El huracán y la subjetividad de Rafael, un hijo de Guayama

 

Rafael Rodríguez Cruz: El huracán y la subjetividad antillana

El mar de las Antillas acoge a “el huracán”. Es la naturaleza manifestándose; es la naturaleza en su esencia, aunque ello nos suene redundante. Ese mar de las Antillas nos dota de identidad(es). Ello también es naturaleza; la nuestra. Nuestra naturaleza “humanística”. Ese mar nos hace puertorriqueños y puertorriqueñas; hijos e hijas del Caribe, y antillanos y antillanas propiamente. Y, a su vez, nos hace seres universales. Esta “dimensión” es inherente a la cultura; a los derechos. Es, precisamente, la dimensión que pude captar a través de la escritura de Rafael Rodríguez Cruz; un hijo de Guayama. Sus padres, Rafael Rodríguez Pacheco y Carmen Cruz Collazo, lo traen a su “patria chica” cuando contaba con cinco años. Sus abuelos maternos Juan Cruz Collazo y Eugenia Colón Cruz, guayameses ambos, transmutaron de la corporeidad –de mediados del siglo XX–   a ser inspiración –musas–,  memorias  –Mnemósine  [Mnemosyne],  madre de las musas–  para el escritor del libro que hoy presentamos.

 El huracán y la subjetividad antillana  es una obra acerca de un pueblo caribeño. Una obra que conjuga lo regional –ampliado a nacional y transnacional– con lo universal. Es un libro que versa sobre la cultura en sus diversas manifestaciones: memoria, identidad, literatura, música, geografía, ciencia, mitología, entre otros. Su autor, Rafael Rodríguez Cruz, dialoga con otros autores. William Shakespeare y José María Heredia se encuentran y conversan en torno a “alguna tempestad” en este espacio cultural que es el libro de un hijo de Guayama. Luis Palés Matos –el hijo de José Antonio Vicente Palés y Anés y Consuelo Matos Vicil–, y el también hijo de Guayama, Rafael Aponte Ledée, cruzan miradas en un barrio negro y pobre de Guayama. En un barrio como el de la infancia de Rodríguez Cruz. <<Todo cabe en lo posible>>, nos recuerda el autor, pensando en su abuelo. El huracán y doña Genara, “la pitonisa del barrio”, tiran las cartas. Sí, el huracán. Un personaje milenario que nuestros ancestros y ancestras decidieron mirar, no obstante, nosotros desde el presente nos resistimos a reconocerle su lugar. ¿Y cuál es su lugar? ¿Qué se observa en esas cartas? ¿Acaso la subjetividad en acción?

El huracán es hartamente conocido en nuestro mar de las Antillas. La historiografía puertorriqueña así lo documenta. Una mirada a la  Historia geográfica, civil y natural de la isla de San Juan Bautista de Puerto Rico  de Agustín Íñigo Abbad y Lasierra –obra publicada en el 1788– y una mirada, a su vez, a las “Notas” de José Julián de Acosta y Calbo  –publicadas en el 1866– nos dan luz al respecto. Y es, precisamente, en torno a “el huracán” que Rafael, en esta ocasión, ilumina nuestra cultura puertorriqueña y caribeña, además de nuestro entendimiento. El huracán como parte constitutiva de nuestro entorno geográfico, es decir, de nuestra cultura. El huracán como inspiración para así mostrarnos la vitalidad de su ingenio; su creatividad literaria. Su mirada a “el huracán” (y de manera arbitraria, por mi parte, le he dejado el artículo “el” a “huracán”), en primera instancia, es la de un niño de siete años, y es justamente por ello que este libro adquiere unas dimensiones de “universalidad”; o al menos inicia ese diálogo. Esta mirada podría ser la de muchos niños y niñas, incluso la de adultos, que pertenecen a este ecosistema cultural caribeño, o a otros entornos con escenarios análogos. Esa mirada se amplía con la literatura. La poesía de José María Heredia y Heredia (Santiago de Cuba, 1803 – México, 1839) y la de Luis Palés Matos (Guayama, 1898 – San Juan, 1959) le dan continuidad a esa universalidad presente en la escritura de Rafael Rodríguez Cruz, hasta alcanzar “lo sublime”. Y, a su vez, ambos poetas sirven de inspiración para la escritura de Rodríguez Cruz.  <<¿Y qué es la poesía sino el esfuerzo por plasmar lo universal en imágenes líricas>> (102), en palabras del propio autor. La “espiritualidad antillana” está presente en estos tres escritores. No hay “distancias” en el tiempo. Para el poeta William Carlos Williams (Rutherford, Nueva Jersey, 1883 – 1963), <<Es difícil / obtener noticias de un poema / aun cuando hoy muchos mueren miserablemente / por carecer / de lo que ahí se encuentra>> [en Antonio Monegal Brancós,  Como el aire que respiramos: El sentido de la cultura  (Barcelona: Acantilado, 2022), 155]. Rodríguez Cruz no lo menciona en su libro, sin embargo, me pareció necesario compartir estos versos con ustedes.

El libro se divide en siete partes  –sin contar la Bibliografía–  que dan cuenta de la escritura “viva”, fluida, y, a su vez, filosófica del autor. En “Satanás y la tormentera” se remonta al año de 1960. Época clave para el autor en lo que a su ingenio se refiere. Un niño de apenas siete años hilvanando en su imaginario memorias que le acompañarían toda su vida. Rafael rememora el Guayama de esa época y comparte nombres de personajes del pueblo: Macario, doña Genara –la pitonisa–, Tutti Frutti, Eddie “El Loco”. ¿Quiénes de Guayama recuerdan a alguno de estos personajes? De igual manera, nos presenta a personajes de su familia y es inevitable no sentirse parte de ella. Rafael nos invita, a través de su narrativa, a pasar dos noches en una tormentera, de un barrio de Guayama, con Papá Juan y Mamá Geña. Es a través de la voz de su abuela que el autor nos impresiona con su habilidad descriptiva y nos transporta a otra época, treinta y dos años antes, cuando el huracán San Felipe  –“El Grande”–  visitaría la región, en el 1928. Asimismo, la manera en que está estructurado el libro es una puesta en escena de la creatividad y capacidad analítica del autor. “Satanás y la tormentera”, “Un gigantesco motor de calor”, “El ojo, la doble pared y el foso”, “La tempestad en la obra de José Heredia”, “Huracán y negritud en la poesía de Palés Matos”, “Nuestro mar”, y “El huracán en el siglo XXI”, son todos títulos que suscitan emoción.

 El huracán  de Rafael Rodríguez Cruz también es un tema político. El asunto colonial es omnipresente en la sociedad puertorriqueña. Y los huracanes tampoco se escapan de la dominación y el poder aplastante del imperio. Ello nos lo recuerda el autor. También destaca <<el importante vínculo de los huracanes con la cultura general>> (83). ¿Acaso cultura y política están relacionadas? El barcelonés Antonio Monegal propone que: <<… podemos entender la cultura como actividad intrínsecamente política. Es el sistema mediante el que se construyen, expresan, organizan y negocian diferencias, identidades, relatos, conflictos y formas de convivencia. Reconcilia los desajustes entre el ser humano y el mundo, modula el horizonte de lo posible y nos invita a enunciar anhelos utópicos. Nos sirve para entender y, en consecuencia, para cambiar. Es el terreno donde nos lo jugamos todo>> (2022, 154).

Con todo ello, Rafael Rodríguez Cruz nos propone una reflexión necesaria a través de las páginas de  El huracán y la subjetividad antillana.  Una reflexión existencial. Pasado, presente y futuro se fusionan. En palabras de uno de mis maestros, el escritor Félix Córdova Iturregui: <<El pasado no es algo que simplemente desaparece. Opera en el presente y el presente, a su vez, opera en él. Queda abierto en la misma apertura del presente, siendo el estar abierto del presente el sentido más profundo de lo por venir>> (2020). La historicidad, la consciencia del  ser  –es decir, la existencia humana–  en la temporalidad está presente a través de la escritura de Rafael. La objetividad del huracán, esto es, su “objetividad termodinámica”, más bien la “objetividad” de la naturaleza y la subjetividad humana están en constante tensión. Una interacción que precisamente nos recuerda nuestra espiritualidad. Una espiritualidad que se confunde con la “subjetividad antillana” de la que nos habla Rafael. Una espiritualidad que caracteriza a la escritura de Rafael Rodríguez Cruz. La espiritualidad de la que todos y todas somos parte. Gracias, Rafael, por recordarnos nuestra esencia.

 La autora es doctoranda en Historia, UPR, Río Piedras. El libro esta a la venta en la CLARITIENDA.

*Leído en la presentación del libro El huracán y la subjetividad antillana  (Puerto Rico: Ediciones Gran Sempié, 2022), de Rafael Rodríguez Cruz, el sábado, 30 de julio de 2022, en Guayama. Actividad coordinada por el Museo de Historia y Arte de Guayama, como parte de su Programa Educativo y Agenda Cultural.

 

 

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