Al finalizar el año 2018 El bipartidismo PPD-PNP está en franco deterioro

Especial para CLARIDAD

Al concluir el año 2018, varios elementos del escenario político demuestran que —aunque el bipartidismo cerrado PPD-PNP no ha desaparecido— dicho binomio está en estos momentos en creciente deterioro:

(1) ambos partidos tienen graves divisiones internas;

(2) ambos tienen lideratos “sacados de balance” por las exigencias de la Junta de Supervisión Fiscal. Ante las amenazas de reducciones en las pensiones, Puerto Rico no tiene realmente quien lo defienda en ninguno de esos dos partidos. Sus líderes están demasiado perplejos para tomar la ofensiva. Ni siquiera tienen una defensiva coherente; algunos dicen algo, pero luego bajan la cabeza y callan.

(3) ambos muestran incapacidad para traer al gobierno propuestas que propendan a lograr un nuevo ciclo de desarrollo económico: atolondrados como están por la ideología de la austeridad que impone el Congreso, ninguno de los dos partidos ve que pueda tener un verdadero programa de desarrollo para el país y no menos importante;

(4) los dos, el PPD y el PNP, han visto al Congreso y otras autoridades estadounidenses hacer trizas las esperanzas del PNP con la estadidad y las del PPD con la viabilidad de un ELA territorial mejorado, en otras palabras, ambos partidos padecen hoy de anemia perniciosa ideológica.

Las divisiones internas

Las divisiones se han agravado en ambos. El PNP ya no es un partido coherente. Se ha convertido en un monstruo de tres cabezas: Rivera Schatz por un lado desde el Senado con sus propias prioridades; Ricardo Rosselló disparando al aire, sin ton ni son, ante lo que se le ha venido encima; y Jenniffer González, por otro lado, como Comisionada Residente, con sus propias agendas, más fracasadas que exitosas. Los encontronazos entre sectores se repiten. Como epítome del “entertainment” de la negación, el Gobernador Rosselló dijo en días pasados, en respuesta a los conflictos personalistas en el PNP, “en este partido todos somos estadistas”. Lo dijo para responder al actual presidente del PPD Aníbal José Torres y como para recordarnos a todos que, mientras en el PNP hay unidad sobre el estatus, el PPD anda dividido por eso. Tampoco es cierto que “todos sean igualmente estadistas en el PNP”. Eso se evidenció en los datos de las entrevistas profundas que hicimos en 2015 con 59 seguidores de ese partido. ¡Ya van apareciendo quiénes empiezan a dudar del promisorio paraíso estadista que les vendió el PNP!

En el caso del PPD la división está servida hace un tiempo entre los conservadores de la cúpula y la base votante de ese partido, mucha de la cual se refugia en los gobiernos municipales simpatizantes de la soberanía propia para Puerto Rico. Los líderes conservadores del PPD, o se reafirman en mantener el ELA territorial, o son aspirantes a algo tan confuso como “el crecimiento orgánico del ELA” que el propio Estados Unidos ha descartado por inconstitucional. Eso los distancia cada vez más de su propia base, quienes, o desean ya vehementemente un cambio de rumbo, o viven sumamente confundidos con lo que declaran los diferentes dirigentes del PPD. Para más división y complicación interna, buena parte de la base del PPD está muy molesta porque los líderes tampoco son capaces de hacerle una oposición efectiva al PNP.

La última sutileza inútil nos la acaba de servir el flamante Presidente del PPD en su reunión de Asamblea General en Río Grande. Aníbal José (Josie) Torres declaró que en el Partido Popular lo principal no es el estatus —descubrió el Mediterráneo— sino la “justicia social”. Válgame, como dice el jíbaro a quien los Populares olvidaron, ¿la justicia social? Todo el mundo con algún dedo de frente sabe que justicia social hoy día implicaría frenar el Plan Fiscal aprobado por la Junta de Supervisión Fiscal que precisamente incluye múltiples decisiones que van contra la justicia social. Dicho plan agrava las diferencias entre los puertorriqueños al quitarles recursos a los más vulnerables, mientras dejan incólumes los sueldazos en el gobierno, así como los “contratitos” tan costosos con los amiguillos de los líderes políticos. Sigue la fiesta para los amigos y favorecidos mientras el Pueblo continúa como víctima de las austeridades de la Junta Fiscal. Y víctima también del hábito de Rosselló de preferir contratar compañías estadounidenses a las puertorriqueñas, con lo que lanza a la quiebra a muchos aquí, todo por hacerles ver a los estadounidenses que él protege sus intereses en Puerto Rico. Tal conducta tan lesiva a la economía boricua no tiene otra explicación que la ingenuidad del Gobernador creyendo que, al actuar de esa manera, acerca la posibilidad de aceptación de la Estadidad para Puerto Rico en Estados Unidos.

En cuanto al PPD, para que le pudiéramos creer alguna palabra sobre justicia social, dicho partido tendría que organizar, no después de las elecciones, si gana, sino desde ahora mismo —que para eso es el principal partido de oposición— un reclamo masivo y contundente para que se eliminen de los planes fiscales de la Junta todas las decisiones que empeoran la mala distribución de los ingresos y de las oportunidades. Por eso se reitera la misma indignación en gente de su base, más o menos expresada en estos términos: “Yo he sido Popular y leal a mi partido, pero el ELA anda mal, ya dio lo que iba a dar y necesitamos un estatus de soberanía. Necesitamos los poderes aquí para que Estados Unidos no pueda anularle los poderes al país”. ¡Cómo será la división interna en el PPD que hasta un legislador como Rafael “Tatito” Hernández salió últimamente a proponer unos diálogos con la base para poder tener un “partido unido” y ganar las próximas elecciones!

A ambos partidos del bipartidismo, la metrópoli les desmanteló sus propuestas de estatus

No habré de comentar las múltiples pruebas de cómo las tres ramas del Gobierno de Estados Unidos han hecho trizas tanto al ELA como las perspectivas de obtención de la estadidad federada. Eso está ya más que comprobado y todo el mundo lo sabe. Lo importante en este momento es examinar cómo se están afectando esos partidos —en su base y en su liderato— por su frustrante comprobación de esas realidades.

Lo que se esperaría de líderes con los pies en la tierra es un cambio de rumbo: en el PPD la adopción del credo de la libre asociación soberana, que además de tener precedentes históricos en el Pacífico, tiene respaldo por varios alcaldes, entre ellos la alcaldesa de la capital, y otros líderes menores del partido, y por buena parte de su base militante. En el PNP se esperaría un giro hacia una independencia con tratados especiales con Estados Unidos, que provea al país poderes de soberanía propia, a la par que mantenga lazos y compromisos con Estados Unidos. De hecho, para buena parte de la base de ese partido, tal es el rumbo a seguir, si se les niega la estadidad. El problema radica en que no acaban de admitir que la indiferencia del Congreso y la posición del Presidente Trump al respecto son ya de por sí una negativa. En su ingenuidad e ignorancia política sobre cómo opera el Congreso en Estados Unidos, mucha gente de esa “base estadista” sigue esperando una negativa tajante del Congreso que elimine la estadidad como opción. Eso no va a ocurrir. El Congreso no opera de esa manera. A EEUU le conviene mantener la ilusión estadista como estrategia, no para dar o imponer la estadidad a Puerto Rico, sino para mantener la colonia. Saben muy bien que mientras un porcentaje alto de los puertorriqueños, aunque sea minoría, tenga cifradas sus esperanzas en la estadidad, ni la libre asociación soberana, ni la independencia, serán opciones vencedoras en cuantos plebiscitos o referendos se quieran organizar. La estadidad no vendrá, pero la ilusión estadista es un veto efectivo contra las únicas dos fórmulas realmente descolonizadoras: la libre asociación soberana y la independencia. Divide et impera.

El liderato conservador del PPD ha puesto el partido en manos de dos personas conocidas por favorecer la libre asociación: Aníbal José Torres y José Ariel Nazario. Hasta el momento, sin embargo, no existe evidencia alguna de que ese sea el nuevo derrotero político del partido. No cuando el propio nuevo presidente, Aníbal José Torres en su primera declaración pública dice que el PPD no es un partido principalmente de estatus sino de “justicia social”. Cuando todo el mundo sabe que no tienen un proyecto claro ni para lo uno ni para lo otro. Mientras tanto, se les pide a los seguidores que se unan para que el partido gane en las próximas elecciones lo que podría ser su “último turno al bate”. Pero, ¿qué turno al bate ni que turno al bate? Si el bate, la bola, el guante y todas las bases las controlan hoy la Junta de Supervisión Fiscal y la jueza Swain? Ese es el mayor problema del PPD: con su boca teatral habla de asumir posiciones claras, pero con las acciones, los líderes “se hacen los que no saben” quiénes son los que realmente mandan en la colonia. Mientras tanto, la base del PPD se erosiona por vía de que la gente más inteligente cae en la cuenta: el alto liderato del PPD está “en la Babia”, mientras la poca autonomía que tenía Puerto Rico se despedaza y mientras las decisiones del Plan Fiscal agravan la injusticia social.

El PNP no está mucho mejor y por eso su base se sigue deteriorando. Mientras Rosselló se contenta con decir que “en el PNP somos todos estadistas”, la estadidad se sigue demostrando imposible en Washington, y los líderes, como si nada hubiese pasado. Eso va debilitando la fe de muchos, quienes van acercándose a considerar una posible independencia con tratados especiales con EEUU. Lo que el liderato debiera hacer, pero no hace, lo va poco a poco adoptando la base: de ahí la abstención y los votos por candidatos independientes en las elecciones de 2016.

Ya el Pueblo votante lo aprendió de las elecciones de 2016. La combinación de alta abstención y de voto para Gobernador por candidatos independientes, da resultado para debilitar el bipartidismo. Si continúa aumentando la abstención —como reacción al desgobierno en este cuatrienio— no es imposible que algún candidato independiente a Gobernador logre en 2020 un 30 y pico% de los votos que sea mayor al 30 y pico del candidato PPD y al 30 y pico% del candidato del PNP. Si ese escenario posible ocurre, por primera vez el bipartidismo podría ser retado fuertemente por el voto del Pueblo.

Entretanto, termina 2018 y no se ve en el horizonte, todavía, un Frente Amplio electoral alternativo, y efectivo, de los indignados. Quiénes parecen más adelantados en esto, el grupo VAMOS y sus seguidores, no parecen haber decidido todavía una estrategia electoral única para 2020. Así, terminamos el 2018 con más incertidumbres que certezas. Típico de la política en estos tiempos.

El autor es profesor jubilado de Ciencia Política de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Comentarios a: angelisrael.riveraortiz@gmail.com

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