Ver a Bad Bunny en Puerto Rico: Una experiencia cabrona

Especial para En Rojo

 A Elena, porque estas alante

 Son muchas las reacciones que ha habido a la serie de conciertos de Bad Bunny y a la transmisión simultánea de su concierto del jueves en Telemundo y en 13 lugares alrededor de la Isla. Muchas han sido positivas, muchas negativas, incluyendo éstas una diversidad que es raro encontrar. Acá mis reflexiones sobre lo que sucedió el jueves, lo que experimenté en el concierto el sábado en vivo y en general sobre Bad Bunny, de quien soy admiradora y seguidora hace unos años.

Yo he ido a tres conciertos de Bad Bunny, dos en Nueva York y uno en Puerto Rico. Las reacciones a éstos son descriptivas de cómo el fenómeno va evolucionando y cambiando, así como sus percepciones. En el 2019 fui sola a verlo en Nueva York en el Madison Square Garden en lo que fue su primera gira grande, X100 pre. Esa vez conseguí boletos sin tener que estar pegada a la computadora y aunque estuvo lleno todas las noches, todavía tenía que explicarle a algunas personas donde iba y a quién iba a ver. Yo descubrí su música gracias a mi esposo que es músico y me la puso. Recuerdo exactamente dónde estaba y cuándo fue y me dijo “chéqueate a este chamaco, es bien bueno y sobre todo bien original y diferente”. Me imagino que “el que sabe, sabe” pues al día de hoy no solo se distingue por su calidad, sino por su originalidad y que todo lo que hace es diferente. Desde entonces sigo su música y me  gusta lo que hace, pero sobre todo me gusta él como artista y persona. Explicar esto no se me hace difícil porque lo he tenido que hacer un montón de veces. Cada vez que alguna amistad “intelectual’’ se entera que me gusta él o “esa música” empieza la Inquisición. Y es que evidentemente en el imaginario de muchos y muchas, ambas cosas no son compatibles. Algo que para mí es bien normal pues durante mis años de estudiar Ciencias Políticas en la IUPI, siempre seguí yendo a “perrear”, a la vez que iba a escuchar y bailar salsa, mi música favorita, y sin dejar de escuchar nueva trova y otros géneros. La explicación, si es que es necesaria una, es bien sencilla, no creo que haya que escuchar música que nos defina ni con la que coincidamos en todo, hay música pa’ bailar y gozar y esto es importante. Pero más allá de esto, es que hay muchas cosas de las letras con las que coincido y me encantan. Aquí uno de los aspectos en los cuales curiosamente coinciden los detractores de Bad Bunny que vienen de una postura elitista/intelectual que no pueden concebir que alguien así mueva masas y les ofende su éxito. Y junto a ellos, los conservadores religiosos se cuestionan algo similar con otro lenguaje. De una manera parecida, conocidos que son cristianos bastante fundamentalistas me acribillan a preguntas, que cómo alguien con valores puede escuchar esta música, que cómo dejo que mi hija tenga acceso a ella, que las malas palabras, que la vulgaridad, que el sexo. En el lado de los intelectuales, la crítica usualmente se cubre con una postura feminista o con el cero valor musical. A la larga, yo veo dos críticas sumamente similares y un desdén al goce y a lo lúdico.

Hace varios meses fui con mi esposo al concierto que hiciera en el Barclays en Brooklyn. Allí lo que había era un junte bolivariano, era un público latinoamericano nuyorquino muy diverso, en cuanto a clase social y procedencia, siendo la mayoría residente de Queens y de origen suramericano, Perú, Ecuador, entre otros. La mayoría absoluta eran mujeres y muchos de los hombres que había estaban vestidos de mujer o eran gay; digamos que demográficamente no es la norma para un concierto de rap. Ya para este concierto nadie en Nueva York o en Puerto Rico me preguntaba quién era Bad Bunny, aunque sí todavía los cuestionamientos de “cómo es que te gusta alguien así’. Yo le he dado mucho pensamiento a esto, qué tengo yo a los ojos de estas personas que no me hace para ellos una fanática de este artista. O qué tiene él que tanto les disgusta. Yo empiezo por pensar que muchos de ellos nunca han escuchado su música. Es obvio que por décadas el rap y el reggaetón han sido vistos con desprecio por muchos en Puerto Rico. Sin duda lo de Bad Bunny va a más porque él ha llegado más lejos, alcanzando lo que ningún artista puertorriqueño había alcanzado antes.  También él ha roto todos los esquemas de la industria musical y el éxito ha sido rotundo hasta ahora en todas sus apuestas.

Con tres conciertos vendidos a capacidad decidió proyectar el primero en vivo en trece lugares públicos y gratis a través de la Isla. Luego vino la movida de Telemundo, sin precedente, ya que no solo iba a ser en vivo, sino que por el lenguaje de sus canciones quedaba por ver cómo iba a censurarse. Se estima que entre las tres actividades cerca de un millón y medio de personas experimentaron el concierto el jueves entre las 10:30 PM y las 2 AM que terminó. Probablemente la última experiencia colectiva en la que el país experimentó todo lo mismo a la vez fue esos días posteriores al Huracán María o cuando el terremoto de enero del 2020. Sin duda muchos de los que lo vieron en televisión fue para matar la curiosidad de ver finalmente a ese muchacho del que todos hablan pero que no suena en la radio ni se presenta en televisión. Ese fue el debut para una población que aún se entera de las cosas y personas por medios tradicionales; para ellos y ellas esa fue la primera noche que vieron a Bad Bunny y probablemente quedaron impactados al ver en el mismo Telemundo de la Casa de Juanma y Wiwi y El Show de Raymond, escuchar “cabrón 15 veces en un minuto en la intro del concierto, o escuchar “chocha”, que aunque tenía el beep, se escuchaba al público gritando a viva voz. Creo que fue genial darlo en lugares públicos ya que mucha gente se quedó fuera y experimentar el concierto con otra gente, bailar y gritar es una experiencia única, la experiencia colectiva tiene mucho peso. Pasarlo por Telemundo fue otra cosa, creo que habrá muchos análisis al respecto pero creo que ofreció la posibilidad al país de ver este fenómeno. Quien no lo quería ver pues espero que no lo haya visto, pero quien quiso puedo verlo. Lo que se me hace un poco difícil entender es el odio visceral y/o total desprecio de quienes no lo vieron con los que lo vimos y nos amanecimos. Levantarme al otro día a leer tantas cosas al respecto me dejó atónita. Yo lo vi entero y me lo disfruté a pesar de la censura aleatoria de Telemundo. Mi madre y mi hija lo vieron conmigo hasta que aguantaron. Con mi hija de 10 años es que más aprendo lecciones. Ella no le impacta escuchar “cabrón’’ pues no es la primera vez que escucha la palabra, y hemos tenido la discusión en casa sobre las “malas palabras” muchas veces. Ella los comentarios de índole sexual no los entiende aún y cuando los entienda, pues tendremos esa conversación. Sí sabe, en parte gracias a Bad Bunny, lo importante que es el consentimiento, y por eso le encanta “Yo perreo sola”. Con “Andrea” tuvimos una buena discusión sobre la violencia de género en Puerto Rico. Viendo el concierto me comentó lo chévere que subiera un muchacho a bailar y que lindo que Bad Bunny bailara con él. También comentó que le gustaba la diversidad del cuerpo de bailarines, que había personas con físicos diferentes, no exclusivamente flacos, e incluso un chico vestido de mujer. Cuando Bad Bunny presentó a Villano Antillano, mi hija quedó fascinada, nunca había visto una trapera trans y estaba muy contenta. Para mí todas estas cosas son más valiosas que el hecho de que escuchara “cabrón” muchas veces en Telemundo. Claro, cada cual cría a sus hijos con valores y prioridades diferentes, en casa prohibido están las series hiperviolentas que son permitidas en tantos otros hogares pero no el reggaetón.

Aunque me disfruté muchísimo el concierto en la tele y viendo los videos que la gente ponía en redes sociales, seguía con mi obsesión de ir. Quería ver a Benito aquí en Puerto Rico en vivo. Gracias a Twitter conseguí un boleto a super última hora el sábado en la noche. Lo que viví en el Choliseo esa noche nunca lo voy a olvidar. No es exageración cuando describieron el concierto como un mega party. El estar bailando sin parar por más de tres horas fue genial y me lo gocé un montón.

Yo era el cliché de la doña. En muchas ocasiones calculé que le doblaba en edad a la mayoría de las personas a mi alrededor. En la fila infinita para comprar el merchandising era la que buscaba el peluche de corazón emblemático de Un Verano sin Ti para su hija, una camisa para su esposo y sin espejuelos no podía ver los precios. Creo que los pasos noventosos que tiré que eran la norma en Laser o Reggae Roots debían parecer de antaño para los movimientos que tiraban mis vecinos de los cuatro puntos cardinales, que a su vez eran un retrato de la diversidad del público que colmó el Coliseo de Puerto Rico. Los del frente eran un grupo de panas treintones que fueron a joder, fumaron de distintas maneras pasto y lo que hacían era vacilar. Al lado tenía un grupo de chamacas todas mujeres que fueron a cantar y bailar sin sentarse un segundo. Al otro lado tenía una pareja que fueron a bailar entre ellos y así estuvieron toda la noche sin separarse un segundo. Por cómo se sabían todas las canciones de todos los artistas invitados que fueron asumo que son mega fan de todos los reguetoneros del país. Detrás tenía una pareja de lesbianas que tampoco se despegaban y estuvieron bailando toda la noche. Más adelante había otra pareja no tan joven, bastante recatados y por su vestimenta parecían de una clase social más alta. Este aspecto fue uno que me sorprendió bastante pues aunque hace años que no vivo en Puerto Rico vengo mucho y salgo y voy a muchas actividades, musicales, políticas, deportivas y usualmente tienden a ser bastante homogéneas. De hecho, uno de los motivos por los cuales me encanta El Escambrón es porque me parece una playa muy democrática por su diversidad. Pues este concierto era así, había de todo: “raperitos”, blanquitos con look de Guaynabo, chicas vestidas como si fueran a un baile, muchas vestidas con traje de baño, trans, muchos gays y muchos jóvenes con tenis blancos, que parecía el uniforme (nota estilística, a lo Fufi Santori, en esto la pegué y por suerte me fui con tenis blancos). Suena a cliché pero las diferencias se esfumaron una vez prendió la pantalla gigante con la intro que creo rompió récord Guinness por la cantidad de “cabrones” dichos por minuto. El ruido del público fue ensordecedor y cuando salió Benito Antonio Martínez Ocasio rapeando, literalmente el Coliseo vibró. Eran las 10:30 en punto y empezamos todas y todos a brincar y gritar y así estuvimos hasta la 1:53 AM. Que rico es gozar, joder, gritar, bailar sin importarte nada, que libre te sientes, que sabroso es estar feliz porque estas feliz porque sí, porque te gusta la música, porque la cantas con el del lado o el del frente, porque tiras un paso con la vecina y te sientes en una nube y solo tomaste agua. A veces no entiendo por qué es tan difícil entender algo tan simple.

Además de lo lúdico, el concierto tuvo otras cosas geniales. Como invitada especial, por tercera noche consecutiva trajo una exponente del trap femenino de una escena nueva boricua, esta vez fue RaiNao. También subió nuevamente para bailar con él a un chico del público. Todas estas cosas lo que hacen es abrir espacios. Yo que colaboro con la prensa deportiva, hablamos todo el tiempo de lo importante que es la representación y los espacios que se abren con solo tener más voces femeninas. Cuando vino la cantante de Buscabulla a interpretar “Andrea” al final dijo “gracias Benito por ser un aliado de la mujer puertorriqueña”. Y aunque sé que el concierto no era un mitin feminista reconozco  que Bad Bunny ha abierto muchos espacios sobre el género con su vestimenta, sus videos, sus letras y sus posturas. Luego, antes de cantar “El Apagón”, habló por siete minutos sobre la diáspora forzada, la crisis energética, la clase gobernante, el bipartidismo, la contaminación en las playas y el potencial de esta generación. Yo no soy ilusa y no salí con la falsa expectativa de que los 18,000 personas de allí saldrían a votar por un partido político diferente o incluso a activarse políticamente, pero de nuevo, es refrescante escuchar algo diferente con interlocutores y un lenguaje atípico en nuestra Isla. A quienes lo critican a veces me gustaría preguntarle qué es lo que les molesta tanto. De la derecha fundamentalista entiendo que es el contenido sexual explícito en un país donde muchos de los problemas se podrían evitar hablando de sexo más temprano en las escuelas y en los hogares puertorriqueños, pero hablando de sexo seguro y consentido. A quienes lo critican desde otras esferas más “progresistas” por ser “basura musical o cultural” o por ser “anti mujer” pues no se bien qué pretenden. Creo que quisieran que “Andrea” dijera “que le den respeto y nunca se lo quiten” pero que quite “chinga cabrón se comenta”. No se muy bien cuál es la aversión a hablar de sexo y de goce. La discusión sobre cultura popular es más compleja y realmente es cíclica, pasó con el rock, la salsa, el bolero, no hay nada nuevo acá. Yo no pretendo convencer a nadie que no le gusta, pero lo que no quiero es que me jodan o juzguen porque me gusta.

El verano del 2022 en casa ha tenido un soundtrack en Nueva York, Barcelona y Puerto Rico, Un Verano sin Ti ha acompañado a mi familia en estos meses trayéndonos alegría y eso lo aprecio. Haber podido estar en vivo en este concierto es una experiencia que nunca olvidaré. Como dije, me lo había disfrutado mucho en Nueva York en las dos veces anteriores pero verlo en Puerto Rico fue otra cosa. Ahora tengo boletos para verlo en Yankee Stadium en agosto, ya les contaré cómo cierro el verano como lo empecé.

 

Artículo anteriorOtra ejecución policial
Artículo siguienteEl huracán y la subjetividad de Rafael, un hijo de Guayama