Corroboración de “La cuesta de San José”

Corroboración de “La cuesta de San José”

Por Julio Eduardo Torres/Especial para CLARIDAD

A mi regreso a Puerto Rico de un viaje de deportes, leo el lunes 8 de julio, la columna del compañero Reinaldo Pérez Ramírez “La Cuesta de San José”. De mis ojos brotaron lágrimas. El recuerdo de esa actuación del hermano Gregorio “Goyo” Lima, hoy inconsciente y postrado en cama, me llevó a recordar mucho de su vida.

Señala Rei que hoy Goyo está impedido de corroborar lo que nos cuenta. Yo también oí esa narración más de una vez. Pero, como la fuente es la misma, Goyo, no puedo servir de corroboración. Sin embargo, la narración si está corroborada. La ha corroborado el propio Goyo con sus actuaciones durante toda una vida.

Recibido de abogado a finales de la década del 60, comenzó a trabajar en Ponce en un bufete corporativo, con un buen sueldo inicial. En un año, otorgó mas escrituras que todas juntas las que hizo en el resto de su vida profesional. Si hubiera continuado allí, habría tenido una holgada vida financiera. Pero su discurso de graduación lo llamaba. Al año renunció y se agenció una posición en la Sociedad Para Asistencia Legal, con un salario mensual inferior a los $500. Se dedicó a defender a los pobres, primero en Caguas y después en Bayamón. En Caguas son legendarias las historias sobre sus batallas con una judicatura que demasiado a menudo discriminaba contra los pobres. En Bayamón, participó en casos de envergadura en defensa de los menos afortunados y los perseguidos.

Siempre ha sido un abogado valiente y atrevido. En esos primeros años se integró plenamente a la actividad del Colegio de Abogados que en ese momento era una entidad esencial en la vida de Puerto Rico. Fue miembro de su Junta de Gobierno. Allí fue autor o coautor de la resolución aprobada en Vieques, requiriendo la salida de la Corte Federal de Puerto Rico.

Al cabo de unos años renunció de SAL y estableció su bufete en Bayamón. Era a mediados de la década de los 70 donde la persecución al independentismo era rampante. Su renuncia fue en gran parte motivada por los impedimentos que imponía SAL a la defensa de “casos políticos”,. Aunque desde SAL había representado a algunos perseguidos políticos, al renunciar se integró plenamente a la defensa del independentismo perseguido. 

Defendió puertorriqueños perseguidos en todos los foros: en la Corte Federal, incluyendo casos de Servicio Militar Obligatorio, de Vieques y muchos otros. En los Tribunales de Puerto Rico lo hizo en casi todos los distritos: Humacao, Aguadilla, Ponce, Aibonito, Bayamón, San Juan y otros. Fue el primer abogado que en 1976 llegó al tribunal a representar a los 4 de Mata de Plátano en Luquillo. Entre sus representados estuvieron Filiberto, Narciso Rabell, Willy Abreu, Rita Zengotita, Elías Castro, Miguel Cabrera, Carlos Fortuño y muchos otros. No discriminaba por agrupación, credo político específico o ninguna otra consideración. Bastaba ser un perseguido. Nunca conocí que cobrara un solo centavo por sus servicios a esos puertorriqueños. Aún en los últimos tiempos, ya rayando los 80, hizo calladamente múltiples gestiones tratando de ayudar a los perseguidos de ahora. 

En buena parte de su vida participó en el deporte nacional en el que fue figura controversial. Participó en organizar el viaje a las Olimpiadas mundiales Moscú 1980, retando el boicot de Estados Unidos. Fue miembro del Comité Olímpico, Vicepresidente y Presidente de la Federación de Esgrima de Puerto Rico, un deporte de la elite. Desde esta Federación realizó múltiples gestiones para llevar el deporte al pueblo de modo que los hijos de los pobres, aquellos que no podían subir la cuesta de San José, tuvieran la oportunidad de conocer el deporte y participar en él.

Por sobre todo fue un patriota abogado. Quizás la anécdotas que mejor demuestra su vocación de abogado patriota, valiente y osado, ocurrió en la Corte Federal en 1988 en el caso de Filiberto Ojeda Ríos. Al ser arrestado nuevamente Filiberto por lo ocurrido en el arresto en Luquillo en 1985, Goyo fue designado por el Tribunal para representarlo. En la primera vista, los federales insistían en que Filiberto permaneciera detenido en Roosevelt Roads durante todo el proceso. Filiberto y Goyo se oponían. El fiscal consultó con “Washington” para ver si era posible cambiar la directriz. Informó que “Washington” dijo que no. Goyo sugirió que se eliminaran los intermediarios y “lets talk to the Master”, lo que podía tener una implicación ofensiva. Uno de los planteamientos era el acceso del abogado a Filiberto. El magistrado entonces dispuso que Filiberto permaneciera en Roosevelt Roads y se pusiera a disposición de Goyo un agente del FBI para que llevara a Goyo a Roosevelt Roads cuantas veces él quisiera. A esto Goyo ripostó que solo entraría a Roosevelt Roads con las armas en la mano a sacar el invasor de su patria. Ahí acabó la sesión. Al otro día temprano, la Jueza que presidía el caso botó a Goyo del caso. Filiberto no fue a Roosevelt Roads sino que fue trasladado a MCC de New York, hasta que le construyeron una celda en el último piso del edificio de la Corte Federal en el Viejo San Juan. Aunque expulsado, triunfante. 

Ciertamente, la vida de Goyo es elocuente corroboración de su discurso “La Cuesta de San José”.

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