Editorial: El 2023 será un espacio de tiempo crucial

 

En el año que apenas comienza veremos cómo se repiten muchos de los eventos de 2022 que, a modo de resumen, se reseñan en esta misma edición de CLARIDAD. Será así porque en las colonias, como en aquel cuarto donde la familia Buendía guardaba los pergaminos de Melquíades, el tiempo da vueltas en redondo y siempre es lunes. Es el administrador imperial el que controla el movimiento del tiempo y solo camina hacia adelante cuando aquel ordena. A pesar de esa realidad, el 2023 pudiera convertirse en el instante en que los puertorriqueños decidieron, al fin, echar a caminar hacia adelante la rueda del tiempo por ellos mismos.

Esa rueda puede echarse a caminar si somos capaces de atender de forma seria una palabrita que en 2023 cumplirá 125 años: el estatus o, dicho en términos correctos, nuestro problema colonial. En 2022 se mencionó mucho la susodicha palabra y hasta llegó a aprobarse un proyecto de ley en la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense para supuestamente encaminar su “solución”. El proyecto se aprobó en uno de los cuerpos del legislativo estadounidense gracias al esfuerzo honesto de congresistas puertorriqueños, hijos de nuestra diáspora, quienes lo impulsaron aun sabiendo que no tendría futuro porque el Senado ni siquiera lo iba a considerar. A pesar de esa condición de natimuerto, algunos en Puerto Rico lo celebraron como si fuera verdadero, lo que nos hizo recordar a Ramón Emeterio Betances: “Allí están borrachos con las reformas que no les han dado. Se han embriagado con el olfato.”

El proyecto de ley que, sin haber nacido, murió en diciembre de 2022 es uno de muchos. En los 125 años de colonialismo gringo se han presentado decenas de medidas que siempre tienen una muerte temprana. Este llegó un poquito más lejos que los anteriores, pero con su fracaso confirma una vez más que los ruegos ante el Congreso no son el medio correcto pata encaminar un proceso descolonizador serio.

El colonialismo se mantiene porque el colonizador lo quiere, pero también porque no hemos sido capaces de articular un reclamo que pueda imponer cambios. Ese reclamo requiere de un apoyo amplio del pueblo y de un consenso mínimo entre las fuerzas políticas sobre el mecanismo que nos permita caminar a la solución final. Para llegar a esa simple ecuación -apoyo popular más consenso procesal- será necesario superar de una vez a los dos partidos políticos que, proclamándose defensores de dos “fórmulas de estatus”, en realidad no han hecho otra cosa intentar retrasar la verdadera solución, el PNP y el PPD, que se han repartido el poder político colonial durante 83 años.

El primero de ese binomio retardatario, el PNP, siempre ha dicho que su principal objetivo es terminar con el colonialismo, pero se trata de una afirmación falsa y no solo porque la fórmula que propone, la anexión, necesitaría de la destrucción de la nacionalidad para que pueda ser aceptada por el colonizador. Además de esa realidad, o tal vez por ella, siempre han boicoteado la búsqueda de un consenso procesal que pueda agrupar a la mayoría del pueblo, como sería una asamblea constitucional de estatus. La boicotean porque, en última instancia, lo que más quiere ese partido es seguir administrando la colonia para continuar con el saqueo de fondos públicos. A pesar de los arrestos ocasionales que vimos en 2022, la mayor parte de ese saqueo permanece impune y por eso el partido sigue amparándolo desde sus instancias de poder.

El inmovilismo de la otra cara del binomio, el PPD, es aún más rancio. A pesar de que hasta el propio colonizador les ha dicho de diversas maneras que su “fórmula” de estatus, el “ela” que tenemos, no es otra cosa que colonialismo clásico, siguen apostando a él. Por tanto, la probabilidad de que puedan unirse a las fuerzas descolonizadoras es totalmente nula. Además, las veces que han anunciado su apoyo a un verdadero mecanismo descolonizador, como la asamblea de estatus, lo han hecho por puro oportunismo. Antes de las elecciones de 2012 hicieron ese anuncio y, tan pronto alcanzaron el control tanto del Legislativo como del Ejecutivo, renegaron de su promesa.

El análisis anterior nos dice que el camino hacia un verdadero proceso descolonizador comienza con terminar con el bipartidismo tóxico y corrupto que se ha alternado en el poder colonial desde 1968. A ninguno de esos dos partidos de verdad le interesa inmiscuirse en ese proceso, más bien lo contrario. En todo momento tratarán de boicotearlo.

El 2023 que comienza no es año de elecciones, pero representa un espacio de tiempo crucial para construir un instrumento político capaz de superar el bipartidismo que vive de y para la colonia. Con honestidad y buena fue puede ser posible crear una fuerza que sea capaz de asumir el gobierno. Desde allí podrá demostrarse a los puertorriqueños que podemos acabar con la corrupción por nosotros mismos, logrando de paso que todos los recursos del País puedan estar disponibles para un verdadero desarrollo económico y social. El movimiento que puede manifestarse en las elecciones de 2024 tiene que construirse en 2023.

Solo con un movimiento amplio impulsando cambios, el tiempo puertorriqueño dejará de dar vueltas en redondo y encaminarnos a dejar atrás nuestros 125 años de soledad.

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