Clases y presos del Grito de Lares de 1868

 

Por Francisco (Pancho) Moscoso/Especial para CLARIDAD

 

Todas las clases

Si algo llamó la atención y produjo consternación entre las máximas autoridades españolas fue la composición social de los protagonistas de la Revolución Puertorriqueña de 1868.  El levantamiento armado se inició con el Grito de Lares, pueblo cafetalero en el centro-oeste de Puerto Rico, el 23 de septiembre de 1868.  Tras su derrota militar sobre 600 personas, según documentado hasta ahora (cifra que aumenta según progresan las investigaciones), fueron arrestadas y encarceladas poniendo de relieve una realidad asombrosa. Los presos provenían  de todas las clases sociales y oficios diversos existentes en la estructura social de Puerto Rico.

Una vez que la insurrección armada fue reprimida, la propaganda oficial procuró por todos los medios aislar el evento, minimizar su dimensión , difamar a sus líderes y menospreciar en términos clasistas y racistas a los involucrados. Pero, en su Informe al Poder Ejecutivoen Madrid, del 4 de julio de 1869, el gobernador y general José Laureano Sanz, reservadamente consignó: “No puede menos de ser importante y trascendental el hecho de que individuos de todas las clases que componen esta sociedad tuvieran participación en la revolución radical que proclamaba la independencia de la isla”. Mejor no lo pudo exponer.

Fuera de elementos extranjeros de la clase hacendada y los de la clase comercial (en su mayoría españoles, catalanes en particular), la mayoría de Puerto Rico estaba contra la dominación colonial de España. Sanz admitió (en privado) que de haber tenido los patriotas la oportunidad de poner en ejecución el levantamiento armado simultáneamente en distintos lugares y de haber llegado el doctor Ramón Emeterio Betances con su expedición libertadora, con toda probabilidad el pueblo los respaldaría y España tenía las de perder.

“No puede calcularse la extensión de aquellos, porque, como queda probado”, Sanz escribió, “abortó y vino al mundo sin las condiciones necesarias de viabilidad. Tampoco pueden medirse los efectos que hubieran producido en el caso de haber estallado simultáneamente en los puntos más importantes de la isla, recibiendo los auxilios que Betances debía suministrar. No es fácil deducir el número de los que entonces hubieran hecho armas y los medios que para lograr el triunfo adoptar pudieran”.

En el Informe del 4 de julio de 1869, el general Sanz concluyó: “Entraba en el plan de los rebeldes ir apoderándose del Pepino, Isabela, Aguadilla, Arecibo y otros pueblos como lo habían ejecutado en Lares, creando en cada uno de aquellos un gobierno provisional. Para ello era necesaria la cooperación de los habitantes de los mismos, o , por lo menos, su tácito asentimiento, pues de otro modo no es ni aún presumible que hubieran comenzado tal obra”.

Contrario a la noción oficial y colonizada que se propagó a finales de la dominación española hasta 1898, y que se ha extendido a lo largo del siglo 20 y lo que va del 21 bajo la dominación de Estados Unidos, de que la revolución fracasó por falta de apoyo popular, para terminar el general Sanz dijo: “Los rebeldes contaban con muchos medios de acción en el caso de que el movimiento se hubiera efectuado  en varios puntos. Las escasas fuerzas del ejército no podían oponerles una formal resistencia a la vez en sitios diversos, los pueblos no podían entrar en lucha con sus amigos, paisanos y hermanos, y cuando la victoria se hubiera decidido, es seguro que la generalidad habría agotado sus armas e intereses a favor de los vencedores”. ¿Más claro?

Sanz asumió el mando de la colonia a finales de diciembre de 1868. Las cárceles de Arecibo y de Aguadilla, donde concentraron a los presos en condiciones de hacinamiento, estaban atestadas. El juez Nicasio Navascués, al mando judicial, advirtió que de proseguir el proceso el número de arrestos iba en aumento y el encausamiento se iba a hacer inmanejable. Ya se habían dado manifestaciones populares y desafiantes, en las plazas de San Germán y de Mayagüez, por ejemplo,  por la excarcelación de los prisioneros y la conmutación de la pena de muerte que pesaba sobre varios líderes. En una carta del 10 de enero 1869, Sanz transmitió el sentimiento anti-español generalizado.

Bajo tales circunstancias, Sanz pidió lo que el gobierno de España ya había decidido. El 21 de enero de 1869 se decretó la Amnistía General de los presos del Grito de Lares; puesta en práctica en la isla cuatro días después. En el Expediente sobre la revolución de Lares, 1868-1869hay dos documentos, Relación nominal de los presosy Estado demostrativo de los procesados, en que constan 551 prisioneros con sus nombres. Para entonces, liberaron a 263 prisioneros;  126 fueron liberados antes de la Amnistía. Por lo menos 85 mártires habían muerto a causa de epidemia, desnutrición y maltratos (golpizas).

Pero la muestra de los centenares de presos le puso en claro al general Sanz  y a las autoridades españolas por todo el pais por dónde pudieron haber ido las cosas. Veamos algunos detalles.

Composición social de los presos     

En la obra El grito de Lares. Sus causas y sus hombres(1985), la historiadora Olga Jiménez de Wagenheim  identificó las ocupaciones de 490 presos.  En base a ello, se pueden reordenar las cifras con arreglo a lo que constituyen clases y oficios, propiamente. Sacamos el por ciento a base de los 490:

        Cuadro 1: Clases sociales entre los presos, 1868 

Clases sociales              Número               Por Ciento

Hacendados                          23                      4.5%

Comerciantes (pulperos)      35                          7%

Labradores                            74                         15%

Artesanos                              32                        6.5%

Jornaleros                            189                         39%

Esclavos                                49                         10%

 

Fuente: Jiménez de Wagenheim, El grito de Lares

(1985)

Las clases sociales no deben confundirse con las ocupaciones u oficios de la gente. En Puerto Rico hay la costumbre coloquial (equivocada conceptualmente) de emplear clase como sinónimo de ocupación o de profesión. Por ejemplo,  “clase togada” (jueces), “clase abogadil” (abogados), “clase magisterial” (maestras y maestros), etc. etc. Donde más se acercan a la definición correcta es cuando se dice “clase empresarial” o “clase bancaria”. Las clases son pequeños y grandes grupos sociales que se constituyen de acuerdo a quiénes controlan o no el proceso de producción (las actividades económicas), quiénes tienen la propiedad privada de los medios de producción básicos (tierra, empresas, tecnología), quiénes controlan los medios de financiamiento (el dinero y los bancos, especialmente),  quiénes manejan la circulación de las mercancías (el comercio), y quiénes disfrutan privilegiadamente de la riqueza producida (los ricos y acaudalados).

Las clases se establecen en torno a las relaciones sociales de producción, cada una con sus especificidades. Si una sociedad está dividida en clases es porque hay unos que son la base productiva, los trabajadores (que son la mayoría) y hay otros que dominan la economía y delegan funciones a subordinados con diversos grados de remuneración, los señores terratenientes, empresarios, banqueros y grandes comerciantes (la minoría). Encontrarán en la obra El concepto de clases sociales(1977), de los historiadores Ciro Flamarión Santana Cardoso y Héctor Pérez Brignoli una buena introducción al tema.

Así pues, el conglomerado de los esclavos se formó en relación a los amos (que en el siglo 19 podían ser desde los hacendados dueños de hasta más de 100 hasta algún artesano poseyendo uno). Los jornaleros, o trabajadores asalariados, se formaron en relación a sus empleadores hacendados, principalmente. Los artesanos se constituyeron de acuerdo a sus oficios diestros contratados por salarios y otras formas de remuneración (que podían incluir raciones de comida). Los españoles usaban el término “industriales” como sinónimo de artesanos. Entre los presos en este ámbito englobaron a los siguientes: carpinteros (11), zapateros (5), sastres (4), albañiles (2),  panaderos (2), tabaqueros (2), impresores (2), barberos (1), dulceros (1) y  fabricantes de sombreros (1).

Por labradores se referían a pequeños agricultores, que poseían un terrenito  del que escasamente obtenían su sustento y que en muchos casos alternaban la azada con alguna tarea de labor contratada. Los comerciantes, por su parte, contaban con miembros de la propia familia para asistirlos y/o dependientes asalariados. Ese es el marco de referencia de la sociedad de clases y de las luchas entre y al interior de ellas.

Concomitante con la existencia de una sociedad de clases es el hecho de que las clases dominantes socioeconómicamente, a su vez, detentan el poder político; controlan el Estado, los gobiernos y la fuerza policíaca y militar. Y en el caso del colonialismo, un Estado imperialista subyuga directa ( a veces indirectamente) a otro país o a varios países.

Desde el descubrimiento, conquista y colonización de finales del siglo 15 en adelante, Puerto Rico como el resto del mundo formaba parte del largo proceso histórico de la transición del  feudalismo al capitalismo. Esto quiere decir que desde aquella época (incluso antes en Europa, el Medio Oriente y otras regiones) la economía se iba estructurando en términos del mercado. Todos los recursos naturales y materias primas, los productos del trabajo, y la fuerza de trabajo misma, se redefinieron de sus concepciones naturales, especies y valores de uso en mercancías, dinero y valores de cambio monetario. A todo se le puso precio. Como había observado Cristóbal Colón el oro era tan poderoso que con ello se podía comprar la entrada al cielo. De las entrañas del feudalismo, en sus burgos o recintos comerciales,  emergió la burguesía mercantil y financiera; progenitora de la clase capitalista. Desde la Era de la Revolución Industrial en el último tercio del siglo 18 y comienzos del 19, especialmente, se identifica a la clase capitalista también como la burguesía.

El futuro de la historia iba encaminado al capitalismo. Y las revoluciones que lo engendraron e instauraron tenían el objetivo ulterior de abolir los sistemas sociales precapitalistas y establecer el nuevo régimen que anunciaban con sus cartas de derecho y de libertades acordes.  Hubo declaraciones de derechos universales del hombre, formuladas por y al servicio de la burguesía, como en la Revolución Francesa (1789-1799). Los esclavos de Saint-Domingue pronto supieron que el “liberté, egalité et fraternité” no aplicaba a ellos; su respuesta fue la Revolución Haitiana (1791-1804). Frente al absolutismo monárquico y el mercantilismo estatal se opuso el parlamentarismo constitucional y el liberalismo económico. Aquel liberalismo económico clásico es el antecedente del neoliberalismo que agobia a Puerto Rico y al resto del mundo en el presente.  Se trata de un proceso histórico multilineal y desigual según las condiciones en que se desplegaba en cada  país.  En esa complejidad histórica  se cruzaron potencias con grados avanzados de industrialismo y configuración de la sociedad en dos grandes clases de capitalistas y trabajadores asalariados, como en Inglaterra, con países y colonias que combinaban sistemas de trabajo serviles (campesinos agregados, por ejemplo), esclavistas y semicapitalistas (los jornaleros iniciales), como en Puerto Rico antes de 1873.

En el escenario de la Revolución Puertorriqueña de 1868 confluyeron cuatro luchas principales: la de la pequeña burguesía hacendada y comercial (incluyendo sus segmentos profesionales) por asumir el poder nacional, la de los esclavos por la abolición de la esclavitud, y la de los jornaleros por eliminar el régimen de la Libreta coercitiva y restrictiva del trabajo. También los artesanos luchaban contra las trabas gremiales y la libertad plena de contratación. Y los campesinos que pudieran buscaban poseer siquiera su propio cantito de tierra del que vivir.  Todos tenían intereses y luchaban por objetivos económicos, políticos y culturales particulares. Hubo coincidencias y contradicciones sociales entre ellos.  Lo que pudiera significar la democracia y los derechos civiles y humanos (y sus conquistas entonces) tenía de fondo esa realidad histórica.

A todos los puertorriqueños los unía, sin embargo, la necesidad y deseo de liberarse de un enemigo común y opresor:  la España imperialista y anacrónica en sus prohibiciones económicas. En 1868 la liberación nacional solo era posible mediante la independencia y el establecimiento de la república de Puerto Rico: ejerciendo la nación su soberanía (sin definiciones ambiguas o melcochadas) ,  sin mediatización de ninguna especie ( de protectorados y cláusulas de intervención) –  con el poder político pleno. ¿Acaso es diferente en el presente con respecto a Estados Unidos?

Las clases trabajadores representadas en la muestra de artesanos, jornaleros y esclavos suman 55.5% del total. Si le agregamos los labradores pobres, andamos por 70.5% ¿Quién dijo (y continúa diciendo) que no hubo un componente popular en el Grito de Lares? Si las matemáticas no han cambiado de fórmulas, estamos hablando de la inmensa mayoría de la población. A excepción de cuatro o cinco casos conocidos (Mariana Bracety, Eduviges Beauchamp, la morena libre Francisca Brignoni, por ejemplo), los presos fueron varones casi en su totalidad.

Cada clase social identificada, obviamente, incluye a las mujeres ignoradas y no reconocidas con que completamos, realmente (y en números semejantes o hasta algo mayor que el de los hombres), la totalidad de la sociedad. Las mujeres en masa, aunque el  general Sanz no lo reconociera e indicara en su Informe, estaban bien presentes en el gran grito de libertad de 1868. De hecho, el gobernador Julián J. Pavía, al mando de la colonia hasta diciembre, señaló haber recibido centenares de cartas de esposas y otras mujeres clamando por la excarcelación de los presos.

El conjunto de 490 presos con ocupaciones conocidas comprende por otra parte 88 personas que representan el 18% del gran total. Estos son segmentos de clases, sectores intermedios o lo que algunos han llamado elementos de “clase media”. Los referimos en orden numérico de casos:

Cuadro 2: Sectores sociales intermedios, 1868

Ocupaciones                                 Número

 

Mayordomos                                               15

Dependientes                               13

Médicos                                      7

Militares                                      7

Amanuenses                               5

Comisarios                                  5

Maestros                                     3

Marinos                                       3

Amas de casa                             3

Jueces de Paz                            2

Notarios                                      2

Abogados                                   2

Oficiales militares retirados         2

Practicantes médicos                  2

Cobradores                                2

Sacerdotes                                          2

Ingeniero                                    1

Farmacéutico                              1

Estudiante de farmacia             1

Fotógrafo                                     1

Músico                                         1

Alcalde                                         1

Secretario                                    1

Alguacil                                        1

Oficicial naval                             1

Oficial retirado                            1

Cobrador de impuestos              1

Vendedor de tabacos                  1

Administrador de gallera          1

 

Fuente: Jiménez de Wahengeim,

  El grito de Lares(1985: 78).

 

Este es el cuadro concreto, objetivo,  que el gobernante español tenía ante sí cuando redactó su informe en el verano de 1869. Todo Puerto Rico gritó libertad en Lares.

 

Apunte historiográfico

El estudio de los presos del Grito de Lares cuenta con algunas investigaciones. Parte de la información básica es brindada por Olga Jiménez de Wagenheim en su citado libroEl grito de Lares(1985). En el mismo, a pesar de ofrecer los valiosos datos sobre la composición de los presos, al discutir las causas de la derrota Jiménez afirma, contradictoriamente (a mi ver) que “los pocos hacendados que simpatizaban con la libertación política, sentían temor  ante la idea de una revolución social…A los jornaleros y esclavos que trabajaban para estos líderes, el programa revolucionario no les ofrecía conquistas tangibles para mejorar su situación”.

¿Por qué será que 50% de los presos eran jornaleros y esclavos? ¿Para qué el general rebelde Manuel Rojas concitó a los jornaleros a romper o quemar sus libertas antes de tomar a Lares por asalto la noche del 23 de septiembre? ¿Por qué exhortaron a los esclavos a luchar por su libertad? Si después en los interrogatorios algunos dijeron que fueron obligados por sus hacendados, ¿qué iban a decirle a los esbirros militares? ¿Que estaban locos por tumbarle la cabeza a los españoles? ¿Que los sentaran en el garrote y les rompieran el cuello?

Tengamos claro que aquello no se trataba de una revolución socialista y para abolir la sociedad de clases; apenas ese horizonte se rasguñó tres años después y brevemente en la Comuna de París, de marzo a mayo de 1871. El Grito de Lares proclamaba  la independencia nacional y  anunciaba  una revolución democrático burguesa, con sus Diez Mandamientos de los Hombres Libres. La revolución tenía el propósito de cortar  las amarras coloniales y monopólicas de España para darle curso al capitalismo dirigido por la clase dominante puertorriqueña. Hasta ahí llegaba. Pero, ¿qué más se quiere o pretende del Puerto Rico de 1868? Vamos a analizar las realidades sociales, con sus virtudes y defectos, en sus contextos históricos concretos. Eso no le quita absolutamente nada a la heroicidad, sacrificio y patriotismo de sus protagonistas.

En La Revolución Puertorriqueña de 1868: el Grito de Lares (2003),  expongo mi análisis y punto de vista de que la revolución no fue derrotada por falta de apoyo popular. Todo lo contrario. Junto con la aspiración de la independencia nacional, y como parte de ella, tenía objetivos sociales de progreso entonces como lo eran la abolición de la esclavitud y del régimen de la libreta jornalera. Por otro lado, como le dijera Eugenio María de Hostos al presidente Francisco Serrano en su despacho en Madrid, en enero de 1869, abogando por la libertad de los presos, a Puerto Rico había que dotarlo de todas las libertades existentes, por la sencilla razón de que con el despotismo colonial carecía de todas. Serrano enfurecido dio por terminada la reunión, pero ordenó la Amnistía.

La identificación de 559 presos, con sus pueblos de nacimiento, vecindad,  lugares donde fueron encarcelados, fechas de liberación o de fallecimiento previo, figuran en el folleto Los Presos y Los Mártires del Grito de Lares, 1868-1869, publicado por el Ateneo Puertorriqueño (2005).

Y, en el ensayo Las cárceles y los presos en la Revolución de Lares(2015), la historiadora Raquel Rosario Rivera ha llevado a cabo un estudio minucioso de hasta 645 prisioneros. Ella brinda datos novedosos sobre los presos en las cárceles de Arecibo y Aguadilla, pero también en casas particulares y en hospitales, y de los detenidos transitoriamente y los culpados.

El tema no está agotado. Todavía está por hacer una prosopografía – una historia social – de los presos en sus clases específicas, con toda la información biográfica que se pueda rescatar. Y podemos y debemos continuar reflexionando más sobre el significado de la liberación nacional puertorriqueña en aquel pasado, que nos interconecte con el presente de la colonia que continua luchando por dejar de serla y con cuál contenido social, definitivamente.

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El autor es historiador. Comentarios a: fmoscoso48@gmail.com

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