Cómo recuperar la utopía

 

Especial para En Rojo

 

En Brasil, el comienzo de febrero marca la inauguración de los trabajos del nuevo Congreso nacional. En el hemisferio-sur, también escuelas y universidades inician en febrero el nuevo ciclo. En varias regiones de América Latina, tras dos años afectados por la pandemia, ahora las ciudades preparan desfiles y juegos del Carnaval.

Para Brasil, este año nuevo comenzó con la toma de posesión del nuevo gobierno y la esperanza que este suscita en gran parte del pueblo brasileño. Sin embargo, ocho días después, la invasión y depredación de los edificios públicos del gobierno en Brasilia mostraron la ferocidad y la no racionalidad de otra parte de la sociedad. Descontentos con el resultado electoral y guiados por sus mentores para actuar como lo hicieron, los manifestantes han revelado un Brasil dividido casi por la mitad.

Las autoridades gubernamentales reaccionan como pueden ante la violencia y destrucción causadas. Pero las investigaciones, detenciones y reparación de los bienes públicos destruidos no podrán devolver al pueblo brasileño la capacidad de diálogo y reconciliación. Tenemos que aprender de nuevo a lidiar con las diferencias que existen entre nosotros. Sólo así podremos avanzar juntos hacia la reconstrucción no sólo de edificios y obras de arte destruidos, sino de la unidad del pueblo y de los objetivos del bien común para los cuales un país es organizado.

En nombre del progreso, los mismos que están detrás de la invasión y la depredación en Brasilia son responsables de la destrucción ambiental de los biomas en América Latina y Caribe. Provocan el desguace de la educación y de la salud, además de calificar de Comunismo cualquier intento de justicia social y restitución de los derechos de los pobres.

En los últimos días, la visita del presidente Lula y de varios ministros de Estado a Roraima ha obligado a la prensa y a toda la sociedad mundial a tomar conciencia del genocidio al que, desde años, está sometido el pueblo Yanomami y otros pueblos originarios en las diversas regiones del continente. Se unen a los millones de empobrecidos, amenazados por el hambre y la inseguridad alimentaria.

En estos últimos días de enero, OXFAM ha publicado el informe sobre la situación de la pobreza en el mundo. «Según el Banco Mundial, estamos asistiendo al mayor aumento de la desigualdad y la pobreza en el mundo desde la Segunda Guerra Mundial. En 2020, el 1% más rico de la población poseerá ya el 63% de la riqueza mundial. Estas son las conclusiones de un nuevo informe de Oxfam, publicado con motivo del Foro Económico Mundial, que se celebró en enero de 2023 en Davos (Suiza)» (https://www.vaticannews.va/pt/mundo/news/2023-01/relatorio-oxfam-desigualdes-davos-pobreza-riqueza.html)

Los algonquinos del noreste de Estados Unidos llaman al capitalismo «Wetico», que significa «come carne humana». Así, acusan a la sociedad capitalista de alimentarse de la energía vital de todas las personas a las que puede explotar. De hecho, el Papa Francisco ha repetido varias veces: «¡este sistema mata!».

Alguien ya ha dicho que el mundo actual se ha vuelto demasiado peligroso para otra cosa que no sea la utopía. No se trata de una fantasía irresponsable que nos aleja de la realidad, sino de la esperanza de nuevo futuro posible que nos moviliza y nos une en la lucha pacífica por la Justicia, Paz y Cuidado de la Madre Tierra. Cuanto más difíciles se vuelven los tiempos, más necesaria es la obstinación de la esperanza.

Desde las más diferentes religiones y diversos caminos espirituales llega el llamamiento a unir la energía espiritual con el compromiso social y político para transformar este mundo y llenarlo de solidaridad compasiva y amorosa. Que ésta sea, cada día, la prioridad de nuestras vidas.

 

 

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