Once años de un papado profético

Especial para En Rojo

Quien observa la Iglesia católica hoy, puede sorprenderse por el hecho inédito de que cuanto más el Papa avanza propuestas de renovación, más gran parte de la jerarquía y del clero se revela conservadora y en reacción clara a las propuestas del Papa.

El Papa llama la atención de la humanidad sobre cuestiones como la ecología integral y la paz, basadas en una economía del compartir y de la justicia. Mientras tanto, muchos jerarcas y grupos eclesiales desentierran un catolicismo devocional barroco de la época de nuestras abuelas como arma contra las propuestas del Papa. Mientras el Papa Francisco se presenta y se viste con sencillez, muchos obispos se esconden tras sus mitras y báculos y tienden a convertir la celebración de la cena de Jesús en ceremonia de corte medieval.

En la sociedad internacional, parece que sólo el Papa Francisco se presenta al mundo como profeta de la paz y de la justicia ecosocial. Y lo hace proponiendo una Iglesia sinodal, caracterizada por la solidaridad misericordiosa más que por la rigidez ritual. Este 13 de marzo se cumplieron once años desde la noche en que fue elegido por los cardenales obispo de Roma. Desde el siglo XX, no era la primera vez que se elegía a alguien mayor como Papa de transición y este, en lugar de representar sólo un breve tiempo en el papado, propició una verdadera transición eclesial, en el sentido de renovar el modo de ser de la Iglesia.

Ya en 1958, el cardenal Angelo Roncalli, Patriarca de Venecia, a la edad de 78 años, había sido elegido Papa de transición. Apenas tres meses después de su elección, en enero de 1959, anunció al mundo el Concilio Vaticano II, que hasta hoy representa el acontecimiento más abierto y renovador de la historia del Cristianismo. Ahora, 60 años después de aquel acontecimiento profético, el Papa Francisco está tratando de recuperar el espíritu del Concilio que los dos papas anteriores se habían esforzado en detener. Hace sesenta años, el Papa Juan había encontrado una realidad dura y difícil en la Iglesia. Sin embargo, desde principios del siglo XX, en diversos países, a pesar de enfrentarse a dificultades locales y represiones del Vaticano, movimientos de renovación en el estudio de la Biblia, de la Liturgia y de la Patrística, así como el camino ecuménico, fueron dando lugar a grupos que avanzaban en una nueva dirección. Eran como semillas en tierra seca que esperaban la primera lluvia de primavera para brotar.

El Papa Francisco se encontró con una realidad eclesial muy diferente y más difícil de lo que era la Iglesia en tiempos de Juan XXIII. Llegó después de más de 35 años de invierno eclesial, de silenciamiento y represión total de cualquier teología que no fuera mera repetición de lo que decía el Papa. Toda una generación de sacerdotes y obispos se formó en un modelo eclesial de cristiandad medieval, diseñado para resistir a cualquier viento de cambio. La consecuencia es que hoy, aún once años después de la llegada del papa Francisco, el clericalismo avanza en la Iglesia como cáncer devorador y en diócesis y parroquias, predomina un catolicismo devocional barroco, que nada tiene que ver con el Evangelio de Jesús. En el Vaticano, el Papa Francisco continúa la parábola de San Francisco de Asís, en diálogo con lobos. A pesar de testimoniar que, incluso en tiempos de tantas dificultades y oposiciones, el espíritu profético no ha muerto, Francisco como Papa sigue representando un modelo de Iglesia para el que la propuesta de la sinodalidad eclesial suena como la cuadratura del círculo.

En América Latina y el Caribe, dentro de pocos años, se cumplirán 60 años de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano y caribeño en Medellín, Colombia (1968). Allí, en el documento conclusivo de aquella reunión, los obispos afirmaron:

«Que aparezca cada vez más claro en América Latina el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desprendida de todo poder temporal y valientemente comprometida en la liberación de cada ser humano y de toda la humanidad» (Conclusiones de Medellín. 5, 15).

No sabemos cuántos obispos latinoamericanos y caribeños firmarían hoy esta declaración. En todo caso, el Papa y los cristianos de base que aceptan el Evangelio de Jesús como profecía de un mundo justo y humano la han asumido. Que el recuerdo y la acción de gracias por estos once años de servicio profético del Papa Francisco nos animen en este camino y fortalezcan nuestra confianza en la victoria de la humanidad viviendo la Pascua de Cristo.

 

 

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