Política, promesa y compromiso

 

Especial para En Rojo

Dentro de unos días, Brasil celebrará la segunda vuelta de las elecciones presidenciales y de varios gobernadores estatales.  Principalmente, al optar por Lula o por el actual presidente, lo que está en juego son dos propuestas o proyectos para el país. Mientras la extrema derecha atemoriza a la población con el fantasma del Comunismo y provoca miedo de los creyentes, el proyecto de su candidato está vinculado a los intereses de empresas mineras, madereras, latifundios y del capital internacional. Como en otros momentos de la historia de Brasil y de otros países de América Latina, acusaciones de corrupción sirven de pretexto à la derecha para desacreditar la Democracia y cometer crímenes aún peores.

Un proyecto de país para todos tiene como prioridad garantizar el derecho universal à la alimentación, a la vivienda y a condiciones de vida digna para millones de personas, todavía reducidas al hambre y a la extrema pobreza. Es urgente salvar lo que aún es posible de la Amazonia y la sostenibilidad de los biomas brasileños. Esto significa reconstruir el Estado de Derecho, basado en el compromiso con la Democracia, la Pluralidad y la Justicia ecosocial.

Es urgente elegir a alguien que, a diferencia de los representantes de la derecha, sea capaz de entablar un diálogo positivo e inteligente con los poderes legislativo y judicial, así como con todos los segmentos de la sociedad para volver a construir un país inclusivo para todos. En Brasil, el ex presidente Lula ya ha demostrado ser la persona más competente para hacerlo.

Debemos ser claros: cuando el Evangelio dice que el Verbo, la Palabra de Dios, se hizo carne, afirma que el amor divino asume la realidad del mundo tal como es. Se encarna, es decir, se inserta en el camino de la humanidad, sin transformarlo en cristiano, evangélico o católico. La reconstrucción de un país inclusivo, así como el proyecto de integración latinoamericana y caribeña, debe ser laico y pluralista, abierto a todos los ciudadanos, al servicio de la Paz, la Justicia y el Cuidado de la Tierra y la Naturaleza.

Quien es discípulo de Jesús debe dar testimonio de que es capaz de convivir como hermano o hermana con todas y cada una de las personas humanas, de cualquier religión o sin ninguna tradición específica. Jesús no vino al mundo para organizar la religión. No tiene sentido elegir a un presidente de la República, a un gobernador o a un congresista porque este se confesa religioso de tal o cual tradición. Lo importante no es eso. Es que pueda representar al pueblo en la defensa de los bienes comunes y comprometerse con el camino liberador de los pueblos originarios, de las comunidades negras y de los movimientos populares. Jesús no consideró que su misión fuera fundar una nueva religión. Lo que afirmó fue: «He venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia» (Jn 10,10),

 

 

 

 

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