Escocia ante un referéndum ¡otra vez!

 

CLARIDAD

El “problema escocés”, el mismito que David Cameron y los tories creyeron haber resuelto en 2014, está de vuelta en la agenda del Reino Unido y con más fuerza que hace 8 años. Todo indica, además, que las repercusiones de este asunto en el resto de Europa, después del “Brexit” británico, serán muy diferentes. También será muy distinto el impacto que los nuevos eventos en Escocia tendrán en otros procesos similares, particularmente el que se da entre España y Cataluña.

En 2014 Escocia votó en un referéndum autorizado por el parlamento del Reino Unido, promovido por el entonces primer ministro David Cameron, quien esperaba ganarlo y, de esa manera, congelar el tema escocés por, al menos, una generación. La jugada el salió bien al líder conservador porque el apoyo a la independencia se quedó en 44.7%. Dos años después se jugó la misma carta convocando otro referéndum para decidir sobre la permanencia británica en la Unión Europea, esperando un resultado similar, pero, como sabemos, fue muy distinto. Esa segunda votación, y los serios efectos que el Brexit ha representado para los escoceses, ha echado por la borda la calma que los tories creyeron haber conseguido en 2014. Ahora el reclamo de independencia es mayor y un nuevo referéndum está sobre el tapete.

Uno de los temas que copó el debate previo al referéndum de 2014 fue, precisamente, la permanencia en la Unión Europea. En la campaña a favor del No, el gobierno británico insistió en todo momento que, si Escocia se separaba del Reino Unido, automáticamente quedaría fuera de la UE, sin ninguna posibilidad de entrar luego como un gobierno independiente. El liderato de la Unión apoyó la posición británica, advirtiéndole a los escoceses que si separaban quedarían marginados de Europa. Todas las encuestas señalaron que ese tema tuvo un peso enorme a la hora de decidir cómo votar en el referéndum.

Dos años después, quienes habían metido miedo con la salida de la UE optaron por salirse de ella llevándose a Escocia en la ida. En el referéndum del Brexit el 62% de los escoceses votó por la permanencia, pero el voto de los ingleses por la salida (53.4%) inclinó la balanza. Quedó en evidencia entonces, que Escocia no controla su destino y que, igual como ha sido desde hace muchos siglos, los ingleses siguen determinándolo, poniendo siempre en primer lugar sus deseos e intereses.

Ahora, cuando ya es una realidad la salida del Reino Unido de la UE, quedan pocos argumentos en contra de la independencia y su apoyo supera con creces el 50 por ciento. Sin embargo, el problema es lograr que el parlamento británico acepte un referéndum como el celebrado en 2014, que de antemano los obligaba a honrar el resultado. Distinto a entonces, la probabilidad de que se imponga el Sí a la independencia es muy alta y el partido de Boris Johnson, que controla el Parlamento, se niega a facilitar una nueva votación.

Lo que se debate actualmente en Escocia es si, amparándose en su derecho a la libre determinación, y ante la negativa del gobierno central, convocan de forma unilateral un nuevo referéndum para decidir su separación del Reino Unido. El resultado de la última elección, celebrada el pasado mes de mayo de 2022, aumentó a 453 los escaños del Partido Nacional Escocés (SNP) en el parlamento local, dejándolo muy cerca de la mayoría absoluta, la que completan con los 35 diputados que obtuvo el Partido Verde. Sin embargo, aun cuando cuentan con los votos para aprobar el nuevo referéndum, buscando evitar una confrontación judicial con Londres consideran aprobar una ley que no decrete la separación inmediata en caso de triunfar. El estatuto dispondría que, de ganar el Sí, se estaría autorizando un proceso de negociación con el gobierno del Reino Unido hacia una eventual independencia.

En ese nuevo debate, los llamados “unionistas” no tendrán disponible la bandera del miedo de la posible salida de la UE. Por el contrario, sólo con la independencia los escoceses podrían volver a integrarse a la comunidad europea, como quería el 62% de los que votaron en 2016.

No escapa a la vista el impacto que estos nuevos desarrollos en Escocia tendrían en el resto de Europa, ya fuere dentro del propio Reino Unido o en otros países, en particular, en España. Dentro del RU, definitivamente impactaría en Irlanda del Norte donde Sinn Fein, el partido que postula la independencia y eventual unión con la República de Irlanda, obtuvo recientemente una mayoría relativa en el parlamento local.

En España, por su parte, el impacto sería aún mayor porque la situación de Cataluña se parece mucho a lo que ahora se plantea en Escocia. Tras la votación escocesa de 2014, los catalanes redoblaron sus esfuerzos para que el congreso español autorizara un referéndum similar, pero el rechazo fue total. Ante esa negativa optaron por convocarlo mediante una ley debatida y aprobada en su parlamento. Las autoridades madrileñas no solo advirtieron que no reconocían esa votación, sino que enviaron tropas policiales a reprimir a los votantes el día de la consulta. Las cargas policiales de aquel 1ro de octubre de 2017 contra personas que solo querían votar recordaban lo peor del periodo franquista. Posteriormente, el liderato independentista catalán fue procesado por “sedición” y enviados a la cárcel. Desde la UE se mantuvo un silencio cómplice ante la represión que desplegaba el gobierno español.

Ahora en Escocia se debate un proceso muy parecido al que trataron de llevar los catalanes en 2017 y está por verse cuál será la respuesta de Londres y de la UE, donde la primera ahora no está. En España, obviamente, el nerviosismo crece.

La moraleja de todo esto es la que hemos apuntado muchas veces: el destino natural de las naciones es la independencia. Mientras las nacionalidades existan siempre caminarán en esa dirección, como los ríos que buscan su salida al mar.

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