de estas versiones para derrotar la poderosa figura nihilista de Jobu Tupaki y así llegar a entender la razón de su existencia.

Everything Everywhere All at Once es una joya que se aprecia mejor en la pantalla grande. La película es compleja y aunque ayuda al espectador a seguir su historia, es imposible entender de una vez cada detalle por la avalancha visual que estalla frente a nuestros ojos. Sin embargo, la cuidadosa construcción cinematográfica de Larkin Seiple combinada con la excelente escritura y dirección de los Danieles mantienen una cohesión a través de la historia. El espectador se perderá de vez en cuando, pero al final entenderá el viaje de Evelyn y su propósito.

En la magnífica Swiss Army Man (EEUU, 2016), los Danieles exploran la vida que se abre justo al borde de la muerte cuando un náufrago (Paul Dano) le enseña a un cádaver (Daniel Radcliffe) las glorias del amor, el compañerismo, y el ímpetu de vivir que se recupera con el descubrimiento de que no estamos solos. Los Danieles toman un ADN fílmico que reconocemos en Cast Away (Robert Zemeckis, EEUU, 2000) y lo llevan a extremos bizarros y poéticos en la película. De esta misma manera, en Everything Everywhere All at Once, ellos toman de películas tan variadas como Kill Bill Vol. 1 y 2 (Quentin Tarantino, EEUU, 2003 y 2004), The Matrix (Lana Wachowski y Lilly Wachowski, EEUU, 1999) e In the Mood for Love (Kar-Wai Wong, Hong Kong/Francia, 2001), entre muchas otras, para darle una diversidad de texturas a los múltiples universos que construyen.

Es una maravilla ver actores como Michelle Yeoh; Stephanie Hsu en el rol de Joy, que lucha con su depresión ante el sutil rechazo y constantes críticas de Evelyn; Ke Huy Quan, que en el rol de Waymond constantemente fluctúa entre el sensible y torpe esposo de Evelyn y el heroico visitante del universo Alpha que la viene a salvar; y el eternamente brillante James Hong, que hace del duro padre de Evelyn. Aunque estamos más familiarizados con el talento de Jamie Lee Curtis, que es una delicia en la película, ver tantos actores asiáticos en una maravilla como Everything Everywhere All at Once demuestra que se necesitan nuevas voces que continúen redefiniendo el cine estadounidense. Esta película los llenará de la esperanza que queda en el abismo donde persisten esos caminos que decidimos seguir y aquellos que dejamos sin explorar.

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