Herculina, la diva del tatuaje

 

 

 

Todo el día agobiado por la humedad bestial. Los mosquitos por miles zumbándose a mis oídos en la cocina, el baño, el living y en mi cuarto. En mi cama he puesto un mosquitero. Yo los veo volar, pero el torno los detiene. Alivio no tengo por la humedad. No puedo leer ni escribir. En esas condiciones, no siento inspiración ni deseo de hacer nada útil ni cocinar siquiera.

Todo el día luchando contra la humedad y mosquitos. Luego, Miguel, mi amigo, suspende un día de playa pautado para hoy. Habíamos quedado ayer pero me dijo que tenía cita con su terapista porque anda mal de la ciática. Estuve toda la mañana en vilo y con ganas de ir a la playa. No puede ser, esto es el colmo, así son los trópicos me decía para mi consuelo. Sin embargo, en las horas pico de la humedad resolví que tenía que salir de este maldito día.

A las cuatro de la tarde hice mis motetes playeros y finalmente me fui a la playa del Escambrón. Llegué a las 4:30 al balneario. Estacioné debajo de uvas playeras y ya, de inmediato, sentía el cambio de ánimo y con una más agradable impresión sobre el mundo. Extendí mi manta debajo de un cocotero que tendía sobre la arena una sombra espectacular acompañada de la brisa fresca y curativa.

Luego de montar mis cuarteles me puse el equipo de buceo de orilla, listo para nadar con mi careta y mis chapaletas. Me hundí en la mar salada. El agua estaba deliciosa. Las olas un poco altas porque el mar estaba picado. Pero igual era placentero nadar con mucha transparencia debido a la luz del sol que a esas horas de la tarde da directamente a la playa por el oeste.

Me sentía como dentro de una pecera rodeado y perseguido por peces dorados, chillos, pardos y otros que me hacían mucha gracia. Estuve más de una hora en ese mundo profundo del océano tan desconocido para nosotros. Conocemos más del mar desde afuera y muy poco del mar en su interior, es decir, ignoramos su enorme panza de agua salada. Satisfecho y a gusto me senté en las rocas y saludé a unos turistas de Nueva York que allí buceaban.

Era una pareja. El tipo muy simpático y ella igual. Ambos de origen asiático. Siempre son parejas de jóvenes millonarios que se mudan a la isla para comprar inmuebles con inversiones de criptodinero. Pertenecen a la generación de la Ley 22 que privilegia a los inversionistas americanos y superan en todo a los nacionales. Ya estoy enterado de sus planes egocéntricos y super neoliberales. Ellos me aburren de verdad. Así que abandoné a los americanos y me trasladé a mis cuarteles debajo de los cocoteros. Me puse cómodo, tomé mi café y me tendí mirando el cielo azul y con el cuidado de que los cocos no cayeran en mi cabeza.

Me duermo con placer. Al rato me despertó una conversación de cinco chicas puertorriqueñas. La llegada de las chicas me tomó por sorpresa, primero porque eran igualmente guapas y segundo porque eran todas fumadoras de cigarrillos y estaban bebiendo alguna bebida que desconocía. La alegría y la camaradería del grupo de jóvenes me despertaron la curiosidad de saber de qué hablaban. Tenían una conversación como si fuera un programa de la radio pública. La cuadrilla tenía una formación como de foro romano. Había cuatro mozas pegaditas sentadas en la arena mirando atentamente a la quinta moza que estaba de pie, de modo que a la quinta moza yo le veía la cara, y a las restantes solo sus espaldas.

Para conveniencia de este relato, le llamaremos Herculina. Herculina fue la primera persona que vi cuando desperté. Era alta, de cabellos largos, blanca. Su voz resonaba claramente; tanto que podía seguir sus pensamientos. Sus muslos eran columnas y sus brazos largos y con mucho relleno de carnes. Su tórax era ancho con muchas llantas expandidas hacia el frente y los costados.

Pero lo más que me impresionó fue que la Herculina no tenía reparos en ponerse un biquini brasileño. Casi abandonada de vestimentas, su cuerpo estaba marcado por más de una docena de tatuajes de todos los tamaños. Observé tatuajes en los muslos, las caderas, los brazos y hombros, en las manos, en los dedos, en los pies y en el cuello. Detrás de las orejas, también había tatuajes. Justamente, al afinar el oído me doy cuenta que la conversación se desarrollaba en torno a la variedad de tatuajes que llevaba. De verdad, su cuerpo parecía una piedra tallada de jeroglíficos. Parecía un cartel o afiche cubierto del arte del tatuaje cuyo fondo era el color de su piel blanca.

Las chicas que le oían hacían una que otra pregunta, pero por lo general ellas callaban porque se sentían entretenidas con la explicación y la exposición ininterrumpida que hacía Herculina de cada uno de sus tatuajes. Noté que parecía miraba su cuerpo como si fuera un mapa de carreteras y se detenía a ratos en cada tatuaje para explicar por qué se lo hizo. Repasaba las secciones de su cuerpo como si fuera cada muslo o brazo un capítulo de su vida. Los tatuajes estaban estratificados por temáticas rotuladas. Por ejemplo, logré entender de la exposición de Herculina que los tatuajes en el brazo derecho eran dedicados a los insectos. La abeja era su insecto favorito y que el tatuaje de la casa de comején fue un regalo que le hizo una amiga antes de irse para el ejército.

Estoy tratando de resumir. A veces apenas podía oír por la resaca del mar, los ladridos de los perros y el arrullo de las palomas. Capté que el brazo izquierdo estaba dedicado a plantas y a flores que le recordaban el jardín que tenía su abuela. Herculina con el dedo índice señalaba los tatuajes de hojas de recao y le indicó con precisión a la cuadrilla el tatuaje de «la amapola» porque su abuelita se llamaba así. Herculina mostró a sus amigas una flor de trébol para el éxito y la buena suerte. Debajo del codo tenía un ají colorao.

El bombardeo de preguntas no tenía tregua. Pude escuchar algunas respuestas porque Herculina tenía un buen vozarrón. Cuando llegó al muslo derecho dijo que la temática eran los animales porque ella era un “pet lover”. Pude ver en la pierna derecha la cara de un felino, una iguana, una cotorra y la carota grande de un perro. Terminado el recuento del pie derecho pasó a contar, a manera de anécdotas, los significados de los diferentes tatuajes que tenía en el pie izquierdo.

En el pie izquierdo los tatuajes estaban dedicados a sus seres queridos fallecidos. Los muslos de ella eran pilares de trenes. Allí estaban los rostros de su padre que lo mataron y de la abuelita que le crió. Señaló un par de ojos del novio encamado que murió en sus brazos. Arriba del tobillo izquierdo se había tatuado un coquí. Le vi en el amplio abdomen una sirena. En el ombligo estaba la cabeza y el resto de la cola quedaba tapado por el biquini.

En el hombro derecho se destacan grabados de números romanos que me sugirieron que era su fecha de nacimiento. En el hombro izquierdo llevaba un tatuaje de una corona española de lo que inferí que ella era una reina. De algunas partes del cuerpo tatuado no pude oír la explicación porque fueron hechas cuando dormía. Sí era evidente que llevaba en el cuello dos pequeños corazones entrelazados. Me impresionó mucho un hermoso tatuaje de la mitología griega del ave fénix que llevaba en el dorso de la espalda por debajo del brazo derecho.

Los tatuajes griegos representan el amor, la valentía, el miedo, la belleza y mucho más. Eso lo sabía. Sin embargo, por mera curiosidad consulté la plataforma en la internet llamada Camaleón Tattoo.com, para averiguar qué luces se prendían y de allí me gustó lo siguiente y cito: “Los tatuajes de ave fénix guardan una simbología muy fuerte. Al tratarse de un ave que resurge de las cenizas estamos ante un ser vivo con una excepcional “resiliencia”. La cita me obliga a recordar el desastre nacional que causó el huracán María en el 2015. La simbología del ave fénix, aplicada a los desastres, implica la capacidad de una persona de adaptarse y superar positivamente cualquier acontecimiento traumático. El ave fénix tiene un mensaje de aprendizaje y de superación ante la adversidad, se levanta de sus cenizas. Esa es su simbología ancestral, pero hoy los fotutos del neoliberalismo la llaman «resiliencia» como nueva modalidad para describir un comportamiento humano con capacidad para sobreponerse de las catástrofes. Al final del día se busca ser unas personas “exitosas” a pesar del impacto negativo del caos. Entre la catástrofe, la recuperación y la «resiliencia» espiritual se forma un estilo de vida de sobrevivientes empoderados mucho más escolásticos.

Esto me hace pensar que parte de la modificación corporal responde a la crisis y al deseo de la recuperación personal después de la tragedia del Huracán María. “No hay más que jalar un hilo para general un fenómeno”. Quizás María fue el combustible de la abierta cultura del tatuaje en la isla después del huracán y sus siguientes desastres socio-políticos. Hay que preguntarse: ¿Por qué han proliferado tantísimo los talleres de tatuajes en Puerto Rico? ¿Por qué el cuerpo casi desnudo, sobre todo en los jóvenes puertorriqueños, se ha convertido en una vitrina de grafitis o foro público para expresar protección, orgullo, buenas vibras, individualismo, rebeldía, transparencia y resiliencia? Además, he observado que las mujeres puertorriqueñas se dibujan caras de familiares y amigos y textos en la piel para resaltar valores de amor, ternura, adhesión y pasión.

El cuerpo tatuado se ha convertido en un tablón de creatividad personificada donde se hace público tanto un malestar, una necesidad, una protesta o un sentimiento positivo. Por otro lado, el cuerpo tiene que estar al descubierto o vestir mínimas ropas para enseñar al aire los tatuajes y sus significados. Esta espléndida exhibición podría conllevar a toda una especulación por parte de un espectador crítico de la calle o de las playas como es mi caso. La revolución del tatuaje en Puerto Rico ha transformado el cuerpo en una espléndida pizarra temática. La escasez de ropas para satisfacer al portador del tatuaje ha transformado el estilo de vestir en nuestra isla.

Hoy día, las telas más comunes son las telas transparentes, pantalones cortos, ropas que dejan al descubierto muslos, brazos y el abdomen para convocar la mirada. La vieja escuela de sastres es cosa del pasado. Aquí en la isla del encanto, ha desaparecido aquel estilo de vestir elaboradamente, ligero, fresco y estéticamente caribeño. El algodón, el hilo ya no destilan en nuestras vestimentas. Lo ganado se ha perdido. Los patrones de los tatuajes no permiten ropas de cuerpo entero porque ocultaría el tatuaje o el texto.

El cuerpo «dibujados o textualizados» busca ostentar al descubierto los tatuajes como si fueran murales artísticos, decorativos, conmemorativos o de resistencias. Otras chicas de la cuadrilla playera llevaban tatuajes igualmente impresionantes, pero en menor cantidad. Eran discretos, visibles su tándem. Entendí que la actitud de ellas era de solo observadoras. Inferí de ellas una opinión velada de que el tatuaje y sus anécdotas eran asuntos privados.

Sin embargo, Herculina era avasalladora, era un festín, un «performance» que se empeñaba en excluir a las otras que preferían oír y callar. De verdad, que las anécdotas de Herculina entretenían al más aburrido, pesado o incrédulo individuo. La cuadrilla no interrumpía a la titana de los múltiples tatuajes. Los tatuajes gustan, no pasan de moda, son para siempre o temporeros. Herculina se sentía bien con su propio cuerpo y lo grandota que era, «no problem».

Los artistas y las personas como Herculina se han convertido en “nuevos influencer”. Son gestores culturales y sociales incuestionables y respetados. Herculina es una pantalla de aceptación, de denuncias y de autoestima que refuerza tanto la intercomunicación fragmentada por las redes cibernéticas. Los clientes de la industria del tatuaje conocen bien su canon estético, su responsabilidad social y pedagógica. Una persona tatuada no es un paciente sino un militante de su autoestima y de la resiliencia contemporánea.

El boom del tatuaje en Puerto Rico es un fenómeno que se acerca, en lo personal, a un modelo mejor de sí mismo. El cuerpo tatuado protege a Herculina de un entorno hostil sin coherencia para ella. Su cuerpo dibujado le da sentido a su vida. Ahí, en su piel, está narrada su vida. El tatuaje es un hecho de la contracultura. El tatuado no es una víctima sino un soldado comprometido con el uso y con los contenidos rebeldes dibujados en el cuerpo. Herculina, reunida con sus amigas en la playa, estaba a gusto con su piel.

Herculina ha convertido su cuerpo en un proyecto de vida vinculado al territorio político de la autoafirmación individual. Tiene la misión de criticar el objetivo fallido del estado que le ha dado la espalda al ciudadano y la colectividad. Herculina es su propio partido político. El dominio del cuerpo es poder y es otra variante de la palestra de lo político. Nada que reprochar de mi parte. Sabemos que los estados hacen todo lo posible para controlar el cuerpo de los ciudadanos. Las farmacéuticas lo controlan, las redes sociales controlan la su inmunidad, el boom del género busca controlar el lenguaje de la mayoría. Y así, hasta que surja lo imprevisto, el conflicto y la represión de los grupos conservadores organizados.

Yo diría que vivan los tatuados de buenos corazones y bien intencionados. Que viva Herculina siempre. Entonces, al fin y a la postre, los seres humanos nacen tatuados por los padres, la infancia, las tradiciones, las etapas de la vida, las emociones, el lenguaje, los amigos, las guerras, los vicios, las virtudes, los viajes, las herencias culturales y tatuados por los muertos y las teorías. Estamos hechos de tatuajes visibles e invisibles, abstractos y concretos. Algunos son auténticos o artificiales. De modo que, ¿Cuál es el debate hoy día del arte del tatuaje? ¿Cuáles son las causas y efecto del boom del tatuaje en nuestra nueva idiosincrasia nacional? Ahí les dejo a ustedes ese ñame cocinándose a fuego lento.

Se hace imposible contarles con detalles el recuento de un cuerpo planetario como lo lleva Herculina convertido en museo de la vida trágica y dolorosa. En mi imaginario, pienso que los tatuajes de Herculina son como aquellas mochilas personales y artísticas que colgaban emblemas, pegatinas, graffitis y pendientes alusivas a manifestaciones políticas, festivales, libertades y derechos en el largo viaje por la vida. Cuando yo me criaba en mi pueblo de Las Piedras tener un tatuaje era algo negativo, atrevido, diabólico o cosas de tecatos, del bajo mundo universal. Un tatuaje en la piel podría causar tremendo disgusto en los padres. Por esos aires del pasado, a nadie se le ocurría que la piel era un tablón abierto a la protesta social o para afirmar una X identidad.

Hoy día el cuerpo de las generaciones tatuadas existe para ser en solitarios militantes de la democracia o lo que queda de ella. También, es una herramienta de expresión que nos habla de una nueva oportunidad personal para hacerse existir en torno al otro en equidad utópica, en la voluntad calculada y en el antagonismo indeseado. Aquí en la isla, la piel de los puertorriqueños ha encontrado nuevos usos para expresar nuevas luchas, contenidos temáticos y emociones. Es la nueva torre de Babel boricua. Entonces, Herculina es un tótem, su cuerpo un icono individual cuya individualidad se extiende sin reparos contra el pudor social y que tiene como resultado compartir el cuerpo tatuado como monumento de carácter individual y múltiple.

Quizás en un día muy cercano, las agrupaciones de colectivos tatuados desafiaran el poder y van a poner a templar los espacios democráticos de los partidos políticos tradicionales. El cuerpo en la urbe metropolitana de San Juan, ya no es una carne muda, por el contrario, sus brazos, sus piernas y sus hombros marcados, al espectador le da un motivo para pensar y hablar. Escudriñamos los cuerpos tatuados para conseguir entender qué dicen y por ese camino podríamos aprender algo que va más allá del color de la piel. El grafitero gurú ha hecho del cuerpo un espacio de expresión donde las figuras y textos aparecen como poemas, epígrafes y dibujos alegóricos.

Él diseña muchas figuras donde nada sobra, donde lo que se ve es lo justo y está hecho a la medida porque nada esconde para sí. Los jóvenes como Herculina, van por la calle con el cuerpo embriagado de dibujos monocromáticos que lucen plantas en la piel, animales, números cabalísticos y breves textos evangélicos. El cuerpo tatuado es un espacio contestatario porque un tatuaje es una cicatriz siempre abierta. Antes dejábamos memorias rebeldes cuando dibujamos en la arena, el viento, la roca o la corteza de un árbol. Eran marcas que se las llevaba el viento porque eran espontáneas. Además, eran figuras y texto que no podíamos llevar con nosotros, se quedaban a la disposición de los objetos y superficies.

Eran esas señales del romanticismo de una juventud con angustias. Esos románticos de ayer, podrían regresar al árbol donde escribimos el nombre de una persona amada en secreto, pero no podíamos llevarnos el árbol. Las señales de los románticos se valoraban en el momento y luego el tiempo y la lluvia los borraban. Sin embargo, hoy día los miles de pinchazos son indicadores de un sacrificio que antes era impensable. El cuerpo tatuado es hoy un artefacto alterado, intervenido por el artista donde el sujeto tatuado se desplaza lentamente a muchos espacios y hacia distintas direcciones y pasa de un lugar a otro con su carga de tatuajes destacados en una piel descubierta.

Llegará el momento en que tendremos que elegir entre “lo atractivo y la seducción” entre «cuerpos limpios o cuerpos tatuados». La cuadrilla en la playa del Escambrón se sentía muy a gusto con el enjambre de tatuajes que llevaba Herculina. No creo que a la encantadora Herculina le pasara por su mente que su cuerpo estaba mutilado. Además, pienso que a Herculina le importa un comino que la Biblia condene los tatuajes en Levítico 19:28, donde dice de manera explícita: “No se hagan heridas en el cuerpo por causa de los muertos, ni tatuajes en la piel. Yo soy el Señor”. El Dios cristiano ha condenado a Herculina y al resto de los humanos tatuados. Marcar, dibujar y escribir el cuerpo es un pecado para el dogma cristiano.

El obediente cristiano lleva su cuerpo limpio y puro porque es la casa del espíritu de Dios. Recuerden que Herculina se ha hecho heridas en su cuerpo dibujando a muertos. Hay que remarcar, Herculina es una transgresora nata que afirma que nada ni nadie ha de gobernar su cuerpo, solo ella ostenta ese poder para sí. Ella es una indiscutible autoridad egocéntrica. El cuerpo tatuado de Herculina es una obra feliz sin delitos ni pecados. Su cuerpo es una memoria bendecida por su honrada voluntad. Esa colección de tatuajes corporales nos habla de la unión ancestral del alma y el cuerpo.

Después de pensarlo detenidamente, he llegado a pensar que Herculina, con sus diversos estampados, le ha sacado algo importante al cuerpo: expresión, arte y libertad. Ella ha intentado sacarle algo a la vida. Herculina es lo que es. Ella ha podido extraer de su cuerpo una pintura propia. Pieza por pieza, lleva en su piel la consagración de una danza propia con una risa íntima. La próxima vez que vea a otras Herculinas o Herculinos tendré mis ojos firmes en la tela de araña de los megas cuerpos estampados.

En fin mi mudanza a la isla me ha dado muchos motivos para escribir este diario de vida sin una encomienda particular. Este diario es mi confesor. Me deleito con él y también he sufrido escribiendo.

Viernes 27 de septiembre de 2021

 

 

 

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