Esta isla no es ficción: Tari Beroszi escribiendo con luz

 

 

En Rojo

 

  1. Nuestra isla -y sus habitantes- ha sido representada de muchas formas. Si pensamos en los años desde la firma de la ley PROMESA a los meses de encierro en la pandemia debemos concluir que solo la lucidez del sueño, la sustancia de lo imaginario, el claroscuro -paradójicamente- nos confirman que no somos una ficción. Que estamos aquí. O quizás, que somos esta formidable ficción viva.

Asistir al proceso e instalación de la exhibición de ESTA ISLA NO ES FICCIÓN de Tari Beroszi, es presenciar el modo en el que la artista, con mirada prospectiva, intenta comprender el presente y anticipa un posible futuro. Está claro que el futuro no es un lugar predefinido e inevitable, sino un espacio de posibilidades. Beroszi crea diferentes escenarios a partir de datos, investigación, observación del presente y creatividad. La artista nos dice:

Antes de comenzar a tomar las fotos para mis proyectos, escribo una declaración de artista. Imagino, escribo, leo, escribo, imagino. Este proceso se repite hasta que llega el momento de la verdad: el shooting -fotográfico, por supuesto-. Para Esta isla no es ficción, escribí durante meses. En plena pandemia, sin tener a donde ir, hice varias versiones del texto.

Durante el encierro -ese claroscuro en el que nada sabíamos de los alcances del virus- la fotógrafa se apropio de su tiempo y de su espacio para imaginar, anticipar, visualizar. Beroszi conceptualiza e inicia sus proyectos a través de un puntilloso diagrama de ideas. Es posible seguir una serie de textos sobre el arte -sobre el trabajo propio- que culmina en un trabajo como el que hoy reseñamos. Escribe:

Conceptualicé dos proyectos de exhibición durante el 2020 y 2021, en el confinamiento por la pandemia. Este es uno de ellos. Tenía el tiempo de escribir, leer e investigar todos los días. Hacía bocetos de las imágenes que quería fotografiar. También compraba materiales en internet: papel celofán de colores, guantes, pantimedias, leotardos, sobres, letras adhesivas. Las ferreterías fueron otro lugar donde iba encontrando objetos que, al llegar allí no sabía que quería, pero al verlos lo supe. La pandemia me dio el tiempo y espacio de introspección para desarrollar la exposición que abrirá en varios días. Fueron años de temor, frustración y pérdida para muchas personas. Yo, no paraba de imaginar las escenas que, cuando finalmente pudiera acercarme a otros cuerpos, retrataría.

2.Durante los primeros días de la pandemia, se me ocurrió leer clásicos. Me interesé por la teoría de los colores de Johann Wolfgang von Goethe. La leí junto a una ventana al fondo de la casa, donde el sol era más fuerte, pensando en que así me libraría del contagio. Supe que la teoría de Goethe, quizás polemizando con Newton, se basa en la observación y la experiencia subjetiva, en lugar de en la física y la óptica. Goethe argumentaba que el color no es una propiedad de la luz, sino que es una experiencia subjetiva que surge de la interacción entre la luz y el ojo humano. He de suponer que la teoría de los colores hoy, es una rama de la física. O sé si escuchan mi tono irónico.

Lo que sí tengo claro -ya al final de la pandemia y escuchando a Tari hablar de su trabajo- es que los colores tienen una capacidad intrínseca para evocar emociones y sentimientos. Mientras trabajaba en la secuencia en la que se presentarían las fotos de ESTA ISLA NO ES FICCION disertaba sobre cómo los colores pueden afectar la percepción de la temperatura, la luminosidad, el espacio y la forma. También sobre los efectos fisiológicos como el ritmo cardíaco y la respiración. Entonces, ¿la fotógrafa tiene su propia teoría de los colores que le permite en una serie de fotos evocar lo hermoso y lo siniestro? Sin duda, hay algo sublime en la muestra. El rojo, el verde, el luminoso dorado nos guían hacia una experiencia subjetiva que une esas sensaciones aparentemente contradictoria -la contemplación de lo hermoso y lo siniestro, lo claro, lo oscuro-. Lo complicado el presente se nos presenta en un relato visual sin fisuras. Dice Beroszi:

Enfrentamos un presente complicado. Quizás coincidencia o ironía del destino, un virus pandémico en forma de corona y una ley llamada PROMESA – que no auguran honores ni bien alguno – nos alejan del futuro que alguna vez imaginamos. La angustia que impone aislar los cuerpos entre sí, en un país aislado por su geografía y sin poder político, impide el sosiego. En una isla que cada día nos es más ajena, dejo la huella de mi existencia. Mis imágenes dicen que no somos ficción. Estamos aquí.

Fotos por Tari Beroski3.Cuerpo aislado, difuminado, con los consabidos guantes -pero estos como para cantar en una ópera clásica-, la herida en el pie. El rojo. El verde. El dorado. La tensión entre el cuerpo y el entorno o el impacto del encierro están aquí pero el ojo de Beroszi -y la presencia de elementos que facilitan la deriva de la visión- permiten explorar dimensiones emocionales y simbólicas del cuerpo. La belleza de las fotografías no escapa a la exploración de la vulnerabilidad y a la capacidad de resistencia del cuerpo -¿acaso la belleza en su enorme espectro de posibilidades no es un modo de resistencia?-. Isla/cuerpo, espejeado en las fotografías, y allí en el centro de la exposición -como el punto cero- un espejo. Pienso en una política del cuerpo. En el arte como un mecanismo que pone a la vista -con una escritura de luz- un modo de administrar el cuerpo. Si bien se trata de una respuesta a la pandemia -y al virus colonial de PROMESA- puede extrapolarse a una puesta en secuencia de poemas visuales de los que podemos intuir reflexiones sobre el cuerpo humano como construcción social y transformados y moldeados por la acción política. Lo digo porque no ebemos olvidar cómo se administró el modo en el que nos movíamos, el modo en el que debíamos equiparnos para respirar en público. Todavía.

Para mí, que estas 30 fotografías nos permitan reflexionar sobre la forma en la que se experimenta y se comprende la propia corporalidad ante los embates de lo exterior me parece importante. Necesario. Que esa corporalidad la experimentemos a partir de las coordenadas en las que se encuentra la territorialidad que construimos e imaginamos y cómo se le administra y niegan los recursos, como se le conmina al desarraigo, también es altamente pertinente.

4. Tari Beroszi, es una viajera incansable. Su formación académica lo confirma. En el directorio de artistas del Museo de Arte se destaca que terminó su Maestría en Fotografía en Spéos Paris École de Photogtaphie donde fue alumna de Georges Fèvre, impresor personal del renombrado fotógrafo Henri Cartier-Bresson.  Ese interés por estudiar allí surgió de su primer viaje estudiantil. He seguido su trabajo desde que realizaba su Maestría en Bellas Artes con concentración en Fotografía del Savannah College of Art & Design en Atlanta. .  Poco después de terminar su maestría gana la Beca Lexus para Artistas en el 2013. También conozco de sus viajes a la india donde realizó cursos de meditación. Hace apenas tres años recibió el Pollock-Krasner Foundation Grant. Ha sido conferenciante invitada en la Universidad de Salamanca, en la escuela de arte y diseño LCI Monterrey en México, en L’Annexe en París y en Parsons School of Design en la ciudad de Nueva York. Su trabajo ha sido exhibido en Brasil, Hong Kong, Francia, España, Estados Unidos y Puerto Rico.  A mí me gustaría decir que su modo de resistir los límites que imponen las políticas del cuerpo y las reclusiones es formidable. En medio de la pandemia viajó a Egipto y a Perú. La isla es un lugar desde el que se planifican los vuelos. Los imaginarios y los reales. Aquí estamos.

 

La exposición de fotografías de Tari Beroszi se encuentra en La Casa de los Contrafuertes en el Viejo San Juan. Es un hermoso espacio en el que los artistas Ana Rosa Rivera y Charles Juhasz fomentan las artes, la literatura, los intercambios y creaciones a través de prácticas colaborativas. Hay magia en ese lugar porque hay trabajo y creatividad.

 

 

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