Editorial:   Colombia, Palestina y el mundo al que pertenecemos

 

En el Puerto Rico híper colonizado en que vivimos, nos cuesta salirnos de la órbita estrecha de lo que nos rodea inmediatamente. Entre los asuntos políticos domésticos que consumen nuestro debate público diario, y las miradas profundas que hay que darle obligadamente a los asuntos que llegan desde Washington, DC, capital política de la metrópolis estadounidense donde se decide continuamente sobre el presente y el futuro de nuestro país, apenas si nos sobran el tiempo y las ganas para prestar atención a otros asuntos del “mundo ancho y ajeno” al que pertenecemos. Sin embargo, es imperativo hacerlo, no solo porque derivamos importantes lecciones de las experiencias de otros pueblos, sino también porque nos hace sentir acompañados el compartir con ellos nuestras luchas, y nuestra mutua humanidad y solidaridad. Los pueblos se hermanan a través de las luchas compartidas. Por eso, en CLARIDAD- un periódico creado desde y para la lucha por la independencia de Puerto Rico- la cobertura de asuntos atados a otros pueblos que luchan por reivindicaciones políticas, económicas, sociales, raciales, laborales o de género, en nuestra región y el mundo, siempre tiene acogida.

Durante las pasadas semanas, las luchas de dos pueblos hermanos han acaparado titulares y amplia cobertura mediática. El súbito y tumultuoso estallido social en Colombia ha sorprendido al mundo. Ha desvelado la realidad social oculta tras el mito largamente cultivado de la supuesta gran democracia colombiana. Una democracia que descansa en el poder de un aparato militar enorme y corrupto, hecho a imagen y semejanza del Pentágono y los cuerpos castrenses de Estados Unidos, que campea por sus respetos y abusa de la población al amparo de las fuerzas políticas más conservadoras y autoritarias. Precipitadas por una reforma tributaria que provocó la indignación de los más amplios sectores populares, las masivas protestas han roto el dique de la paciencia de un pueblo colombiano hastiado de la desigualdad, de la concentración de poder y capital en pocas manos, de la excesiva militarización, de la entrega del país a los mercaderes neoliberales, de la represión, de la oligarquía, de la pobreza, de la discriminación racial, económica y social. En fin, un pueblo hastiado de la decadencia y rapacidad de un régimen y un gobierno que han perdido su legitimidad.

Por otro lado, la situación en Palestina clama por la solidaridad del mundo entero. Durante 70 años los palestinos han sido parias dentro de su propia tierra, obligados al confinamiento en territorios designados por el gobierno de Israel- dueño y señor de una tierra multinacional de la que se apropió por la fuerza-  y sujetos al tratamiento humillante, arbitrario e inhumano de los gobiernos, las fuerzas armadas y la policía israelíes. Pero ahora es peor. Porque el estado de Israel sigue abriéndose paso impunemente en territorio palestino, utilizando sus tribunales y sus leyes para promover los asentamientos de nuevos colonos en dichos territorios, y expulsando forzosamente a las familias palestinas de sus hogares. Una nueva ronda de expulsiones arbitrarias y forzosas en el vecindario de Sheik Jarrah en Jerusalén, provocaron la indignación y las protestas que dieron inicio a los más recientes ataques aéreos de Israel sobre el territorio palestino de Gaza, donde ya se cuentan por cientos los muertos, entre ellos más de 60 niños y niñas, y miles de heridos. Los cohetes lanzados a Israel desde Gaza por el grupo palestino Hamas jamás pueden compararse en poder destructivo ni alcance, ni siquiera a la primera ronda del primer de los ataques aéreos israelíes que demuelen todo lo que encuentran a su paso, y no se detienen ante objetivos civiles.

El gobierno de Israel abusa de los palestinos porque puede. Porque tiene billones de dólares en subsidios y una fuerza militar descomunal que le proporciona el gobierno de Estados Unidos, su principal aliado y “santo patrón”. Cuenta también con el silencio cómplice de la mayoría de los gobiernos de occidente y el mundo, que le hacen el juego a Israel con la falsa pretensión de que se trata de un conflicto entre dos naciones iguales y con idéntico poder.  Por su parte, los principales medios de prensa occidentales llevan 70 años justificando los desmanes del coloso israelita. Pesa sobre todos ellos el chantaje de ser acusados de antisemitas, el adjetivo peyorativo que utiliza Israel para dañar la reputación de quienes se atrevan a cuestionar su libreto y acciones en Palestina.

Desde CLARIDAD y Puerto Rico, donde también se lucha contra el colonialismo y por los derechos y reivindicaciones de amplios sectores de nuestro pueblo, compartimos con Colombia y Palestina muchos de sus mismos reclamos. Levantamos nuestras voces en solidaridad con la valentía y esperanza que sus pueblos representan para el mundo al que todos y todas pertenecemos.

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