Burén- Ralla al momento tu ajo.

 

Estoy almorzando en un restaurante italiano al que vengo cuando ando por esta zona. Pido albóndigas y espagueti de acompañamiento. Básico.

Las albóndigas se comen solas en la cultura italiana. No llevan más que perejil, un poco de ajo o cebolla, sal y pimienta y migas de pan, huevo o leche. Hace poco vi a un chef italiano quejarse de que la gente piensa que ellos le ponen ajo a todo; que la verdad, si lo usan no suelen usar cebolla y viceversa. Y debe saber lo que dice porque lo dijo en italiano. Entonces le meto a la albóndiga. Saben a ajo de pote.

Esa capacidad de identificar sutilezas en los sabores también parte de la neurodivergencia; somos hipersensoriales y la mía es la nariz y el gusto. Me recordó a nuestra versión de albóndigas que llevan hasta sofrito, pero que son nuestra versión, en fin. Son buenísimas,. Son criollas. También hay versiones asiáticas.

Volviendo al ajo: no abuse. Use cualquier otra cosa. Y en lo posible, rállelos al momento de usarlos con un guallito pequeño. No toma un minuto y la diferencia es evidente. Es como el sofrito; se nota de olerlo cuando es de pote. El otro día Giovanna explicaba que esta tendencia de hacer sofrito y guardarlo llegó como una estrategia de ventas del Osterizer -osteráizer- en los 60s en medio de la cultura acelerada de la modernidad y el progreso.

Lo sé; escribo mucho como hablo mucho. Porque mi cerebro es como este plato de espaguetis: un meollo de ideas. Eso también es el ADHD. Y escribo más por mí, porque estoy sola, acabándome este Aperol Spritz y si no, reviento o se me olvida que encontré un hilo conductor entre el ajo, la apropiación cultural, la historia, la economía y mi atípico cableado neuronal. Espero que, dentro de todo, me cojan el consejo, que es el punto: ralla tu propio ajo. Y no abuses de su uso.

 

 

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