En Rojo
Trato de ubicarme en mi Universidad ese año de 1970, pero la memoria no tiene en archivo la noticia de una estudiante asesinada ese 4 de marzo. Los mítines, las marchas, las veladas, las protestas, las confrontaciones con lxs estudiantes uniformados, las carreras para esconderse o salir corriendo ante la avanzada policíaca, eso sí. Quizá por eso, conocer a Antonia Martínez Lagares a través del recuerdo de su familia y lxs estudiantes que compartieron o tan solo se toparon con ella, se siente tan íntimo, y nos devela a una chica con quien pudimos haber compartido en un salón de clase, en las cientos de actividades culturales, académicas o políticas que eran la orden del día, mientras seguíamos asistiendo a clases y pasando los fines de semana estudiando en la Biblioteca o regresando a la casa familiar para compartir con las personas que siempre las habían protegido. Antonia muere a los 20 años, casi por completar su grado de Bachillerato en la Facultad de Educación.
Sin duda, el propósito de este tan emotivo documental es humanizar a la estudiante como indica su título. Antonia Martínez Lagares se presenta, ante todo, como parte de una generación, de un grupo familiar, una de miles de estudiantes para quien la educación era su formación y estudiar en la Universidad de Puerto Rico, su aspiración. Tenía el respaldo de su familia para poder trasladarse desde Arecibo a Río Piedras, encontrar un hospedaje circundante a la UPR y proveer sus necesidades básicas de comida, pasaje y otros gastos. Poder tener como compañera de vivienda, estudios y salidas a su prima Iris Nilda, era una tranquilidad para la familia que le echaba bendiciones desde lejos. Son los miembros de su familia, los que nos ofrecen detalles de la mudanza de la familia de Arecibo a New Jersey, su crianza y educación en la escuela primaria de allá, su traslado nuevamente a Arecibo donde cursa su escuela intermedia y superior. Todxs lxs entrevistadxs nos recuerdan que en aquel entonces había programas especiales para estudiantes avanzados, en los cuales participó “Toñita” y su hermana mayor, Jenny. El resultado fue acelerar sus años secundarios, ser aceptada en UPR-RP y ser parte de esa nueva generación que creía en transformar nuestro país. Escoge la pedagogía por tener como modelo a su cuñado maestro, Apolinar Cintrón y tener ya experiencia en intercambiar ideas y siempre buscar mejorar las cosas por su experiencia como parte de la Iglesia Alianza Misionera y por su semestre de práctica pedagógica como requisito de sus estudios.
Todo este trasfondo nos hace conocer a Toñita como estudiante universitaria que un día, casi por accidente, se encontró en una encerrona entre estudiantes y policías que lxs veían como enemigxs. Aunque sus simpatías estuvieran con el ideal de la independencia de su país, tanto Hiram Sánchez Martínez, autor de Antonia, tu nombre es una historia, de 2019, como Julio Muriente, líder estudiantil para esos años, reconocen que Toñita no militaba en ningún grupo político, pero como cualquier estudiante en ese momento, entendía y participaba de la oposición a la guerra de Vietnam, al Servicio Militar Obligatorio, a la presencia del ROTC en el Recinto y a la vigilancia de la policía estatal. Al igual que todxs lxs estudiantes, sabía que permitir la presencia de la policía dentro del Recinto significaba una confrontación de fuerza donde el centro de estudios sería fragmentado y eventualmente, cerrado. Los sucesos de ese 4 de marzo se presentan como declaraciones de Hiram, Iris Nilda y el propio José Artemio que van de la normalidad de un día de clases a ser testigo de la persecución por las calles de Río Piedras de la fuerza de choque. Estar en ese balcón de la avenida Ponce de León, como otrxs también lo hacían, para saber qué estaba pasando, no parecía peligroso hasta que un policía decidió apuntar su arma y disparar a ese punto. Resultado: dos heridos: Celestino Santiago y Antonia. Él se recuperaría de la herida, pero ella moriría en el hospital. Aunque se indaga en la investigación superficial que se hizo de este crimen, el foco del documental es en rescatar la humanidad de Antonia para que nunca sea una estadística más, sino un ser complejo con aspiraciones que nunca llegó a realizar, pero que su vida fue una de dar y recibir la atención y el amor de la gente que le rodeaba.
La pérdida de esta joven inspiró a cantautores como Roy Brown y Andrés Jiménez, pero el poema recitado y cantado que se volvió himno de lxs estudiantes es de Antonio Cabán Vale, El Topo. Escuchamos ese himno con la formalidad del Coro de la Universidad de Puerto Rico-Cayey, “en la calle” con voz y percusión y en la voz y guitarra de su autor. Es la Antonia de todas y todos.