En Reserva: “Ruido en el paraíso: sobre Eduardo Bhatia y nuestros infiernos”

 

Especial para En Rojo

El 20 de enero de 2023, el expresidente del senado Eduardo Bhatia publicó una columna en El Nuevo Día titulada “Acabemos con el ruido infernal en las playas”. En la columna, el ahora profesor visitante de Princeton hace un llamado para que apoyemos la aprobación del PC576, de la autoría de los Representantes Orlando Aponte Rosario (PPD), Edgardo Feliciano Sánchez (PPD) y Joel Franqui Atiles (PNP). El proyecto de ley pretende implementar un programa piloto en playas de Lajas para eventualmente atajar y eliminar la contaminación por ruido. A su vez, la Secretaria del DRNA, Anaís Rodríguez, reveló a la prensa que esa misma semana inició una evaluación legal con el fin de diseñar una orden administrativa que le permita a agentes de Recursos Naturales intervenir con ciudadanos que incurran en esta conducta.

Quedan claros varios aspectos. En primer lugar y para la sorpresa de absolutamente nadie, la maquinaria bipartidista emerge con inusitada coordinación legislativa, burocrática y mediática para atender el reclamo de una clase particular. La medida intenta establecer un programa piloto en Playita Rosada y los Cayos de la Parguera. Lejos de ser una casualidad, la delimitación del programa piloto a las aguas de este reducidísimo bolsillo de riqueza devela la instrumentación de los aparatos de vigilancia y castigo del Estado para el beneficio de la burguesía. Para acceder con altoparlantes propios a este espacio, hay que tener embarcación privada o pagar un pasadía que cuesta cientos de dólares. Más allá del indudable beneficio ambiental que traería este programa piloto, ¿qué posibilidad tendría de servir de ejemplo para lxs puertorriqueñxs sobre lo que significa un espacio natural libre de contaminación por ruido? ¿Por qué implementar el programa primero en un espacio donde pocas personas podrían apreciar sus efectos?

Por otra parte, resulta irónico que Bhatia narre un agravio que sufrió en el balneario de Isla Verde a causa de la contaminación por ruido. Como ha reportado la prensa, la medida no prohibiría el ruido excesivo en la arena o áreas aledañas, ni atajaría el uso de automóviles equipados para el voceteo. El proyecto no cuenta con el aval de las masas porque no emerge de un reclamo concertado de múltiples comunidades del archipiélago. Es incapaz de apalabrar y atender las verdaderas crisis ambientales que percibe el pueblo. Detesto el ruido. A menudo visito los Cayos y doy fe que ni siquiera entre lxs más longevos residentes de La Parguera existe consenso para limitar la contaminación sonora. Si bien muchxs nos sufrimos la contaminación sonora, también somos capaces de identificarla como síntoma del desastre concertado del que participan y se benefician las clases dirigentes de nuestro país.

En Puerto Rico no se ha iniciado una conversación consecuente sobre qué lugar ocupan nuestros ecosistemas en un sistema económico fundamentado en el asentamiento colonial, el acaparamiento de espacios, la extracción de riquezas y la repartición de privilegios intermediarios. Mientras no desmantelemos y rediseñemos el estado de las cosas en torno a nuestro patrimonio natural, cualquier esfuerzo legal que intente regular nuestro uso del espacio palidecerá ante los crímenes ambientales que, curiosamente, no figuran entre los problemas de la cultura infernal que describe Bhatia.

En el infierno de Bhatia no se percolan las cenizas tóxicas de la carbonera AES, no se nota la destrucción de mangles en la Bahía Jobos en Salinas ni se escuchan los disparos que defienden la construcción ilegal sobre la Cueva Las Golondrinas en Aguadilla. ¿Por qué habrían de figurar elementos de nuestro infierno? Después de todo, el infierno que se han construido Bhatia y sus correligionarios está cimentado sobre los principios neoliberales de la privatización y el desprestigio de lo común: lo único que perciben son los retumbes de nuestro pandemonio, un anillo más abajo en el abismo.

El 17 de enero el PC576 fue derrotado, al menos momentáneamente, tras quedarse corto por varios votos. Para esos días, mientras Bhatia configuraba su épica del paraíso perdido, nos despertábamos en la madrugada con el ruido de los generadores eléctricos de las mansiones aledañas. Como casi todos los días, se había ido la luz y los residentes de nuestro condominio ya no podrían descansar: era la hora de deleitarnos con la peste a diésel y el ruido descomunal del círculo superior. Detesto el ruido, pero reconfortémonos pensando que una semana después, lxs residentes de las mansiones pudieron superar los sucesivos apagones y leer ininterrumpidamente la próxima entrega de la epopeya, en la cual el exsenador presume de su rol heroico en la nueva era energética de Puerto Rico.

 

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